Nadal

#MAKMAArte
‘Cos d’aigua’, de Juan Carlos Nadal
Comisaria: Felisa Martínez
Fundación Bancaja
Plaza de Tetuán 23, València
Del 11 de julio al 9 de noviembre de 2025

“Creo que en los portales de los edificios se oyen aún los pasos de quienes tenían costumbre de cruzarlos y, luego, desaparecieron. Algo sigue vibrando después de que pasaran ellos, ondas cada vez más débiles, pero que captamos si estamos atentos”, cuenta el francés Patrick Modiano en su novela ‘Calle de las tiendas oscuras’.

Tirando de ese hilo, o conjunto de hilos tan estables como ondulantes, podríamos encontrarnos con la obra de Juan Carlos Nadal, quien muestra en Fundación Bancaja de València una treintena de piezas que, bajo el título de ‘Cos d’aigua’, diríase puestas a la escucha de las sutiles vibraciones del agua, de la tierra, del cuerpo, con el fin de que percibamos las huellas ancestrales allí depositadas.

De hecho, si afinamos la vista, hay obras en cuyas ondulaciones marinas o telúricas se adivina el rastro de nuestras propias huellas dactilares, propiciando esas ligazones entre la naturaleza exterior y la interior, al igual que Modiano percibía, en la materialidad de los portales, los ecos de quienes pasaron por allí dejando el halo misterioso de todo lo remoto inscrito en el presente mediante una sucesión de instantes singulares.

Dos personas observan la obra de Juan Carlos Nadal, en la exposición ‘Cos d’aigua’, en Fundación Bancaja. Foto: Tato Baeza.

Instantes que Juan Carlos Nadal reproduce mediante una serie de pinturas, dibujos, esculturas y videoarte que vienen a ser la prolongación natural de su cuerpo atraído por la llamada de esas huellas primitivas. Es el propio artista quien lo señala: “Siento que mi manera de entender el arte me conecta con nuestros ancestros, con algo que todos llevamos dentro”.

“Evoca la naturaleza innovándola, porque no imita, sino que trata de descubrir lo oculto”, subraya Felisa Martínez, comisaria de ‘Cos d’aigua’, quien añade: “No es imitación realista, sino que trata de indagar en la materia”. Esa intención de penetrar en la intimidad de las cosas con fin de descubrir lo pretérito, aquello que trasciende los límites temporales que rigen nuestra conciencia, provocan en Nadal una suerte de inmersión en las capas más profundas de nuestra psique, que es tanto como decir, de nuestra geología.

Y es ahí, escarbando en la materia del lienzo, del zinc, del aluminio, de la imagen, como Juan Carlos Nadal se aventura por esos derroteros impregnados de huellas que él trata de representar en su obra mediante lo que el propio artista llama “liberación pulsional”. Con ello, lo que trata es de provocar una suerte de desdoblamiento entre quien cree conocer y quien, alejándose de lo tantas veces sabido, descubre el misterio que nos habita.

Vista de la exposición ‘Cos d’aigua’, de Juan Carlos Nadal, en Fundación Bancaja. Foto: Tato Baeza.

¿Qué sabe el pez –decía Einstein– del agua donde nada toda su vida? Para saber del agua se hace, por tanto, necesario huir del lugar común y explorar cuanto nos provoca extrañeza. Por eso dice el artista que su interés se focaliza en cierto pasado remoto que le “impulsa a explorar conceptos como lo primitivo y el automatismo en el proceso creativo”.

Automatismo como el empleado por los surrealistas que concebían precisamente la realidad como superada por ese plus mismo de realidad inherente a la creación. Nadal, siguiendo al poeta Rilke, diríase que muestra aquello que los seres humanos olvidamos, con el fin de hacer posible la vida, descubriéndolo y agrandándolo. De ahí, como destaca el artista, que use “formas esquemáticas y una paleta cromática que evoca las pinturas rupestres”.

De nuevo, lo ancestral, lo primitivo, lo ubicado en el fondo de cuevas y fondos marinos, emergiendo en la obra de Juan Carlos Nadal, quien podríamos decir que utiliza su estudio como el lugar donde se forjan los sueños que él explora con el fin de acceder a lo remoto, a lo que, estando en lo más hondo de nuestra psique, aflora tras un arduo trabajo creativo.

El recorrido por la treintena de obras expuestas se inicia con una pieza escultórica de 2011 cedida por el IVAM, en la que Nadal muestra las ondulaciones metálicas que luego disolverá para que emerjan en su pintura y en el video titulado ‘Posidonia’, precisamente por hacerse eco de esa planta marina a través del movimiento y el sonido inquietante de una respiración.

Ese trasvase de las ondas más sólidas inscritas en la escultura hacia las propiamente pictóricas y ya directamente líquidas del audiovisual, dibujan el perfil de la obra del artista que, a juicio de Felisa Martínez, se caracteriza por “el movimiento, el ritmo y la tridimensionalidad”, esta última alcanzada por el cuestionamiento de los propios límites físicos de la pintura.

De izda a dcha, Felisa Martínez, Laura Campos y Juan Carlos Nadal, en la exposición ‘Cos d’aigua’ de Fundación Bancaja. Foto: Tato Baeza.

Como aparece este mismo cuestionamiento reflejado en los movimientos de la bailarina estadounidense Loïe Fuller, grabados en una filmación de 1897 de los hermanos Lumière titulada ‘Danse serpentine’, en la que su cuerpo bailando, envuelto en un vestido blanco, parece igualmente diluirse en una atmósfera ondulante. Nadal descubrió esta película en 2015 mientras creaba su serie ‘Noir serpentine’ y ha querido incluirla en la exposición, en una nueva vuelta de tuerca de ese trasvase interdisciplinar.

“A Nadal no le interesa –precisó la comisaria– la naturaleza estropeada, que está en la base de muchas propuestas artísticas basadas en el ecologismo, ni los efectos provocados por la intervención humana, sino que le interesa ir hacia atrás, hacia los ancestros de la historia”.

“Mis obras no tienen una narrativa, ni una reproducción mimética de la realidad, sino la indagación de forma intuitiva de los fenómenos naturales”, apuntó Nadal, para quien el propio título de la exposición, ‘Cos d’aigua’, se refiere a la dualidad existente entre “la forma estática del cuerpo y lo fluido del agua, su movimiento”. Lo sólido y lo líquido: la superficie estable y las ondulaciones que contienen las huellas, tanto dactilares como propiamente geológicas en las que se sumerge Juan Carlos Nadal poniéndose en la piel del arqueólogo. El tiempo encarnado.

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Juan Carlos Nadal, trabajando una de sus piezas. Imagen cortesía de Fundación Bancaja.