Joecar Hanna

#MAKMAAudiovisual
‘Talk Me’, de Joecar Hanna
Producción ejecutiva: Spike Lee
20′, España, 2025
Seleccionado en ‘La Cinef’ de la 77.ª edición del Festival de Cannes
Del 13 al 24 de mayo de 2025

Pocas veces un cortometraje acapara tanta atención para los medios, especialmente si este se ha rodado en espacios como València, Puerto de Sagunto, el Grau Vell o Alginet. Pero es que pocas veces sucede que un trabajo audiovisual realizado por estas tierras llega al olimpo de la industria audiovisual mundial.

Este es el recorrido que ha trazado ‘Talk Me’, tercer cortometraje del realizador valenciano, de ascendencia china y libanesa, Joecar Hanna, seleccionado en la sección ‘La Cinef’ de la próxima edición del Festival de Cannes, que se celebrará del 13 al 24 de mayo.

Aun siendo un éxito excepcional, no es la primera vez que el trabajo de Hanna acaricia este tipo de reconocimiento. Su anterior cortometraje, ‘Deliver Me’, había sido seleccionado en el festival South by Southwest, de Austin (Texas). Una carrera que comienza en su València natal en calidad de montador de trabajos como ‘El desentierro’ (Nacho Ruipérez, 2018) o ‘Bikes, The Movie’(Manuel J. García, 2018), nominada a un premio Goya.

De ahí, una beca de estudios lo llevó, como nos cuenta en esta entrevista, al máster de cine de la New York University, apadrinado, ni más ni menos, que por el realizador Spike Lee, que sería su mentor y productor ejecutivo de esta pieza corta.

‘Talk Me’ nos sitúa en una sociedad en la que el sexo está tan normalizado que la gente lo practica en cualquier parte (en el autobús, en plena calle), sin que nadie se escandalice. El problema viene cuando esa misma gente quiere hablar entre sí, siquiera para conversar o trazar relaciones algo más profundas, algo que está socialmente muy mal visto.

En este contexto, Pedro, el protagonista, siente que algo no funciona. Su relación con Fernando, su pareja, parece estancada y su único desahogo se encuentra en sus pequeñas escapadas clandestinas a una tienda de discos para oír siempre la misma canción. Un día conoce a una mujer con la que parece que puede compartir sus inquietudes. Ambos planean huir de este mundo tan opresivo.

Fotograma de ‘Talk Me’, de Joecar Hanna.

Spike Lee ha producido esta película. ¿Cómo llegas a él? ¿Cómo se presenta en tu vida y en este proyecto?

Bueno, todo empieza porque yo voy al máster de NYU, el New York University. No sé si es Hollywood Reporter o The Wrap; dijeron que es el número uno en el ranking de másteres de cine del mundo. Y este máster es el que encabeza Spike Lee. En el último año, tenemos una clase con él y, durante ese año, puedes ir, pedirle, mediante cita previa, unas tutorías y enseñarle cosas.

Le enseñé mi anterior corto, le gustó mucho y me dijo que, cuando tuviera más cosas, se las enseñara. Le enseñé el guion de ‘Talk Me’, que era mi tesis, y me dijo: “Eso una locura, ¿cómo lo vas a hacer?”. Le dije: “Bueno, necesito fondos, pero creo que puedo hacerlo”.

Entonces, él, cuando puede, cada año decide apoyar a una de estas tesis a través de algo que se llama los fondos de producción de Spike Lee. Solo da tres o cuatro en todo el máster, que al año reúne a unas cien personas. Son treinta personas por clase, se presentan unas 2.500, en fin, que es supercompetitivo. Entonces, me selecciono a mí. Me dio 10.000 dólares, que estaba muy bien para venir aquí y rodar.

El tema es que, cuando me gradué, empecé a mover el corto y al primer sitio al que lo envíe fue a Cannes. Me llamaron a los tres días y me dijeron que lo querían [risas]. Luego fui, se lo enseñé, flipó, y le dije: “Mira, has cubierto prácticamente el 90 % del presupuesto y me haría mucha ilusión ponerte de productor ejecutivo”. Me dijo que por supuesto y pa dentro. Y, vamos, él superorgulloso y yo también, obviamente. Un honor.

En esa colaboración, a parte del apoyo financiero, ¿qué te ha aportado? ¿Qué relación has tenido con él a nivel creativo?

Bueno, me dio varias notas con el guion. Fue supervisando, sobre todo los materiales que iba haciendo. También me daba notas de actuación. En mi anterior corto, yo también actuaba. Fue la primera vez y le gustó mucho. Cuando se lo enseñé era tiempo de COVID y yo iba con la mascarilla; al final, cuando terminó de verlo, me dijo: “¿Quién es este tipo? Lo hace muy bien”. Y me quité la máscara y le dije: “Soy yo” [risas].

A partir de ahí, empecé a preguntarle, porque él también había actuado en sus primeras películas [risas]. A raíz de varias reuniones, me fue dando notas, sus perspectivas. Luego, vio el corte final. No me dio ningún feedback, lo cual fue increíble.

