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‘La gente no existe’, de Laura Ferrero
Editorial Alfaguara, 2021
Laura Ferrero irrumpió hace cinco años con un libro de relatos, ‘Piscinas vacías’, por una de esas rendijas (la autoedición) que permiten a los autores noveles darse a conocer, y fue reclutada por Alfaguara tras su éxito en Amazon. Después de una novela (‘Qué vas a hacer con el resto de tu vida’) y un libro ilustrado en colaboración con Marc Pallarés (‘El amor después del amor’), regresa a la palestra con una colección de diecisiete relatos escritos a lo largo de los tres últimos años: ‘La gente no existe’ (Alfaguara).
Con una prosa depurada, Ferrero pone el foco en situaciones cotidianas aparentemente sencillas de las que afloran profundas reflexiones sobre la existencia y las relaciones humanas. Se pone en la piel de una niña que acompaña a su madre a visitar pisos que no pueden permitirse, de un hombre que lleva a su hija a un lejano país para que conozca a su madre biológica, de una mujer que se dedica al storytelling y que acaba temiendo que «quizás esforzándome por contar las historias de los demás, he dejado de contarme la mía». La sensibilidad y la empatía, «arma de doble filo», sentencia ella, son tácticas que Ferrero domina con soltura.
La familia es uno de sus temas recurrentes. Así, en este libro recuerda las figuras de sus abuelos y de su padre en tres conmovedores relatos. La identidad, la necesidad de graduar la información que recibimos, de aceptar las pérdidas son otros de su leitmotivs en historias de final abierto como abierta es también la vida.
¿Qué sensación tienes cada vez que una obra tuya llega a las librerías?
La sensación de que ya no tengo control sobre lo que he escrito. Hay que aprender a soltarlo y asumir que pertenece a los lectores.
¿Qué piensas cuando te comparan con Lucía Berlin, Raymond Carver o Alicia Munro?
Creo que hay que alejarse tanto de los halagos como de algunas críticas. Relativizar la opinión de los demás y centrarte en seguir tu camino dejando de lado la necesidad de gustar.
¿Cuándo sabes que tienes entre manos un libro de relatos?
Los relatos los escribes a medida que surgen. No tienes conciencia de que estás haciendo un libro hasta que uno de ellos resume el contenido de los demás en cuanto a temática y preguntas que plantea. En este caso fue ‘La gente no existe’ que habla de lo que nos hace estar o no estar vivos. Pero también se incluyen otros asuntos como la infancia y cómo sobrevivir a ella, y las relaciones paterno filiales.
¿Cuándo tuviste claro que ibas a dedicarte a la literatura? ¿Algún precedente en tu familia?
Escribir es, aún a riesgo de sonar grandilocuente, mi manera de estar en el mundo. Empecé de niña, y las primeras historias que recuerdo haber escrito eran imitaciones o respuestas de mis lecturas de aquel momento. Nunca pensé que tendría la suerte de poder dedicarme a ello hasta hace relativamente poco. Y no, en mi casa no hay escritores, ni siquiera libros. Creo que los únicos que se leen son los míos (y si son muy largos…, se quejan).
¿Te agobia la presión que eso supone? ¿El miedo a la página en blanco, a vender el número suficiente de ejemplares?
La página en blanco siempre me seduce, esa sensación de saber que está todo por hacer…; que de ti depende lo que ahí vaya a ocurrir me parece muy estimulante. El peso de la crítica también está ahí, pero, como decía antes, una aprende que no hay que dejar que el miedo a recibir críticas o el deseo de elogios te paralice. También el tema de vender o no vender está de fondo, pero trato de no pensar demasiado en todas estas cosas porque entonces terminaría escribiendo para gustar, o para vender, y no creo que saliera nada bueno de ahí.
Da la impresión que prefieres los relatos a la novela.
Me siento muy cómoda tanto con el relato como con la novela. Incluso cuando estoy en medio de un proceso creativo largo, como una novela, suelo alternar géneros más cortos.
¿Tienes buena relación con la poesía?
Leo muchísima poesía. Determinados versos me resultan siempre inspiradores y tengo a mano a Sharon Olds, Anne Carson, Louise Glück… Mucho tiempo atrás traté de escribir poesía y, sin embargo, creo que era una pésima escritora de poesía. No me atrevería a enseñar esos poemas por nada del mundo.
Decía Rosa Montero que el escritor no elige las historias, sino que ellas le eligen a él ¿Qué piensas al respecto?
Estoy completamente de acuerdo. Con las historias ocurre como con las personas, no eliges el efecto que tienen sobre ti, ni si se van a dejar atrapar o no. A veces uno querría escribir una historia, pero se pasa toda la vida intentándolo en vano, porque las historias nos rehúyen. Lo que me fascina de escribir es que a menudo no tenemos control ni siquiera sobre los personajes que creamos.
Otra escritora me confesó que se sentía como una vampira por chuparle la identidad a la gente para crear sus personajes. ¿Qué sistema empleas tú?
La imagen del vampiro quizás me parece demasiado contundente… Yo hablaría más bien de que hay ciertas cosas y personas que conoces que, por alguna razón misteriosa, te fascinan y es de esa fascinación de donde surgen las palabras. A veces a los escritores se nos ve como si nos adueñáramos de lo ajeno, pero lo que verdaderamente hacemos, al menos en mi caso, es acercarnos a los demás a través de las palabras.
La familia, lo cotidiano, las pequeñas cosas parece que centran el interés de los autores de tu generación. ¿Se podría hablar de cierto solipsismo…, u ombliguismo?
No sé si se trata de un tema generacional… En mi caso siempre me ha interesado escribir sobre lo que tengo cerca para entenderlo mejor. Es en la cotidianidad, en las relaciones y vínculos con los que tenemos más cerca, donde encuentro la mayor parte de la inspiración para mis textos.
Los que nacisteis en el mejor momento de este país os habéis tropezado con dos tremendas crisis. ¿Cómo crees que os ha afectado?
Somos, como tan bien expresó la escritora Llucia Ramis, la «Generación Challenger», la que vio como se estrellaban sus sueños en directo. No lo hemos tenido fácil. A veces he tenido la sensación de que nos estuvieron preparando durante muchos años para desempeñar determinadas tareas y después esas tareas no existían, algo que nos llevó a sentir frustración, desengaño. Somos una generación cargada de expectativas que se han quedado ahí: en la potencialidad.
Háblanos de tu relación con Isabel Coixet. ¿Cómo te adaptaste al guion cinematográfico y de qué forma crees que influirá en tu obra literaria?
Isabel es, además de amiga, una de las personas más infinitamente talentosas y generosas que conozco. Hace poco más de un año me dio la oportunidad de empezar a escribir guiones para algunos proyectos y, a pesar de que nunca lo había hecho, me lancé. Disfruté muchísimo y ahora seguimos trabajando juntas. Escribir relatos o novela es algo totalmente distinto, de manera que creo que no me interfiere una cosa en la otra. Para mí ha sido y sigue siendo un reto y siento que aún tengo mucho que aprender.
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