Liliana Torres

#MAKMAAudiovisual
‘Mamífera’, de Liliana Torres
Con María Rodríguez Soto, Enric Auquer, Ruth Llopis, Anna Alarcón, Mireia Aixalà, Ann Perelló, Amparo Fernández
95′, España, 2024,

Un suceso va a cambiar la vida de Lola: al fin, ha conseguido la plaza de profesora en la universidad que tanto deseaba. Después de tanto tiempo, ha llegado la esperada estabilidad laboral, lo que le permitirá, junto a Bruno, su pareja, tener una vida más organizada. Si todo sale bien, quizá hasta puedan cambiarse a una vivienda más grande.

El futuro se presenta ilusionante para Lola, hasta que otro hecho inesperado hará tambalear los cimientos de la relación. Y es que Lola se ha quedado embarazada. En principio, no hay problema. La pareja lo tiene muy claro: nunca desearon ser padres. Pero en los tres días que pasan, desde el anuncio del ginecólogo hasta la operación que interrumpirá el embarazo, las dudas empiezan a surgir en la cabeza de los dos.

Lo impensable, se convierte, de repente, posible, una alternativa. Alrededor de Lola, sus amigas, su madre, parecen interrogarla. Además, a Bruno la idea empieza a parecerle aceptable, una opción. Y arranca el conflicto.

Este es el argumento de ‘Mamífera’, cuarto largometraje de la directora Liliana Torres, con el que completa una trilogía de corte autobiográfico que se remonta hasta su debut. Si ‘Family tour’ hablaba de la infancia y de la familia ascendente, y ‘¿Qué hicimos mal?’ de los problemas de pareja en la madurez, ‘Mamífera’ da un paso más y pone a sus personajes en ese punto en el que las decisiones que tomamos ya parecen definitivas.

Hablábamos con su autora sobre todas estas cuestiones en un encuentro previo al estreno comercial de la película, el viernes 26 de mayo, en salas comerciales.

María Rodríguez Soto y Enric Auquer, en ‘Mamífera’, de Liliana Torres.

El título de tu película es una declaración de intenciones. ¿A qué se refiere?

Escogí ‘Mamífera’ porque quería hablar de ese denominador común que compartimos todas las mujeres humanas, que es la potencialidad de engendrar, de amamantar y de dar vida (casi todas, ¿no?) y que, sin embargo, se trata muchas veces como si fuera algo irrenunciable, como un instinto, o incluso como algo que debe ser la experiencia última de ser mujer.

Y cuando se trata de esa forma, se convierte casi, casi, en una obligación, y esa es una de las cosas que esta película quiere desestigmatizar. Para mí era importante decir “yo también soy mamífera, pero no soy madre ni quiero serlo”. Y eso no me hace menos mamífera ni menos mujer ni me expulsa del género. Esa era la idea por la que escogí este título.

¿Realmente, te parece que está tan mal visto no ser madre en la sociedad contemporánea?

Yo creo que actualmente, en la sociedad, sucede menos veces que alguien te hable explícitamente de este tema o te señale por no ser madre, aunque sigue pasando, sobre todo fuera de nuestra cultura. Aunque no esté tan presente de esa forma, sigue estando muy presente de una forma convencional y tácita.

Es decir, vivimos en sociedades pronatalistas en las que no se cuestiona el hecho de ser madre, aunque tengas muchos obstáculos en contra tuya y estés muy desfavorecida. Si te quedas embarazada, te siguen diciendo “felicidades”, aunque aquella persona que va a venir después a lo mejor no tenga ninguna oportunidad.

Este hecho de que no se cuestiona sigue significando que lo que se espera de un camino convencional, es que seas madre. Y aunque esto esté tácito, está consentido, está ahí, está metido, de alguna manera, es la expectativa que la sociedad tiene sobre ti. Entonces, siempre que te sales de esa expectativa, hay una parte que genera una sospecha, externa e interna, de ti misma, porque te sientes como marginada escogiendo un camino más misterioso y más extraño, sin referentes, percibes que estás un poco lejos de lo común y eso te hace sentir extraña, culpable, te cuestionas a ti misma, pero también desde la sociedad.

