#MAKMAPantallas ‘The Last Dance’ (‘El Último Baile’) | Michael Jordan
Miniserie | 10 capítulos de 50 minutos
ESPN, Netflix, 2020
14 de mayo de 2020

Recuerda un servidor –perteneciente a la generación ilustrada, vertebralmente, en el desarrollismo educativo inmediatamente ulterior a la recién incoada Transición– que albergar inquietudes deportivas (más allá de su mera puesta en práctica en calzón corto) debía ser motivo de vergonzante ignominia para quien perfilara su devenir académico y profesional por los predios de la alta cultura –a la que comenzaban a asomarse, por aquel distante entonces, autores, artistas y otros incógnitos seres del folclorismo intelectual, con lúbricas intenciones heterodoxas (alimentadas, eso sí, al calor de heráldicas y abolengos)–.

Salvo perseverantes excepciones, la incorporación a los dominios de la comunicación cultural –en tanto que extremidad imprescindible, decisiva y ubicua como tecnológica consecuencia de las presentes y líquidas modernidades– de quienes resultan ser coetáneos del abajo firmante –formando parte de esa vasta progenie que domina el gráfico poblacional, con morfolofía de bulbo– ha modificado no solo el orden de predilecciones, sino el modo en que estas son retratadas y difundidas.

Y ha sido, ahí, precisamente, donde el deporte ha encontrado aliados que enaltecen y auxilian a dibujar un discurso dignificador con el que dejar de sonrojarse por experimentar semejante y efervescente pasión por las vicisitudes, logros y derrotas gimnásticas de los abanderados del entretenimiento sudorífico, que por las eruditas disquisiciones en torno de las heterogéneas artes.

Arquetípico ejemplo de este ennoblecimiento reposa en el producto audiovisual que tiraniza las obscuras estadísticas de la plataforma Netflix durante las recientes y excepcionales semanas de confinamiento: ‘The last dance’, miniserie de 10 capítulos, producida por ESPN, que, partiendo proposicionalmente de las contingencias y albures que encaminaron a Chicago Bulls hacia la consecución de su sexto anillo en el marco de las últimas ocho temporadas –un último baile sacramentado por el “Zen Master” Phil Jackson–, traza un opulento y prolífico devenir por las incandescencias y penumbras biográficas de uno de los summum de la centenaria historia del deporte: Michael Jordan.

‘The last dance’ progresa formalmente mediante previsibles técnicas propias del género, entre las que destaca un vívido y pedagógico empleo de analepsis y prolepsis con los que retratar los tres tiempos narrativos de la serie: la evolución de los Bulls durante la temporada 1997/98 (antesala de la segunda retirada profesional de Jordan y de la consecuente disolución de la plantilla); el armígero progreso deportivo de “MJ23” (especialmente, a partir de recalar en la Universidad de North Carolina procedente del Laney High School de Wilmington); y el apreciado testimonio retrospectivo de adláteres y émulos, consanguíneos y antagonistas, feudatarios, directivos, políticos, empresarios y plumillas (a buen seguro, el principal valor, junto a las abundantes imágenes inéditas, que acopia y concita esta briosa y estimulante serie documental).

Debe ser, precisamente, este último aspecto el que erige en acontecimiento lo que podría haber sido una previsible y monótona hagiografía ad maiorem “Air” gloriam (igualmente apetitosa para practicantes y feligreses). Sin embargo, de la mano de Jason Hehir –director y responsable artístico de ‘The last dance’– asistimos a una postrera coreografía en constante equilibrio entre las aguerridas beatitudes sobre la pista y las (desnudas) opacidades que, henchidas de envites, excesos y tabaco fermentado, completan el más atinente retrato procurado sobre las oscilantes perturbaciones del éxito –gélida cumbre a la que ascender provisto de arneses y mosquetones manufacturados por un sediento afán de competitividad y una mayúscula dosis de autoexigencia–.

Michael Jordan celebrando ‘The Shot’, excelsa y legendaria canasta que supondría la eliminación de Cleveland Cavaliers de los playoffs de 1989. Fotografía cortesía de Netflix.

Jose Ramón Alarcón