La princesa Mononoke

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‘La Princesa Mononoke’ (1997), de Hayao Miyazaki
25 aniversario de su estreno en cines
133 minutos
Studios Ghibli
Animación
Disponible en Netflix y Apple iTunes

Progreso. Esa palabra que nos parece tan ideal, puesto que vemos cómo, con cada nuevo día, algo nuevo se cierne sobre nuestras cabezas, con la intención de hacernos la vida más fácil –que no mejor–. Las grandes ciudades, con sus altos edificios, se hallan plagadas de personas circulando de un lado a otro sin ningún rumbo fijo, inundando esas calles de cemento en las que el ruido del tráfico ahoga cualquier canto de pájaros, o ladrido de perros, o maullido de gatos.

Esa es la sociedad en la que nos ha tocado desarrollar nuestra vida. Nunca nadie nos ha dado la oportunidad de poder elegir el lugar o el momento en el que desarrollarnos. Es lo que tenemos, no hay otra opción más que esa que tienes detrás de la puerta de tu casa. ¿O sí?

Con ‘La Princesa Mononoke’ (1997) vemos que sí que hay algo más allá del buzón donde esperamos recibir el paquete de la mensajería. Hay un mundo entero ahí fuera que quiere conocernos, pero no a cualquier precio: a uno bastante elevado. No obstante, tenemos que estar de acuerdo con el trato que nos ofrece este planeta para poder pisar su suelo y respirar su aire. El precio es el respeto a los demás –dando igual la clase de ser vivo que se cruce en nuestro camino–.

La princesa Mononoke. Hayao Miyazaki

Si lo pensamos bien, no es un mal negocio, solo que algunos siempre que cogen la mano, necesitan algo más -–a muñeca, el antebrazo, el codo, el hombro…–, hasta que lo tienen todo. El respeto por la naturaleza sale por la puerta cuando prima más ese progreso del que el ser humano se enorgullece frente a otros seres humanos, sin mirar lo que está haciendo en realidad, tan solo observando una pieza individual del entramado puzzle que conforma el orbe donde nos encontramos.

‘La Princesa Mononoke’ se reestrena en nuestro país 25 años después de su primer pase –donde le quitó el primer puesto en la taquilla japonesa a ‘E.T.’ (1982, Steven Spielberg), que llevaba 15 años ocupando dicha posición–. Ahora tenemos la oportunidad de volver a disfrutar de esta maravillosa obra, del director japonés Hayao Miyazaki, en la pantalla grande.

La cinta del director de ‘Mi vecino Totoro’ ahonda en temas como el ecologismo, la eterna lucha que mantiene el hombre con la naturaleza y cómo el primero intenta siempre, por todos los medios, ocupar el espacio que la naturaleza tiene bajo sus dominios, sin preocuparle lo más mínimo el desenlace que pueda llevar a cabo sus acciones. El progreso, ante todo. Lo demás no importa.

Fotograma de ‘La princesa Mononoke’, de Hayao Miyazaki.

Esta historia de fantasía nos presenta a Ashitaka, un joven príncipe que es envenenado por el odio y sufrimiento de un demonio del bosque. El joven abandona su pueblo para buscar el remedio que le salve del terrible destino que lleva marcado en su brazo. En su viaje, se adentra en el hogar donde reside el Espíritu del Bosque, y es allí también donde ve por primera vez a San (la princesa Mononoke), una niña que fue criada por la tribu de los lobos, y que arrastra ese odio animal hacia los humanos, como si fuera verdaderamente una fiera salvaje.

Las luchas entre los hombres por controlar el bosque y sus recursos llegan al punto de que los propios animales interfieren en esa lucha fratricida y se ven envueltos en la pelea por defender el territorio que por tradición les pertenece. En medio de estas contiendas, Ashitaka intenta librar una de las más arduas batallas que tendrá que luchar nunca: la de hacer entrar en razón a todos los bandos para que reine la paz y la cordura, y que los unos respeten a los otros, y viceversa.

Mientras uno está viendo esta cinta, no puede evitar pensar en muchas cosas que ocurren fuera de las puertas de la sala. Pero algo, dentro de la propia estructura interna del guion, hace que el cuerpo se quede pegado a la butaca y no pueda evitar seguir los pasos del príncipe Ashitaka y la chica lobo, San. Porque, aparte de una escritura fluida y unos personajes muy bien trabajados, se encuentra el hecho de que nos encontramos viendo–-o maravillándonos (cada uno lo que prefiera)– una película de animación.

Con esa animación artesanal, como la que le gusta a Miyazaki, dibujándolo todo. Este filme es el último en el que el director de la oscarizada ‘El Viaje de Chihiro’ pudo animar la cinta completamente de esta manera, aunque se rumorea que, por la excesiva carga de trabajo y las fechas impuestas, tuvieron que encender algunos ordenadores para terminar algunas secuencias. Pero el resultado es impecable, disfrutable y muy, muy recomendable.

Fotograma de ‘La princesa Mononoke’, de Hayao Miyazaki.

Para concluir, no puedo más que dejar unas frases de la película, que aún hoy (25 años después), siguen tan vigentes como el día en el que fueron plasmadas en el guion por Miyazaki.

Y tan solo son unos pequeños fragmentos de la enormidad que guarda en su interior ‘La Princesa Mononoke’. Tan solo debemos ser lo suficientemente valientes para abrir su tapa y dejar que nos muestre lo que lleva dentro.