Es decir, te vas alejando poco a poco de ese modelo y, aunque tú tengas una pareja hace muchos años, cuando alguien te pregunta, ¿tienes familia?, tú sabes que no puedes contestar que sí, porque lo que esperan es saber si tienes hijos, no si vives en pareja hace veinte años y eres familia. En ese sentido, yo creo que sigue estando muy presente, sigue siendo una forma de presión sobre las mujeres, y que las mujeres que escogemos un camino de no maternidad nos seguimos sintiendo unos bichos raros.

Fotograma de ‘Mamífera’, de Liliana Torres.

Aparte de la cuestión de la maternidad, la película nos habla, sobre todo, de la toma de una elección. Un accidente provoca una situación y el personaje protagonista o bien no sabe si no quiere o, hasta ahora, no se había visto forzado a elegir, y esa situación la obliga a enfrentarse a ello.

Yo creo que la situación pone a los dos en el mismo lugar, pero tienen un punto de partida muy distinto. En el caso de Lola, sí tenía claro que no quería ser madre, pero nunca se ha visto en la situación de tener, realmente, todas las condiciones favorables para serlo, para quedarse embarazada y tener que decidirlo.

Todas estas presiones ambientales de las que yo hablaba son mucho más potentes sobre ella, porque representa ese ideal. Todo eso le llueve con mucha más fuerza y le hace cuestionarse mucho más dentro de sí. ¿No le pasará algo a ella por no desear lo que desean todas las mujeres? Que si no tendrá algún trauma, que si es que no será una persona egoísta, como dicen muchas veces.

Ella lo vive desde ahí. Y, en cambio, Bruno es un personaje que, a diferencia de Lola (que tiene sus valores muy claros, que tiene mucha conciencia climática y sabe que no quiere ser madre), había estado bien no siendo padre, como una cosa que habían hablado, pero que, por sus características, él no había aterrizado.

Es decir, lo había pensado, pero nunca había aterrizado esto dentro de sí, realmente. Y, ahora que lo tiene adelante, descubre que imaginar esa posibilidad le gusta. Entonces, llega el conflicto y ahí es donde todo se empieza a desmoronar.

Lo que me sugería es cómo un hecho azaroso, de repente, nos pone frente a una situación no esperada y eso te hace cuestionarte tu existencia. No sé si ese elemento del azar estaba entre tus intenciones.

Claro, sí, sí. Estaba ahí, encima de la mesa. Yo quería plantear esa estabilidad previa para decir claramente que este rechazo a la maternidad no viene condicionado por el hecho de que no tengas las condiciones, sino que es un deseo interno, igual que la maternidad es un deseo interno y no viene condicionado por el hecho de que tengas muchos óvulos. Es independiente.

La película plantea una brecha o falla con la generación anterior, que aparece en la relación entre Lola y su madre. ¿Qué te interesaba destacar en este caso?

Me interesaba hacer ese espejo entre las dos generaciones, madre e hija. En las generaciones de mi madre, he visto una maternidad muy sufrida, una maternidad que se ejercía de forma automática, porque era lo siguiente que estaba planeado en el camino y no hubo un cuestionamiento ni individual ni de pareja ni colectivo sobre esto. Se daba y se entendía que era lo que debía darse.

Yo he visto a las mujeres de mi clase social y de la edad de mi madre sufrir mucho por tener que compaginar muchas facetas en una misma vida. De trabajadora de doce horas, con dos hijas, con una casa, con, obviamente, cero repartición de las tareas domésticas… Esta imagen sacrosanta que te venden, como en éxtasis, de la maternidad era una cosa que me chocó muchísimo con lo que yo estaba viendo.

