‘Federico, una función sin título’
‘Federico, una función sin título’, de Joan Miquel Reig
Texto de Emili Charqués y Carles Montoliu
Con Emili Charqués y Paula Santana
L’Últin Toc Teatre
Sala Russafa
Denia 55, València
Hasta el 7 de febrero de 2021

Federico García Lorca es un autor carismático e indispensable, pero el halo de leyenda que rodea su vida y su muerte es una neblina que, a veces, impide impide percibir su auténtica dimensión humana. Dispersar esa niebla y poner el foco en el hombre de carne y hueso es el objetivo de ‘Federico, función sin título‘, escrita a cuatro manos por Emili Charqués, que también la interpreta, y Carles Montoliu. Dirigida por Joan Miquel Reig y producida por L’Últin Toc Teatre, se presenta en Sala Russafa hasta el domingo 7 de febrero, dentro del ’10 Cicle de Companyies Valencianes’.

En este montaje, Lorca pasa de ser autor a personaje en un retrato de su vida más íntima, a través de los amores y amistades que influyeron en su personalidad y se reflejan en su obra. Acompañado por Margarita Xirgu (encarnada por Paula Santana), actriz fetiche y confidente de Lorca en la última década de su vida, el montaje recrea distintos episodios de esta: su encuentro con Buñuel y Dalí en la Residencia de Estudiantes de Madrid, la amistad que mantuvo con el escultor Emilio Aladrén, el paso por la compañía teatral La Barraca, donde trabajó con los actores Eduardo Rodríguez Valdivieso y Rafael Rodríguez Rapún, y su relación con el crítico de arte Juan Ramírez de Lucas.

‘Federico, una función sin título’

El proyecto ‘Federico’ nació en un tren a Madrid, mientras Chraqués leía un estudio sobre el autor andaluz centrado en sus relaciones personales. “Me di cuenta de que entendía mejor ciertos matices de su obra al conocer su vida, si estaba enamorado y de quién, o si acababa de sufrir un desengaño. Era una asociación tan sencilla y tan humana, que permitía acercar sus versos a cualquier lector”, explica el actor y escritor valenciano.

En el instituto, Charqués quedó fascinado cuando una profesora le animó a participar junto a otros compañeros en un recital de poemas lorquianos. Una década después, se siente afortunado cada vez que se mete en la piel del escritor sobre el escenario. “Siempre había querido hacer un espectáculo sobre Lorca y, cuando descubrí el hilo narrativo que necesitaba, me puse a investigar en hemerotecas y bibliotecas. Fue un proceso muy intenso, que parecía no tener fin”, comenta.

Cartas, biografías, entrevistas…, no solo del escritor, también de quienes le acompañaron en vida y de los que conocieron a sus amigos y amantes. Toda referencia era válida para recrear la personalidad, la voz, los gestos de una figura de la que apenas quedan vestigios.

Emili Charqués en ‘Federico, una función sin título’. Fotografía cortesía de Sala Russafa.


“Ya que no tengo una tumba, dejadme al menos tener un escenario», reclama Lorca como protagonista de un texto que mezcla fragmentos de sus obras con los escritos por Charqués y Montoliu. Una propuesta que exigió cerca de dos años de trabajo, entre investigación, escritura, reescritura y ensayos, y que culminó con su estreno, en enero de 2019.

En la última fase del proceso creativo se incorporó Joan Miquel Reig como director y, desde un primer momento, tuvo claras la escenografía e iluminación que le sugería la historia: mucha tierra, luz tenue y recuerdos para recrear “esa especie de limbo” donde estaría Lorca, en alusión a la cuneta donde supuestamente fue enterrado. Pero también un lugar de la memoria, donde hace repaso de su vida. “Por eso sugerimos algo como un archivo o biblioteca del que va recuperando momentos y amores”, explica Reig.

‘Federico, función sin título’ es una excelente oportunidad de acercarse al escritor granadino desde una mirada cercana, descubriendo su obra y pasajes poco conocidos de su vida. Una ocasión para dejarse llevar por el magnetismo personal y creativo de uno de los grandes autores de la literatura española.

‘Federico, una función sin título’
Paula Santana y Emili Charqués en ‘Federico, una función sin título’. Fotografía cortesía de Sala Russafa.

Bel Carrasco