Sobre la fotografía. Walter Benjamin
Editorial Pre-Textos de Valencia
De venta en librerías
Eran reflexiones esparcidas por diferentes libros, revistas y periódicos. José Muñoz Millanes las ha traducido y reunido todas en un solo volumen que la editorial Pre-Textos acaba de publicar. Son las páginas que Walter Benjamin (1892-1940) dedicó al estudio de la fotografía que, por aquellos años, se abría paso en agrio combate con la pintura. “Los pintores han visto un rival en el aparato fotográfico. Han tratado de funcionar de distinta manera. El no hacer justicia a un logro importante de la humanidad tenía que terminar dando lugar a un comportamiento reaccionario de la una con la otra. Con el tiempo los pintores se han vuelto unos verdaderos ignorantes”, a juicio de Aragon y del que Benjamin se hace eco en el capítulo Carta de París. Pintura y fotografía.
Sobre la fotografía reúne algunas páginas inéditas, junto a otras más conocidas del filósofo alemán, como un extracto de su famoso librito La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Páginas en las que rastrea las huellas que va dejando la fotografía en tiempos de alzamientos vanguardistas y proclamas bélicas.
Siguiendo a Moholy-Nagy, apunta: “Los límites de la fotografía no se pueden predecir. En este campo todo es tan nuevo que hasta la búsqueda ya conduce a resultados creativos. La técnica es, obviamente, la que va abriendo el camino para ello. El analfabeto del futuro no será el inexperto en la escritura sino el desconocedor de la fotografía”.
Conmueve comprobar, en la era de Internet, lo que el propio Benjamin anticipaba como uno de los grandes descubrimientos técnicos. Descubrimiento que provocaba incluso ciertos rechazos. “Con todo el peso de su tosquedad se expresa aquí ese concepto filisteo del ‘arte’ al que toda consideración técnica es ajena y que se siente amenazado de muerte por la aparición provocadora de la nueva técnica”. Y una aparición que, como tal, igualmente prendaba. “La técnica más exacta puede conferir a sus productos un valor mágico que una imagen pintada ya nunca tendrá para nosotros”.
De ahí que Walter Benjamin, además de seguirle el rastro al reguero que iba dejando tal maravilla técnica, se fijara en ese encantamiento de la imagen que mucho más tarde Roland Barthes recogiera en su “cámara lúcida”. Y es que algo del inconsciente se ponía en juego en la captación mecánica de aquellas imágenes. “Sólo gracias a ella [la cámara lenta, las ampliaciones] tenemos noticia de ese inconsciente óptico, igual que del inconsciente pulsional sólo sabemos gracias al psicoanálisis”. Y abunda poco después en ello: “Mundos de imágenes que habitan en lo minúsculo, lo suficientemente ocultos e interpretables como para haber hallado refugio en los sueños de la vigilia”.
Walter Benjamin va dejando testimonio en sus páginas del impacto provocado por la fotografía. “En el preciso instante en que Daguerre consiguió fijar las imágenes de la camera obscura, el técnico despidió a los pintores”. Y en ese repaso, el filósofo que terminó suicidándose en Port Bou, fija su atención en fotógrafos como Eugène Atget o August Sander por su detallista observación de la realidad. “No en vano se han comparado las fotografías de Atget con las del lugar del crimen”. A caballo entre la ciencia y el arte, Benjamin no deja de ocuparse en las páginas de Sobre la fotografía, de ese carácter ambivalente de la imagen, quizás reflejo de toda una época: “Nos ha nacido una máquina que a diario asombra nuestro pensamiento y llena de horror nuestros ojos”.
Salva Torres
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