Esta maternidad no escogida en la película se refleja en una madre que ha estado contenta de ser madre. Pero yo también quería preguntarle a mi madre qué hubiera sido de su vida si no nos hubiera tenido. ¿Qué destino hubiera escogido para ella, individualmente?

Yo creo que ese encuentro entre Lola y su madre es bonito, y poder divisar, a través del amor, esas diferentes posibilidades. Cómo una no pudo cuestionárselo y la otra sí tiene toda la oportunidad, contando, de alguna manera, con el beneplácito de su madre, para hacerlo.

Fotograma de ‘Mamífera’, de Liliana Torres.

Según has contado, con esta película cierras un ciclo autobiográfico. ¿En qué sentido Lola tiene algo de ti? ¿O en qué sentido tú eres Lola?

Lo que le pasa a Lola en la película viene de mis experiencias, de mi vida con el deseo de no ser madre y cómo me he sentido cuestionada, cómo me he sentido juzgada internamente por mí y he buscado las razones de por qué no quería ser madre. Luego, soy vegana y tengo mucha conciencia climática. Todo eso también está ahí, en el personaje, porque me parecía coherente con el deseo de ser madre.

Pero, luego, Lola es otra persona, es distinta a mí, tiene otras características, es mucho más simpática que yo [risas]. Y está bien que fuera así. Es una persona con la que puedes empatizar y con la que te gustaría irte a tomar algo. Y no es un bicho raro amargado que no quiere tener hijos, ¿no?

¿Qué tendrían de ti los demás personajes? ¿Cómo son, desde ti, el resto de personajes?

Yo vengo de una clase baja, baja, baja [risas]. Mis padres trabajaron desde los once años en una fábrica. Entonces, a mí el estudiar me ha permitido salir a otros códigos postales y otros entornos que no están destinados a la gente de mi clase.

Eso me ha permitido, afortunada y desafortunadamente, por las cosas buenas y las cosas malas que he vivido, contemplar la feminidad desde una miríada de posibilidades. Y esto, en las madres que tengo alrededor, también lo veo. Por ejemplo, cómo el código postal determina tu maternidad.

Todos los personajes que hay alrededor, la hermana que tiene dos hijos, con los que no puede, y que la van a echar el trabajo, lo he visto y lo he vivido. O la amiga que vive holgadamente y se ha podido pagar un tratamiento de fertilidad, tiene gemelos y puede tener una maternidad eco, friendly, hecha a demanda, con una escuela a la que puede ir ella, incluso.

La maternidad está muy condicionada desde el lugar en el que la vives y, para mí, decirlo era muy importante. Desde el lugar como código postal, no desde el lugar interno.

Comentas en la nota de producción que la película está dedicada a todas esas mujeres a las que quieres dar un mensaje sobre todas estas cuestiones. Pero no sé hasta qué punto quieres decir que la película está dirigida solo para mujeres.

Qué va, qué va, para nada. Es una película que habla de la maternidad y de la no maternidad, pero lo puedes decir de la paternidad y la no paternidad, también. No es exclusivamente de las mujeres, es algo que, obviamente, es central en nuestra condición humana y en nuestra condición social, y que merece ser tratado como sujeto de pleno derecho y protagonista de los relatos que vivimos.

Creo que la falta de ello nos hace daño como sociedad, no poder hablar de la maternidad de una forma normal, bajarla de ese pedestal, traerla a la tierra y hablar de ello desde un lugar natural, coherente y consciente, y dejar de estigmatizar o sacralizar el hecho de ser madre. Estos son inventos que lo único que hacen es encasillar a las mujeres en lugares como de control.

Además de esa cuestión de clase, la película nos hace un mapa de la sociedad catalana desde el punto de vista cultural. Creo que es algo que describes con precisión lo que me sugiere que es deliberado. Lola habla catalán con sus amigas y sus sobrinos, pero no con su madre o su hermana. No hay solo una intención de mezclar los idiomas por un mero compromiso, sino que hay una intención descriptiva muy precisa.