Me dijo que estaba ok. Se emocionó tanto que me hizo llamar a mi coactriz por FaceTime para felicitarnos. Tengo la captura de la llamada. Pues eso, sobre todo apoyo moral, notas sobre cómo trabajar con muchos extras; porque él tiene mucha experiencia, obviamente, eso sí.

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Después de estar en Nueva York, ¿por qué ruedas en València? Te lo digo porque, en parte, esta es una historia universal que se podría haber realizado en cualquier sitio.

Bueno, conforme escribía este guion, yo me fui dando cuenta de lo que quería contar realmente tenía que ver con una inversión de las normas de comunicación. En la película, la gente tiene sexo como forma de comunicación básica. Es una realidad alternativa en la que todo el mundo interactúa sexualmente para comunicarse, y solo hablan en la intimidad con su pareja o quien sea que estén conectados.

Hablar en público sería como si yo ahora me bajo aquí los pantalones: la gente se escandalizaría. Este era inicialmente el concepto, pero los personajes que elegí, con los que quería realmente interactuar en la historia, era gente que está fuera de ese ambiente, es decir, que fueran unos extraños a este mundo. Y, de forma natural, me fui hacia gente mestiza.

Entonces, me di cuenta de que la historia que quería contar no era solo ese concepto original, sino cómo se sienten dos personas fuera de ese sistema. Y entonces me di cuenta de que, en realidad, era mi experiencia. Yo he crecido en València, he estado aquí toda mi vida y, a pesar de que la mayoría de mis memorias son muy bonitas y amo València, sí que es verdad que, por ser quien soy, a veces fue un poco duro.

Ese sentir que tienes la lengua, tienes las formas, tienes la cultura, bebes horchata y comes fartons [risas], pero siempre hay algo de ti que indica que eres distinto. Es verdad que, entonces, València no era lo mismo que ahora. Pero, por esta mezcla rara que tengo, era duro. Estaba un dolor como invisible relacionado con esas pequeñas cosas, las bromitas…

Entonces, me di cuenta de que lo que realmente quería contar –que no lo veo mucho en cine– es cómo se siente alguien con varias identidades, que no es ni de un sitio ni de otro. Y dije: “Claro, tengo que volver a València, lo tengo que hacer aquí”.

Y, además, porque como es un mundo tan perturbador, lo que quería era usar este cielo azul constante que tenemos y la sensación que te da esta luz dorada para dar un contraste a esta perturbación. Emocionalmente, para mí, lo que tenía sentido era ver a estas personas, con ese dolor que viven dentro, pero rodeadas de esto que es tan bonito. Me parecía un contraste muy chulo.

Fotograma de ‘Talk Me’, de Joecar Hanna.

Has recurrido a esta imagen de bajarte los pantalones como algo perturbador o provocador. Pero, en el fondo, cuando estaba viendo la película, pensaba que era al revés. Es decir, pensaba que, en tu película, ese bajarse los pantalones o practicar sexo en público representaba una especie de normalidad que, de alguna forma, hacía referencia a esa hipersexualización de la sociedad contemporánea. No sé si hay algo de eso también en la historia.

Cien por cien. De hecho, yo siempre hago esto con mis proyectos. En mi anterior corto era igual. Yo suelo elegir un concepto que tiene que ser una metáfora; y de la metáfora creo la historia. En este caso, es verdad que esta metáfora coincide mucho con nuestros tiempos.

Lo que me gusta es que, de forma natural, la gente ve lo que quiere en el corto y eso es lo mejor que te puede pasar. Mi idea no era enviar un mensaje. No se trata de hablar solo de estos personajes como unos pobrecitos que tienen que esconderse para conectar. Eso es una parte de la historia.

La otra tiene que ver con esta sociedad hipersexualizada o hiperindividualista, en la que cada vez tenemos más dificultades de conectar. Hay dos capas, y no quería que ninguna tuviera más presencia que la otra.

De hecho, los personajes no mencionan en ningún momento la palabra raza ni piel, no hay nada de eso. Quería que eso se intuyera. Y lo mismo lo otro. Es decir, dependiendo de quién es, me dicen una cosa o la otra. Y eso me encanta.

Hablar o conectar se ha hecho ya tan complicado que, como aparece en tu corto, es casi un acto revolucionario. Es decir, después de demandar la libertad para los cuerpos, nos hemos aburrido de ellos y ahora lo que demandamos es hablar.

Pues, fíjate, ahí hemos caído. Totalmente. De hecho, a mí me sorprende mucho lo que he vivido allí. No sé si es por culpa de la cultura pop o de los medios o de esta cascada de contenido que viene de Estados Unidos, que siempre nos influencia tanto (no sé si está empezando a pasar aquí, dímelo tú, porque es verdad que yo vengo ahora en episodios y ya no me quedo tanto tiempo). Pero allí, cuando llamas a alguien directamente, es raro y puede resultar hasta agresivo.

Allí todo el mundo tiene que textear para quedar y, entonces, ya se llaman. Hay una burbuja más gruesa entre los individuos. Y, desde luego, el individualismo es patente. Después de venir de una cultura española, valenciana, me costó mucho adaptarme. Y, bueno, también la cultura china, que es muy parecida a ese nivel de conectar con la familia. Es complicado.

