Sala Ademuz. Espai d’Art. Avda. Pio XI, 51-3ª planta  

Hasta el 8 de febrero 2013 (Lunes a sábado de 10 a 22 h.)

Luna Bengoechea toma partido en favor del pensamiento y la responsabilidad que requieren los tiempos. Está del lado de quien proclama la necesidad de atender a la madre tierra, entre la teoría de desarrollo sostenible o la teoría del decrecimiento y la obsolescencia programada. La resolución de cada uno de sus trabajos es fruto de una introspección consciente y serena en línea con su preocupación. Sabe de la importancia de comunicar, expandir y generar debate sobre lo que quiere denunciar, y para ello utiliza todas las técnicas que están a su alcance: fotografía,  pintura, gráfica, dibujo, collage o instalación. Por si la pluralidad de técnicas pudiera ayudar a conseguir su objetivo en mayor medida. Es y se siente abanderada, lucha por estimular conciencias ajenas, y la realidad le concede razones para hacerlo.

Las civilizaciones modernas no pueden ignorar, al menos por más tiempo, tres grandes problemas inherentes al ser humano y muy relacionados entre sí que necesitan respuestas urgentes, el problema ecológico, el problema energético, y el problema humanitario. En la primera década del s. XXI, se superó la barrera de los mil millones de personas que pasan hambre en el mundo según el Programa Mundial de Alimentos, agencia especializada de la FAO,  (Foodand Agriculture Organization). Detrás de esta cifra de escándalo, se esconde un modelo económico basado en la sociedad de consumo cuyo bienestar se mide con escalas de cuestionable realidad, índices manipulables y significativos, como el indicador para medir el bienestar social per capita, el conocido PIB (producto interior bruto). Este indicador (PIB) contabiliza la producción de bienes y servicios en un país durante un determinado periodo de tiempo, sin embargo no refleja el agotamiento o la degradación de los recursos naturales utilizados para calcularlo. Al presentar un balance positivo, un dirigente en materia económica, puede computar que un desastre como el producido por la avería de una central nuclear -por ejemplo- aumente el PIB de un país, incluyendo los miles de millones de euros invertidos en operaciones de reparación y descontaminación, producción adicional para reemplazar o reparar dicha central y los honorarios del personal ocupado para subsanar el desastre, y curiosamente, este PIB, no tiene en cuenta los bienes y servicios proporcionados por trabajos cotidianos, como por ejemplo, las labores domésticas del día a día.

Lejos del mercado de consumo, en los llamados países del tercer mundo, se concentra la otra cara de la situación, la que descompensa la balanza global. Ochenta de cada cien personas vive sin refrigerador, teléfono ni automóvil, sus maltrechos graneros pierden la funcionalidad ancestral por la introducción de semillas transgénicas y pesticidas, y las pequeñas poblaciones costeras que hasta hace muy poco podían sobrevivir gracias a la pesca, ahora contemplan impotentes la aparición masiva de flotas industriales que –nos guste o no- han provocado grandes desequilibrios en el ecosistema marino mientras llenan nuestros comercios de marisco congelado. ¿Es la sociedad de consumo la que nos empuja a cometer estas injusticias? ¿Qué Podemos hacer ante estos desequilibrios? ¿Tenemos parte de responsabilidad? ¿Podemos parar el ritmo frenético de la sociedad de Consumo?

 

PACK FOOD. Naturaleza Muerta por Asfixia da visibilidad a estas preguntas con un lenguaje plástico muy coherente, con la austeridad, aparente sencillez y contundencia que aportan las primeras fuentes de las que bebe Luna Bengoechea, los bodegones de Juan Sánchez Cotán (Orgaz, Toledo 1560-Granada, 1627), de la llamada Escuela de El Escorial probablemente un referente del realismo, cuya obra podríamos colocar en la transición del Manierismo al Barroco.  Con gran carga  espiritual, rotundidad y misticismo en sus composiciones, como lo demuestra la obra escogida por Bengoechea para plantearnos sus inquietudes: Membrillo, col, melón y pepino, también conocida por Naturaleza muerta (1602-San Diego, Museum of Art). Y de esta Naturaleza muerta de Sánchez Cotán, pasa a otras, concretamente Naturaleza muerta con limones, naranjas y una rosa (1633-Norton Simon Museum) o Bodegón con jarras (1636-Museo del Prado, Madrid) de Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, 1598-Madrid, 1664), quien se nutre del anterior, y cuyos bodegones están caracterizados también por la gran sobriedad de los manjares y el sentido austero de su composición. De ellos, parece querer atrapar el misticismo y la espiritualidad que necesita para transmitir y contagiar su preocupación a los demás. Por otro lado, la viveza y la configuración de los colores y la forma de presentar detalles gráficos parece recordarnos al Pop-Art, sobre todo por los trabajos de Andy Warhol (Pittsburg, 1928-Nueva York, 1987) sobre las célebres latas industriales Campbells Soup, aunque en realidad tiene más en común con la Figuración Narrativa, por el denominador común de las inquietudes y posicionamientos ante problemas determinados de la sociedad, puesto que la gama cromática que aplica Bengoechea, parece obedecer más a un modo de reclamo, a cierta dosis de voluntad evangelizadora. Convertir al infiel-inconsciente de los problemas que le rodean. Sabedora de que los pequeños gestos, sumados, son importantes y tienen efecto expansivo, puesto que el verdadero bienestar de los seres humanos está ligado desde siempre al medio ambiente. Convencer para crear productos naturales, es convencer para crear productos que generan más recursos. No sé si atreverme a decir que la pintura de Luna Bengoechea es revolucionaria. ¿Pretender cambiar el actual sistema de crecimiento basado en el exceso de consumo no es revolucionario?

La exposición PACK FOOD. Naturaleza Muerta por Asfixia tiene fuerza y  contundencia en la raíz de su proceso de creación.Valdría la afirmación del economista, filósofo y poeta Kennet E. Boulding (Liverpool, 1910-Boulder, Colorado 1993) para profundizar en la cuestión: “Quien crea que el crecimiento exponencial puede durar eternamente en un mundo finito, es un loco o es un economista”

La obra de Luna Bengoechea, posee la ofrenda de lo ideal y de lo estético, y siempre deja algo para ver, tal vez en espera de una futura apreciación. Si no le concedemos la razón a su mensaje, la posterioridad no nos perdonará.