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‘Al otro lado de la puerta’, de José Manuel Navia
Galería Railowsky
Gravador Esteve 34, València
Hasta el 30 septiembre 2025
Pintada en el muro, la falsa portería de fútbol reivindica ese imposible campo de juego soñado. La carretera solitaria se extiende hacia un horizonte que se antoja infinito. Un par de desgastadas botas de faena abandonadas sobre polvo blanco. Un vehículo se aleja envuelto en la niebla que invade la calle en contraste con un colorido cartel de circo que anuncia números de riesgo con fieras exóticas.
Son algunas de las fotos de la exposición ‘Al otro lado de la puerta’, de José Manuel Navia (Madrid, 1957): JMN. Simplemente, Navia. Un referente en el arte fotográfico español que ha acuñado un estilo entre narrativo y antropológico, con profundas raíces que le conectan con las tierras, los paisajes y las gentes que conoce y ama.
Trece obras de mediano y gran formato seleccionadas por la comisaria Carmen Martín Izaguirre para la Librería Railowsky entre las 33 que integraban la muestra original programada por la Galería Leica, en 2020, dentro de un proyecto más amplio de evocación y reminiscencias que todavía está en marcha. Su título se inspira en una frase del libro de Helena Janeczek, ‘La chica de la Leica’, que novela la intensa y breve vida de Gerda Taro: “Hay que mantener el pasado cuidadosamente al otro lado de la puerta. Pero si llama, no queda otra que dejarlo entrar”.
«Impulsado por la necesidad de abrir esa puerta, he querido indagar fotográficamente en uno de los territorios mágicos de mi infancia —todo paisaje de la infancia es mágico de uno u otro modo—, el de las largas vacaciones de verano y Semana Santa en torno a la población albaceteña de Hellín y la carretera que la une con Madrid, la N-301», dice Navia.

«La casa de mis tíos, mis primos, el bullicio… Los viajes en compañía de mi abuela Ana. Algunos en tren, pocos en autocar y los más en el Barreiros de mi tío, aprovechando algún viaje a Madrid cargado de harina, de esparto o de la que recuerdo llamaban tierra blanca. Es fácil imaginar la emoción de un crío de pocos años que contempla el mundo desde la cabina de un camión… El desvío en Ocaña, la angosta travesía de Villatobas, la retahíla de pueblos: Corral, Quintanar, la Mota, El Pedernoso, Las Pedroñeras, El Provencio, Minaya, La Roda –y la parada de rigor en Juanito–, La Gineta, Albacete y ya, en poco más de sesenta kilómetros, Pozo Cañada, Tobarra y Hellín».
«Isso, Las Minas, Agramón, Minateda, Cancarix…, pedanías a las que me llevaba mi primo en el Biscúter repartiendo la paquetería. El pueblo vecino de Liétor y su endiablada carretera. Los embalses de Talave y El Cenajo, frecuentes destinos de las escapadas familiares –“Hoy vamos de gira”, decía la abuela, siempre tan alegre–; y hasta los Chorros de Riópar, si echábamos el día entero… Todo esto no sé bien si lo recuerdo más por haberlo vivido en mis primeros 7 u 8 años o por todas las veces que lo hemos recordado al calor de aquellas fotografías», señala Navia.
«Porque estas eran lo que nos quedó cuando la familia tuvo que partir, como tantos lo hicieron en aquella aciaga década de los 70, y se acabaron los camiones, y el Biscúter, y el esparto, y acaso una forma de vida. Quién sabe si aquella población en el límite de La Mancha y el trasiego por esas altas mesetas no ayudaron a ir conformando mi interés fotográfico y vital por estas tierras de interior», añade el fotógrafo.
Su madre fue otro factor determinante de su vocación. «Era fotógrafa aficionada y tenía una buena cámara, aunque éramos gente trabajadora. Cuando me regaló un curso de fotografía me enganché de por vida al oficio». Y así, aunque se licenció en Filosofía en la Autónoma de Madrid en 1980, la cámara ha sido su fiel compañera en dos frentes: arte y periodismo.
«No me siento cómodo con esa distinción. Como decía el maestro Granados, no hay música clásica y ligera, sino música buena y mala. Lo que sí marca la diferencia es la manera de trabajar, a los proyectos artísticos se les dedica más tiempo que a los periodísticos, pero yo no me desvinculo de la prensa».
De hecho, para Navia todo es reportaje. Incluso grandes escritores como Julio Llamazares, «escriben reportajes que proporcionan una metodología, una mecánica de trabajo». Lo que le obsesiona y fascina «es el punto de encuentro entre las palabras y la imagen. En suma, el lenguaje».
Esa obsesión se plasma en los proyectos que ha llevado a cabo aportando la imagen a los textos de grandes escritores como el propio Llamazares, Gustavo Martín Garzo o Caballero Bonald. También es autor de los textos de varios reportajes de ‘National Geographic’, pero afirma que «la fotografía me llena por completo, pues, como decía el gran maestro Eugene Smith, es infinita e ilimitada».

Con 17 años, inició su trayectoria laboral en una empresa relacionada con libros de textos y, con 20, publicó un manual de fotografía. En la actualidad, imparte clases en la Universidad de Alcalá de Henares lo que le permite seguir en contacto con las nuevas generaciones y pulsar las nuevas tendencias.
«La gente joven mezcla la fotografía con otras artes y técnicas en un intenso mestizaje, pero algunos se interesan realmente por ella», comenta. «En España empezó a valorarse artísticamente con retraso respecto a Europa y ha tenido épocas más o menos buenas, pero cuando te distancias de las modas mantiene una línea continua».
A partir de 1987, Navia trabajó como fotógrafo independiente, formando parte de la Agencia Cover, y desde 1992 colabora con la francesa Agence VU’. A mediados de los años 90 fue editor gráfico de la revista El País Semanal, y también ha participado en trabajos editoriales para las revistas Geo o National Geographic, así como para la revista semanal del periódico La Vanguardia.
Su trabajo como reportero está en la base de su actual narrativa fotográfica. Siempre ha confesado la predilección por la elección de lugares culturalmente cercanos en los que encuentra más fácilmente una identificación consigo mismo y su entorno más íntimo. Ha recibido numerosos premios: Fotopress 1987, Fundación La Caixa; Society of Newspaper Design, USA (1994, 1995 y 1997); Godó de Fotoperiodismo 1999, Fundación Godó / La Vanguardia; Imagen 2006, Sociedad Geográfica Española; o Piedad Isla 2021, Diputación de Palencia.

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