Juan Muñoz

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‘Todo lo que veo me sobrevivirá’, de Juan Muñoz
Comisario: Manuel Segade
Sala Alcalá 31, Madrid 
Desde el 14 de febrero hasta el 9 de julio de 2023
La exposición continuará en el Museo Centro de Arte Dos de Mayo hasta noviembre de 2023

El hermoso verso ‘Todo lo que veo me sobrevivirá’, de la poeta rusa Anna Ajmátova, es el título adoptado para la exposición conmemorativa en la Sala Alcalá de Madrid por los 70 años del nacimiento de Juan Muñoz (1953-2001), uno de los grandes escultores contemporáneos.

Un título adecuado porque manifiesta una certeza irrefutable: la obra sobrevivió al artista y, también, sobrevivirá al visitante actual de la exposición. Sin embargo, el título produce un cierto desasosiego cuando sabes que Muñoz murió unos meses después de escribirlo en su cuaderno de notas, mientras preparaba la exposición que le consagró internacionalmente, ‘Double Bind’ (2001) para la Sala Turbinas de la Tate Modern de Londres, en plena euforia creativa, tal y como se desprende de estas declaraciones suyas en el documental ‘Juan Muñoz. Poeta del espacio’, de Manel Arranz y Anna Solana:

“Me gustaría seguir creyendo que es una suerte practicar este oficio todos los días y, si me dejan, durante otros 43 años más. Tengo 43 años, no voy a hacer otra cosa. (…) me encantaría poder levantarme todas las mañanas y hacer nada más que esto”.

Probablemente, el verso de Ajmátova ayudó a Juan Muñoz a vivir, a superar la angustia de la creación de ‘Double Bind’ –“la gran obra de Juan Muñoz”, como la describe la artista Cristina Iglesias–. Sobre la responsabilidad y angustia que a Muñoz le producía la sala de la Tate Modern, el escritor y crítico de arte Adrian Searle rememora, en el documental citado, estas palabras que el escultor le dijo: “Este espacio es mortal. Te puede destruir o encumbrar”.

Del contenido del verso se podría decir –siguiendo la enseñanza proporcionada por el psicoanálisis– que si hay textos que nos tocan, que nos afectan profundamente, es porque se “está experimentando [en ellos] formas simbólicas que ayudan a vivir (…) Y, a fin de cuentas, las películas, las novelas o los libros de filosofía que escoges, los escoges siempre por algo extraordinariamente concreto y directamente vinculado a ti: nadie coge un libro de la estantería por casualidad”, según apunta Jesús González Requena en el libro ‘El texto y el abismo. Diálogos con González Requena’, de Maite Gobantes Bilbao.

Pero vayamos al tema que motiva estas líneas: la exposición de la Sala Alcalá 31. Piezas escultóricas creadas durante la década de los noventa, todas ellas emblemáticas y representativas de su estilo: desde la que da la bienvenida a los visitantes, ‘Dos centinelas sobre el suelo óptico’ (1990), pasando por ‘Sara con vestido azul’ (1996), ‘Schwelle’ (1991), ‘Balcony’ (1991), ‘Dos vigilantes’ (1993), ‘Coche cargado’ (1998), ‘Dos sentados en el muro’ (2001), ‘Con la corda alla bocca’ (1997), hasta la pieza central de la sala, ‘Plaza’ (1997).

Vista de la exposición ‘Todo lo que veo me sobrevivirá’, de Juan Muñoz, en la Sala Alcalá 31. Foto: Begoña Siles.

Asombra cómo todas las piezas mantienen su continuidad, su congruencia, la esencia personal de Juan Muñoz. Para el poeta José Hierro, “la personalidad artística se alcanza por eliminación de lo ajeno”. Una idea que Muñoz, de alguna manera, corrobora con esta opinión sobre su propio trabajo: “No tengo para nada la certidumbre de que debería hacer lo que los otros han hecho. Quizás me valga de algo haberme equivocado, pero yo no quería nunca hacer lo que los otros han hecho” (declaración recogida en la audioguía de la exposición).

Las esculturas de Muñoz se diría que son obra de un narrador de espacios fantásticos –enraizado en la tradición de la escultura figurativa–, que tuviese alma de prestidigitador jugando con las apariencias del tiempo y del espacio; de psicoanalista que desentraña al otro que habita en los sueños, en la realidad del inconsciente.

‘Dos sentados en el muro’, de Juan Muñoz, en la exposición ‘Todo lo que veo me sobrevivirá’, en la Sala Alcalá 31. Foto: Begoña Siles.

El propio escultor explica: “Para mí, el problema era como encontrar en la figura humana un motivo que captara la atención del espectador, llevándole a la sensación de otredad implícita en la propia figura; el propio problema humano de la extrañeza del otro que tenemos delante. Es otro que no es como tú”, según se recoge en la mencionada audioguía.

Estas doce piezas que conforman la exposición, síntesis de la obra total de Juan Muñoz, dibujan perfectamente el perfil de un escultor, consistente en expresarse a través de unas formas y unos materiales que resultan familiares, comunes, naturales, a la vez que insólitos, inquietantes, desasosegantes.

En esas figuras de formas humanoides y con rasgos de autómatas, pronto emerge lo siniestro que llevan dentro. Todo aquello, como definía el poeta Schelling, “que, debiendo permanecer secreto, oculto…, no obstante, se ha manifestado”.

‘Sara con vestido azul’, de Juan Muñoz, en la exposición ‘Todo lo que veo me sobrevivirá’, en la Sala Alcalá 31. Foto: Begoña Siles.

En la obra de Juan Muñoz, las formas antropomórficas se desquician (risas histriónicas, rostros con ojos diminutos y “apretados hacia dentro” (sic), cuerpos amorfos de los tentetiesos), se hacen agresivas y producen en el observador un sentimiento angustioso y una emoción de extraña incomodidad.

La misma que le produce al propio autor: “A veces me gusta estar en medio de ese círculo y estar rodeado de esas figuras tan sonrientes, pero de algún modo, después de unos minutos, y no sé por qué, ya no me resulta tan divertido”, en palabras extraídas de la guía expositiva.

Vista de la exposición ‘Todo lo que veo me sobrevivirá’, de Juan Muñoz, en la Sala Alcalá 31. Foto: Begoña Siles.

Se podría decir que el visitante, cuando transita entre las piezas expuestas, percibe un sentimiento de familiaridad siniestra, de ambivalencia, de extrañeza, de desconcierto. Entre otras razones emocionales, por lo siguiente que explica el artista: “Mis esculturas no pretenden coexistir en el mismo espacio que el espectador; son más pequeñas que las figuras reales”.

“Hay algo en su apariencia que las hace diferentes y esta diferencia, en efecto, excluye al espectador de la habitación en la que están. El espectador se vuelve más bien el objeto de mirar y quizá el espectador se ha convertido en el que está expuesto”, concluye Juan Muñoz.

Juan Muñoz
Vista de la exposición ‘Todo lo que veo me sobrevivirá’, de Juan Muñoz, en la Sala Alcalá 31. Foto: Begoña Siles.