‘Los Ausentes’, de Juana Cortés
Espasa, 2021
Guerras, catástrofes, atentados terroristas… Las grandes tragedias, los conflictos que dejan secuelas de dolor y muerte, ofrecen excelente materia prima a quienes viven de urdir ficciones. No es extraño que el universo ETA, un agujero negro que durante 60 años absorbió cientos de vidas humanas y un incalculable caudal de pesar y aflicción, se haya convertido en un tema literario recurrente.
Aunque ya en 1981, Jorge M. Reverte se atrevió a situar a su personaje, el periodista Gálvez, en Euskadi, rodeado de etarras y guardias civiles (‘Gálvez en Euskadi’), el inicio oficial de esta narrativa se sitúa, en 2015, con ‘El Comensal’ de Gabriela Ybarra, nieta de un asesinado por ETA.
El año siguiente, Tusquets editó ‘Patria’, de Fernando Aramburu, que, además de cosechar un éxito sin precedentes, significó un punto de inflexión en el tratamiento de una temática tabú hasta la fecha. Desde que se declaró el alto el fuego, en 2011, y no hubo peligro de revancha, secuestro o tiro en la nuca, se han publicado numerosos títulos que evocan los ‘Años del plomo’ desde distintas perspectivas: Víctimas, victimarios, policías, guardias civiles, etcétera.
‘Los ausentes‘ (Espasa, 2021), la última novela de Juana Cortés, revisita el horror de ETA desde una perspectiva insólita: la reacción de una mujer cuyo marido ha sido secuestrado por la banda y que no se resigna a su pérdida.
“’Los ausentes’ no trata de ETA, sino de la violencia, de lo que podemos llegar a hacer si nos dejamos llevar por ella y en qué puede convertirnos”, afirma Cortés. “A veces recurrimos a la violencia cuando tratamos de conseguir lo que queremos, aunque tengamos que hacer daños a otros. Está, desgraciadamente, en nuestra naturaleza. Está en el ámbito familiar, en el colegio, en todas partes. Pero necesitamos ponerle límites, porque si no será muy difícil convivir en este mundo cada vez más complejo».
«La necesidad de ponerle límite, de renunciar a ella para alcanzar lo que queremos es la idea que quería reflejar en esta novela. Muestro un caso dramático en el que parece justificado recurrir a ella, pero a la vez intento crear en el lector la permanente inquietud de que ese no es el camino”.
País Vasco, 2007. Tras el fracaso de la última tregua, ETA prepara un nuevo golpe para demostrar que sigue unida y firme. Dos pistoleros secuestran a Bixen Alzola, profesor de universidad y defensor de la vía pacífica para el conflicto vasco. Cuando su mujer, Leire, recibe la llamada reivindicando la acción, siente que su mundo se resquebraja. Sabe que las posibilidades de que su marido, enfermo del corazón salga indemne son mínimas. Durante esa larga noche toma una decisión. Hará todo lo que esté en su mano para salvar la vida de su marido.
Así arranca un relato coral en el que Cortés usa la primera y tercera persona para dar vida a un conjunto de personajes, especialmente los cinco miembros del comando de ETA, cuatro hombres y una mujer, con sus perfiles muy definidos. “’Patria’ abrió un camino para visibilizar el conflicto vasco pero no es la única novela que trata de él. Es importante que se hable del tema desde distintos puntos de vista”, comenta la escritora nacida en Hondarribia y afincada desde joven en Madrid.
Aunque no sufrió personalmente el terrorismo se congratula del cese de la violencia. “Todavía hay coletazos y ciertos cabos que atar como el asunto de los presos, pero tengo la satisfacción y esperanza de que algo se cerró, aunque todavía estamos asimilando las secuelas del pasado”.
Cortés empezó a escribir en la madurez y con dos hijas criadas, centrada sobre todo en literatura infantil y juvenil. Con ‘Los ausentes’ –ausente: el que no existe en un lugar determinado y no se sabe si está vivo o muerto–, ha cocinado su primer thriller a partir de un relato, ‘La mujer partida’ incluido en un libro que ganó el Premio Ciudad Alcalá, en 2009, uno de los muchos galardones que ha recibido.
Sin moralinas ni moralejas, Cortés da vida a los protagonistas mostrando sus reflexiones, propósitos y las circunstancias que los van envolviendo. La obra se construye como un conjunto de relatos conectados por el mismo hilo de acontecimientos, protagonizados por seres humanos llevados a una situación límite que se mueven en una gama de grises sin que exista supremacía moral o emocional de unos sobre otros.
La acción se sitúa en la bella comarca del Bidasoa, con Irún como centro neurálgico, y los espectaculares paisajes de la foz de Arbaiun, en el este de Navarra, y del valle de Régil, en Guipúzcoa. Un bello entorno para una historia dura en la que todos sufren, aunque por distintas causas.
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