#MAKMAMúsica
‘Desmemòria subterrània. Art, música i descaro a la València dels 90’
Comisarios: Marisa Giménez, Óscar Mora, Fernando García del Real
Col·legi Major Rector Peset
Plaça Forn de Sant Nicolau 4, València
Hasta el 11 de mayo de 2025
En esta exposición, ‘Desmemòria subterrània. Art, música i descaro a la València dels 90’, no se trata de contar ni de resumir todo lo que pasó en la València cultural de los 90. Sería tarea imposible. La sucesión de acontecimientos escaparía de un solo relato.
Aquí se impone una mirada íntima, abstracta, que reconstruye emocionalmente una memoria deshilachada, acontecida a trompicones, a salto de mata, exagerada, esquiva o solapada a veces y que, sin embargo, va componiendo un cuerdo crucigrama de nítidas reminiscencias.
Lo que se narra trata de iluminar, desde la perspectiva que da el tiempo, un estruendo artístico de color, música, complicidad, talento y descaro que resonó desde los resquicios del underground, desdibujando límites y prejuicios entre las artes y agitó, desde la efervescencia, unos años despreocupados y disonantes.
Este estallido, esta confabulación, tiene su arranque a finales de los años 80, cuando varios estudiantes de Bellas Artes se unen para tocar en unos conciertos en la facultad. De esas bandas formadas por afinidades varias, amistosas, estéticas o artísticas, van a nacer unos vínculos que irán atrayendo a otros músicos, artistas, amigos y conocidos que confluirán en una corriente frenética que expandirá creatividad y genio por muchos sótanos, espacios de arte, pisos, bares, garitos y demás recovecos de la ciudad.
Durante esta década finisecular, desprovista aún de tecnicismos virtuales, donde acceder a Internet era pura magia y donde casi nadie tenía un móvil a mano, coincidir en los mismos sitios –en locales de ensayo, estudios, estar juntos horas y horas, mezclar pandillas, quedar, acudir a los mismos conciertos, las mismas exposiciones, las mismas fiestas, participar en iniciativas colectivas–, fue conformando un embrollado enjambre artístico de sonoridad, libertad e irreverencia que provocó una retahíla brillante de proyectos, algunos de ellos hoy ya icónicos.
Casi treinta años después, se atisban a lo lejos destellos desordenados de aquella constelación de nombres que repetidamente aparecían escritos en los carteles, flyers, catálogos de exposiciones, en los créditos de los discos, de los fanzines, de las revistas… Nombres que reinciden, se alternan y multiplican.
Creadores poliédricos, en una época en que las distintas disciplinas de la cultura estaban segmentadas y apenas se relacionaban entre sí, jugarán a expandir los bordes, a espantar el vértigo y en ese terreno difuso entre subsuelo e intemperie detonarán fogonazos de lucidez e insolencia.
Serán músicos, pero también serán pintores, ilustradores, editores, diseñadores, performers, actores, fotógrafos, cineastas, activistas, agitadores o maleantes. Algunos recién llegados, aprendices o inexpertos, otros ya transitados, pocos los consagrados. Las generaciones se entrecruzan, se alían, el talento se celebra, se intercambia o se regala.
Las bandas en las que siguen tocando muchos de ellos son herederas de aquellos primeros conciertos en la universidad. Algunas se han mantenido, otras cambiaron de nombre o de componentes. Se crearon nuevos grupos y se transformaron otros. Los Flacos, Los Max Malos, Fartones, Mocetones, Girasoules, Las Máquinas, Una sonrisa Terrible, RC Druids, Los Magnéticos, Kindergarten, Hector Proctor, Royal Canin, La Muñeca de Sal, Ulan Bator, Olor a Chicas, Ora Pro Nobis… Más experimentales, en el ámbito de la performance: El Otro Ilustre Colegio de Pataphysica, Felpudo Tos, Fizcarraldo o Andrés Truna.
En ese volteo ruidoso entre escenarios, orillas y rutas, el centro histórico de la ciudad se esbozaba guarida y trinchera. El Carmen, Velluters y La Xerea, calles entonces baqueteadas de frivolidad y postureo posmoderno donde, sin embargo, socavones devastados exhalaban aún dolientes los restos del naufragio; droga a raudales, prostitución y vómito. Mezcolanza de tribus, voces raídas del grunge, ecos electrónicos, música naranja, pop de colores, y el indie como terreno fértil donde acampar y quedarse.
Hubo espacios que fueron resorte de estos cruces de ideas, estímulo de iniciativas artísticas: El Purgatori, La Esfera Azul, L’Espill, el Kasal Popular… Pisos donde convivían pandillas, estudiantes, amigos de amigos, nombres necesarios en esta crónica noventera. El piso de la calle Roger de Flor, el de la calle Tapinería, el de la calle Estrella o el de Pintor Domingo.
Otros locales, radios, revistas, galerías, discográficas, editoriales, fanzines se entusiasmaron con sus creaciones, dieron cabida a sus obras, a sus ocurrencias, o simplemente las difundieron, apuntalando así esta corriente visceral y desatada. Es el caso de Radio Funny, Radio Klara, Fancómic, Kovalsky Fly, Fe, Ganadería Trashumante, Dirty, 2000 Maniacos, Paper Gay, La Marxa, La Edad de Oro, el estudio de Dani Cardona, Galería My Name´s Lolita, Paral.lell y Post-Pos.
De sus idas y venidas, de sus experiencias, trabajo, aciertos y extravagancias nacieron proyectos como los encuentros de Espacios Independientes, Memoria Industrial en la fábrica Cross, Fan Cómic, Performatori, Movimiento e Inercia, fallas experimentales, Fanzinerama, la exposición de Miguel Molina, la primera exposición contra el SIDA, la casa ocupada de Toto y Quique Company, Agroerótic, MOVE, Encuentro de Editores Independientes en Huelva, ANCA, Día de la Foto…
En la ciudad, los locales donde actuar, donde ver a tus grupos preferidos eran por la noche punto de encuentro. Valencia era lugar obligado de parada de bandas míticas. Arena, Garaje, Zeppelin, Bésame Mucho, el Wha Wha. Sus conciertos marcaron una época.
Esta exposición recorre esos lugares recurrentes donde el talento parecía hacerse fuerte. Repasa también algunos de los proyectos colectivos inspirados en la reivindicación, el compromiso o la pura complacencia desparramados en una cartografía propia, alternativa e independiente.
La ciudad se vive de color intenso en sus pliegues, en sus hendiduras, el resto se difumina. Pero, sobre todo, aquí se habla de gente que quería estar ahí, atreverse, no perderse nada, de amigos, de amigos de amigos, que celebraban sus ideas y aún más las de los otros, de vivir el momento, de resistirse al tiempo.

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