Sí, la película la hemos intentado tratar lingüísticamente de una forma natural. Es lo que vivimos día a día. Yo, por ejemplo, provengo de una familia españolahablante, de charnegos, y Lola, en la película, también lo es. Habla con su madre y con su hermana en español, en castellano, y con sus sobrinos en catalán.

Y eso es algo muy natural. O sea, el hecho de la culturalización que vas viviendo en el día a día lleva a que las nuevas generaciones hablen el idioma local de forma natural para ellos y se comuniquen así, ¿no? Y me parece bien que haya este intercambio.

Quería que nos hablaras un poco de tu relación con Enric Auquer y María Rodríguez, que interpretan a Bruno y a Lola. Los dos consiguen una interpretación muy naturalista.

Básicamente, lo que hicimos Enric, María y yo con los personajes es ensayar y trabajar sobre el guion. Ensayamos en el lugar donde vamos a rodar y creamos una burbuja de protección en la que los tres teníamos muy claro el tono de la película y cómo queríamos que fuera. En ese sentido, ese ha sido nuestro trabajo previo; no hemos hecho nada más extraordinario que eso.

Luego, sí es cierto que es interesante que los dos sean padres, por ejemplo. Cada uno por su lado, obviamente. A mí me parece que María es una persona que no juzga, en general, al resto de personas, y eso le ha permitido trasladarlo, de la misma manera en que ella vive la maternidad, con esa naturalidad y con esa actitud de “a mí no me tenéis que cuestionar”, a Lola. Y eso ha sido muy interesante.

Y en el caso de Enric con Bruno, que es un papel de responsabilidad afectiva, de acompañamiento, de saber estar al lado, sin ser protagonista, ha sido también un juego para él, acostumbrado a estar mucho más en el centro y entender la masculinidad desde otro lado y darse cuenta de que, incluso él mismo, reaccionaba todo el tiempo desde esa otra masculinidad. Y cómo eso no era natural y darse cuenta y decir: “Ostras, qué fuerte, no estoy acostumbrado a tener estos patrones de comportamiento”. En ese diálogo, ha habido cosas muy interesantes.

Aparte de todas estas cuestiones, uno de los elementos que articulan la narración es una serie de animaciones en forma de collage que representa los sueños o fantasías de Lola. ¿Cómo se te ocurrió este recurso? ¿Qué representa para ti?

Las escenas oníricas están planteadas desde el guion, y para mí son esos momentos en los que Lola puede integrar internamente todo lo que le va pasando en esos tres días tan intensos. En los sueños, esto se pone en marcha y el inconsciente hace un pequeño teatro que te permite integrarlo. A mí me parecía fantástico poder contar con el collage porque es un lenguaje muy onírico.

Es como los sueños, tal cual. Coges un elemento de la realidad, lo recortas y lo pones en otro escenario y, ¡boom!, tienes un significado nuevo. En ese sentido, era muy juguetón. Para ello he contado con María José Garces, que es la artista que hace los collages que Lola trabaja en la película, los collages físicos. Y, luego, con Nú Larrui, que es una chica catalana que trabaja en collage digital. Cuando hicimos los sueños, integrando cosas de lo que hacía María José, nos pusimos de acuerdo y perfilamos esas secuencias.

Dices que con esta película se cierra un ciclo autobiográfico. ¿A dónde vas ahora?

No sé si estoy segura de eso [risas]. Yo no creo que se cierre un ciclo biográfico. No, porque mi siguiente película habla de la menopausia y el cambio climático. Yo creo que mientras viva no se va a cerrar el ciclo autobiográfico. Para mí, conforme van surgiendo hitos de la vida y van sucediendo, son experiencias muy estrujables.

¿Dirías que ahí está el foco de tu cine?

En general, sí. Yo creo que sí.

Liliana Torres
Liliana Torres (a la derecha), junto a Enric Auquer y María Rodríguez Soto.