‘Ojos y Paisaje’, de Juan Uslé
Comisariado: Nuria Enguita y Vicent Todolí
Bombas Gens Centre d’Art
Avda. Burjassot 54, Valencia
Del 12 de febrero al 12 de septiembre de 2021
A Juan Uslé se le pregunta por su obra y empieza señalando que no sabe qué decir para, inmediatamente después, lanzarse como si fuera en canoa por ríos de aguas turbulentas. Como el río Cubas, sin ir más lejos, de su Cantabria natal, que luego va a desembocar en otros ríos igualmente significativos en su largo proceder como artista ligado a los lugares, los territorios y la vida misma, que él concibe como latidos de su propio corazón. “La vida es como los ríos, como las líneas que aparecen en estos cuadros, con este pálpito y este pulso, que se supone que es vivir”, dijo durante la presentación de la muestra ‘Ojo y paisaje’ en Bombas Gens Centre d’Art.
Los ríos y el pálpito aparecieron, junto a palabras como fricción, vivencia y sentimiento, a lo largo de su dilatada y pausada explicación, acerca de la muestra que reúne en el centro de arte de la Fundació Per Amor a l’Art 40 años de su trayectoria en diferentes etapas. “Necesito tocar, sentir, vivir las cosas sobre las que voy a trabajar”, subrayó en otro momento. Su discurso, planteado fiel a su etimología, iba tomando el curso divergente de las aguas que mansamente transcurren, no sin sobresaltos, por una suave pendiente.
“Exposiciones como esta nos ofrecen la oportunidad de embarcarnos en un viaje a lugares desconocidos y amplían nuestra visión del mundo”, resaltó Sandra Guimaraes, directora artística de Bombas Gens. Y así fue como, embarcándose en palabras que iban dando explicación del curso de la muestra comisariada por Nuria Enguita y Vicent Todolí, Juan Uslé mostró la topografía del conjunto expositivo, siempre a pie de tierra.
“Mi relación con el paisaje es puramente vivencial, una relación muy sentida y muy vivida, porque para mí el paisaje no es solamente un concepto, una idea, ni un territorio, sino que tiene un componente humano de fricción, de experiencia y de sentimiento”. Su obra, lejos de cartografiar el espacio, va revelando las capas que, similares a la dermis y la epidermis de nuestro cuerpo, conforman cada uno de sus cuadros, en los que coherentemente el artista se va dejando la piel.
“Creo que las cosas se hacen sublimes cuando te fundes con lo que haces”, dijo Uslé, preguntado por lo bello y lo sublime, términos a los que aludió Todolí para introducir el trabajo expuesto, que parte del estudio de cuatro piezas del artista pertenecientes a la Colección Per Amor a l’Art: ‘Sin lugar’, ‘La Punta’ y dos de la serie ‘Soñé que revelabas’.
Sobre ‘La Punta’, de la serie ‘Río Cubas’, el propio Uslé dice lo siguiente, extraído del texto de John Yau ‘El artista solo en su estudio’ recogido en el catálogo de la exposición: “’La Punta’ alude a una elevación del litoral en la que mi madre solía recoger manzanilla, desde la que puede verse la desembocadura del río Cubas [Cantabria]. Es un lugar hermoso al que en ocasiones voy en canoa. A sus pies, las aguas dulces del río se unen con las saladas del mar, y allí también se produjeron muchos accidentes cuando yo era niño”.
Lo bello y lo sublime. O por decirlo de otro modo: la belleza amable de esas aguas dulces del río en las que, de pronto, comparece el terrible accidente que será objeto de lo sublime, siempre y cuando el artista sea capaz de contener lo real de esa naturaleza desbocada. Juan Uslé diríase habitado por esa misma dicotomía al oírle hablar y expresarse en su obra: por un lado, los colores intensos, incluso refulgentes, ya sean formalizados mediante una gestualidad ampulosa, gruesa, robusta, o más fina y delicada, y, por otro, una sombría tonalidad, cuya abstracción nunca llega a ocultar el carácter terroso de cierta figuración sintiente.
“El caos sin un orden se pudre, desaparece, o genera virus, porque si nos pasamos un poco de ciertas cosas, como reacción se pueden producir otras”, dijo en cierto momento de su igualmente bella alocución explicativa, no exenta de ese punto sublime. “La realidad no solamente son las noticias o los números o las quinielas de estos días, de si morimos más o menos que ayer, aunque sin duda son cosas reales y hay que respetarlas obviamente, pero creo que es labor, función y obligación de los artistas hacernos pensar desde otras maneras de ver”.
He aquí otro ejemplo, ahora con relación a la serie ‘Soñé que revelabas’, extraído del mismo texto de John Yau: “Es como un ejercicio de limpieza, de búsqueda del vacío, partiendo de un punto de referencia biológico. Tal vez procedo así porque nuestra visión es demasiado impura y en ocasiones nos atormentan las imágenes. Estamos tan sobrecargados de imágenes que respiramos y vivimos, cada vez más, dentro de una suerte de Times Square neuronal”.
Uslé, acogiéndose a su propia máxima de “piensas cuando miras”, pretende en todo momento aligerar esa carga de la imagen sometida al vaivén neuronal del espectáculo visual, para que el espectador sienta con él lo que ha dicho en alguna otra ocasión: que observa las cosas sin esperar nada de ellas.
“Me parece sublime todo aquello que es intenso y nos desborda o que nos hace sentir que somos muy pequeños, aunque en el fondo nos diga de verdad que nosotros también somos inmensos, lo que ocurre es que llevamos una vida muy pragmática, muy eficiente; nos vemos limitados y acomodados, y de algún modo condicionados por ese otro concepto de la belleza, el poder y la imagen”, subrayó.
‘Ojo y paisaje’ podría ser declinado de forma exclamativa: ¡Ojo al paisaje! Porque el paisaje, para Uslé, “es algo cultural, somos nosotros porque es la memoria, también es esa documentación escondida y olvidada; es amnesia el paisaje”. Y, como el paisaje, el mar: “El mar es nuestra vida, el líquido que llevamos dentro”. Esa vinculación entre la pintura, de la que el paisaje es su trasunto existencial, y la piel que la contiene, da pie a otra reflexión igualmente reveladora: “Soy pintor y encima lento, quiero decir que necesito mucho tiempo para filtrar. Creo que soy una membrana porosa, porque las cosas te influyen y en el fondo eres tan frágil y tan vulnerable como eres fuerte y sólido”.
Que Juan Uslé se halle siempre a medio camino entre el municipio cántabro de Saro y la Gran Manzana neoyorquina, aunque a medio camino case mal con ese “viaje de aproximación e inmersión” que caracteriza la muestra, es un ejemplo más de esa conexión entre espacios asociados a enervantes sensaciones: “Los lugares son vinculantes y tienen su influencia. Lo mismo me está saliendo lo que vivo en Saro cuando estoy pintando en Nueva York, o al revés”.
Y por si cabía alguna duda acerca de la pasión de Juan Uslé por la pintura, depósito de las intensas emociones que ha ido surcando a lo largo de su vida, y que Bombas Gens evoca en ‘Ojo y paisaje’ hasta septiembre, bastarán estas últimas palabras: “Yo no sé pintar solamente diseñando, teniendo una idea lúcida, clarividente, ejecutándola y ya está. Yo soy más torpe, porque necesito encontrarme con muchas cosas, necesito respirar y entender esa fricción de la imposibilidad de la pintura. Pintar es la emoción, para mí; yo sin pintar no sabría vivir”.
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