Presentación del libro ‘La vida en cuatro letras. Claves para entender la diversidad, la enfermedad y la felicidad’, de Carlos López-Otín
Editorial Planeta (España, 2019)
Casa de la Cultura de Llanes (Asturias)
Miércoles 24 de julio de 2019

En abril de 2019 se publicó un libro de divulgación científica titulado ‘La vida en cuatro letras. Claves para entender la diversidad, la enfermedad y la felicidad’. Sería un título más en ese subgénero, ciertamente no muy boyante en el panorama editorial español, si no fuese porque a finales de julio de este mismo año ya va por la tercera reimpresión.

Hay algunas claves para entender este éxito: la primera, que es también un libro de autoayuda, autobiográfico y casi filosófico. Lo escribió uno de los investigadores más relevantes y citados en España, el catedrático de Bioquímica de la Universidad de Oviedo, Carlos López-Otín (Sabiñánigo, 1958), que ha recibido diversos premios tanto nacionales como internacionales por su labor docente e investigadora, entre los que destaca el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal en el área de Biología en 2008. Además, es académico de la Academia Europea y de la Real Academia de Ciencias de España, así como doctor honoris causa por diferentes universidades españolas y extranjeras.

Un momento de la presentación del libro ‘La vida en cuatro letras’, de Carlos López-Otín. Foto: Lorenzo Torres

Segunda clave: López-Otín es un experto mundial en la investigación aplicada a enfermedades como el cáncer, la artritis o las llamadas hereditarias, sobre todo en lo referente al ámbito de los genes. Es decir, que no solo investiga, sino que aplica esta investigación a casos médicos reales, como el de su alumno Sammy Baso, enfermo con síndrome de progeria de Hutchinson-Gilford, un trastorno genético muy raro que produce envejecimiento prematuro. Sammy tiene 23 años, cuando lo normal es que hubiese muerto en la preadolescencia.

Tercera y cuarta clave: la capacidad de comunicación de este investigador -pese a su timidez- así como con el hecho, relacionado con la anterior, de que es capaz de expandir sus intereses más allá de su campo de especialización, con pasión y contagiando de ello a los que quieren escucharle. Lo que provocó, en la presentación del libro en la Casa de la Cultura de Llanes el pasado 24 de julio, que la mitad de los asistentes no pudiesen evitar humedecer sus ojos hacia el final del evento. Emocionar a un lector no especialista explicando qué es el genoma humano (de ahí las cuatro letras del título), no es fácil, pero menos lo es dar un salto mortal tan políticamente incorrecto como vivificante en nuestro tiempo, proponiéndonos, finalmente, una fórmula científica de la felicidad. 

Portada del libro de Carlos López-Otín.

De todo esto pude ser testigo el pasado 24 de julio en Asturias. Sala algo pequeña, mucho público interesado que sostuvo la respiración durante dos horas escuchando los contenidos del libro -junto a la banda sonora en forma de lista de canciones que se anexa al libro- y lágrimas en muchos de los asistentes pues, además de las historias humanas como las de Sammy, el origen de esta magnífica obra es, ciertamente, dramático: se sitúa exactamente en el acoso laboral que López-Otín lleva sufriendo desde hace un par de años en su universidad, cristalizado en denuncias anónimas sobre irregularidades irrelevantes en alguno de sus artículos de investigación, a lo que se une la muerte por infección -pero “inexplicable”- de todos los ratones con los que ha estado testando sus investigaciones durante décadas; ambas adversidades le llevaron a la depresión hasta el borde del suicidio: de todo ello habla también en el libro. Aunque de forma muy elegante, no hizo sangre de ello en público.

Se trata, pues, de un libro muy original en su propuesta que combina la divulgación científica con la autobiografía, e incluso el tan denostado género de la autoayuda, aunque en este caso, pensada más para el autor, ya que parte de su terapia ha sido escribir este libro en el que, precisamente, reflexiona sobre la felicidad a partir de su depresión. Quizá por eso su mente científica se ha dejado llevar por cierta idealización de lo que supone la felicidad en el ser humano, pues ya S. Freud (El malestar de la cultura, 1930), teorizó que la felicidad solo es posible en una cadena dinámica de placer y displacer, es decir, el hombre no está hecho para la felicidad por lo que, efectivamente, como el curioso ejemplo que utiliza repetidamente en el libro, solo nos cabe disfrutar de alguno de esos 14 días de felicidad de Abderramán III -al que, por cierto, el autor homenajea proponiendo fielmente 14 capítulos. Seguramente, con este libro, nos aseguramos unas cuantas horas de esa exigua felicidad.

Una de las imágenes proyectadas durante la presentación del libro de Carlos López-Otín. Foto: Lorenzo Torres.

Quinta y última clave: López-Otín se apunta valientemente a algo que va camino de convertirse en una moda a nivel internacional, como el ‘Homo Deus’ de Yuval Noah Harari (Kiryat Atta, 1976), o como el post-humano del pensamiento transhumanista (vean una maravillosa representación distópica al respecto en el personaje de la hija adolescente de una de las mejores series de televisión de este año ‘Years and Years’ (Russell T. Davies, BBC/HBO, 2019), cuando en uno de los capítulos ésta le pide a sus padres que la dejen operarse para desprenderse de su cuerpo y así poder ‘subir’ su alma, ya inmortal, a la red). El autor nos propone una posible evolución de nuestra especie cuya clave estaría, precisamente, en controlar su capacidad de ser feliz, lo que, augura, supondrá una nueva especie sobre la tierra, “que será el producto de la fusión del Homo sapiens y el Homo sentiens y de su posterior transformación -por obra de la inteligencia artificial- en una entidad distinta, con capacidades y objetivos diferentes que alguien tendrá que empezar a definir. Será el Homo sapiens sentiens 2.0.” (p. 176).

Coda: parecería que hay una necesidad, casi una obligación, en la sociedad contemporánea de ser felices. Las llamadas redes sociales en su vertiente más narcisista son el ejemplo perfecto -y siniestro- de ello. Indirectamente, estar triste o deprimido estaría mal visto, por lo que Sísifo llevaría una doble carga. Para reflexionar sobre ello, les propongo una estrofa sobre la felicidad de una canción que podría añadirse a la citada lista de López-Otín. 

Repeat after me: happiness is only a habit. 
I am listening to the face in the mirror 
but I don’t think I believe what she’s telling me. 
Her words are modern, but her eyes have been weeping 
in gardens and grottoes since the Middle Ages.*
(Prefab Sprout, ‘I Trawl the Megahertz’, del album homónimo, autor: Paddy McAloon; Liberty Records, 2003; Sony, 2019).

En las canciones de Prefab Sprout suele darse esa dialéctica entre la felicidad y su contrario. Siguiendo esta estrofa, tenemos un hábito, el de la felicidad que, desde los tiempos de esas grutas antiguas quizá ha quedado ya impreso en nuestros genes por pura insistencia. Una impresión o reflejo imaginario de un triste -pero unas pocas veces también sublime- mundo.

* Repite después de mí: la felicidad es sólo un hábito.
Estoy escuchando la cara en el espejo
pero no pienso que crea lo que me está diciendo.
Sus palabras son modernas, pero sus ojos han estado llorando
en jardines y grutas desde la Edad Media.
[Consultado en: http://www.ferhiga.com/prefab/letras/ps10_eng.htm y https://www.youtube.com/watch?v=R9982wYPPm0
Traducción del autor]

Un momento de la presentación del libro de Carlos López-Otín. Foto: Lorenzo Torres

Lorenzo Torres