Fotograma de ‘Talk Me’, de Joecar Hanna.

En el fondo, la película también nos remite al viejo relato de chico conoce a chica. ¿Al final, eso siempre funciona?

Esto es muy interesante porque, realmente, no es chico conoce a chica. De hecho, el triángulo está escogido muy concienzudamente. En este mundo, en este universo que parece tan convencional a su manera, no hay nadie que vea raro el matrimonio de Pedro y Fernando.

En mi universo, lo queer está normalizado. Ahora, cuidado con hablar en público. Lo que ocurre con estas dos personas es que ella está más preparada para marcharse hacia un lugar más ambiguo. Pedro, en cambio, está más escondido. Se hace el pelo un poco más ondulado para estar más metido en la sociedad, viste más normativo, pero, a través de esta necesidad de ir a escuchar música y de buscar algo nuevo, lo que pasa es que, por culpa de esta coacción social, no se siente exactamente quien es.

Al final de la historia, los dos acaban siendo bastante no binarios. Pedro quiere ir hacia ahí. De hecho, va poco a poco cambiando su vestimenta y aceptando su pelo original, que es liso. Se trata de ir dejando capas.

Entonces, no es tanto chico-chica, es más persona a persona. Yo creo que, al final, intento reflejarlo cuando se están yendo, porque ella se libera más y viste como quiere y él viste también de manera más ambigua.

El protagonista de tu historia busca un lugar íntimo para escuchar una canción. En el corto la música aparece también como un acto clandestino. ¿Qué relación tiene para ti esa ausencia de música con la falta de comunicación?

Pues, fíjate, este punto es mi favorito. Una de las mejores cosas que he hecho en esta historia tiene que ver con la idea de que la música es rebeldía. De hecho, mi querido Discos Oldies [tienda de discos decana en València] lo convertí en un puticlub. O no exactamente un puticlub, pero sí en un sex shop.

La gente que quiere escuchar música tiene que ir ahí y esconderse porque, de alguna manera, es otra persona hablándote. Otra persona que no es tu pareja o quien sea. A través de la música, estás conectando con alguien y eso es una droga. No quiero decir que sea porno, pero es una mezcla de todas las cosas que asociamos con rebeldía.

Puede ser una droga, puede ser cualquier cosa que la persona sienta que es la música para ellos. Es eso que tienes que esconder, eso que te hace sentir más tú y que no compartes. Por eso todo está a capela. Por ejemplo, no sé si te has fijado, pero en la estantería que tiene Fernando en la casa todos los libros están al revés. No se ve el lomo ni la tapa porque hay que esconder las letras, las palabras.

También me ha llamado la atención que la película esté ambientada en un espacio pequeño, un pueblo, y que los personajes, curiosamente, aspiren a llegar a otro lugar más grande que es la gran ciudad. ¿No era el revés? [risas].

[Risas] Bueno, estamos hablando tanto de la España vaciada a la que queríamos ir y, de repente, en este corto queremos huir de ella. Pero este es el tema. En la historia, les entendemos, pero eso no quiere decir que tengan razón. Ellos piensan que, al ir a la gran ciudad, van a liberarse y que van a encontrar a gente que habla entre sí. Es este lugar ideal que yo veo como una referencia a Nueva York, tal y como hice yo.

No quiero decir que esto sea un pueblo, pero claro, tenía la sensación de que había muchas cosas que tenía que liberar yéndome a Nueva York, que es la meca de la liberación. Pero esto no es una verdad científica, podríamos decir.

Es verdad que hay cosas allí que sí que he ganado, pero otras que se pierden; no todo es tan bonito. Si la historia continuara, me gustaría ver a Pedro volviendo a Fernando diciendo: “Hay cosas que echo de menos”. No todos es blanco o negro, pero sí que es verdad que quería reflejar ese espacio más pequeño.

Cómo ya has comentado, el proyecto ha sido seleccionado para el Festival de Cannes. ¿Cómo has recibido la nominación?

Sí, fue muy bonito porque lo envié y me llamaron a los tres días. Y lo primero que me dijeron (que, para ser Cannes, fue como para enmarcármelo) fue: “¿Qué rareza es esto? Queremos entender tu cabeza”. Y yo pensé: “Pues no recibiréis rarezas en Cannes como para que me digáis eso…”.

Para dar un poco de contexto, en esta sección en la que ha sido seleccionado, solo cogen una sola película por institución y por país. O sea, que yo voy como representante, en este caso, aparte de València, de Estados Unidos, entero. Es decir, que por la institución de NYU soy el único representante de Estados Unidos. Hubo cerca de tres mil aplicaciones, y han seleccionado dieciséis. Es una locura.

En ese sentido, te llena orgullo también por la institución, porque estoy yendo a representarles. Y, encima, ir de la mano de Spike Lee… Además, llevo año y medio preparando mi primera película, basada en el anterior corto, con dos grandes productores. Uno de ellos va también a Cannes con dos pelis este año. O sea, que voy a estar rodeado de mi equipo. Va a ser una celebración en toda regla. Es mi primera vez, es muy bonito.