Leni Riefenstahl

#MAKMALibros
‘Leni Riefenstahl. Expediente LR’, de Jes Lavado
Zut Ediciones, 2022

La colección de biografías ‘Vidas Térmicas’, de la editorial malagueña Zut, vuelve a ofrecernos una vida que desborda límites insospechados. De la pluma de Jes Lavado podemos adentrarnos, en esta séptima entrega de la colección, en la incierta vida de Leni Riefenstahl.

Y digo incierta no porque sea desconocida, pues como podemos leer gracias a Lavado, se trata de una vida bien documentada. Digo incierta por los contornos difusos, por las incertidumbres a las que nos enfrenta conforme avanzamos en el texto, por la equívoca manera de manejar la realidad con la que pretendió moverse siempre. A fin de cuentas, ese era su trabajo. Quién mejor que la gran cineasta Leni Riefenstahl para representarnos lo que debemos creer, lo que ella desea que veamos.

Leni Riefenstahl nació en Berlín, en 1902, y hasta su muerte, en 2003, vivió ciento un años de ambiguo equilibrio en una cuerda floja. Consagrada como una de las artistas prometedoras de la Alemania de su tiempo, ante la figura de Riefenstahl hay pocos términos medios. Nadadora y bailarina en la infancia, actriz, cineasta, fotógrafa y gran creadora estética de la iconografía nazi, tal como la retenemos en nuestro imaginario.

Sus películas consagraron un modo de hacer cine, creando imágenes paradigmáticas que sirvieron de propaganda del régimen nazi, como ha llegado hasta nuestros días. Odiada por tantos, pero adorada por los necesarios, dicen que Riefenstahl tenía teléfono directo con Hitler, y Jes Lavado se pregunta: ¿era nazi? ¿Sí o no?

Y llegamos al final de un libro que se lee sin respirar, asombrados por los inagotables sucesos que fueron marcando la vida de Riefenstahl y aún no sabemos qué responder a esa pregunta. O, tal vez, sí lo sabemos, pero las dudas nos asaltan al tener que sentenciar algo que la historia no ha hecho.

En definitiva, llegamos a la última página de la biografía y no logramos saber si se trató de una de las grandes renovadoras del lenguaje cinematográfico de su tiempo o de la gran creadora de la imagen del nazismo.

Aunque, a fin de cuentas, ambas cosas no son excluyentes y sus dotes extraordinarias para acertar a darle forma a las escenas que ideaba en su cabeza le sirvieron para ese trabajo de colaboración con el nazismo, pues realizar esos trabajos no tiene que suponer que comulgase con sus ideales. ¿O sí?

Preguntaremos, entonces, a la autora de ‘Leni Riefenstahl. Expediente LR‘ para intentar arrojar luz, para darnos cuenta de que el verdadero arte, en muchas ocasiones, no ha sido rebelde ni irreverente ni díscolo. Ha sido ‘Arte’ con mayúsculas.

'Leni Riefenstahl. Expediente LR', de Jes Lavado
Zut Ediciones, 2022

¿Qué te movió a escribir esta biografía? Una vida térmica con tantos ángulos ciegos, especialmente en lo tocante al nazismo, que ha debido de ser un constante esfuerzo por mantener el equilibro para no dejar de ser imparcial.

Me propusieron desde Zut escribir una biografía breve sobre un personaje cuya trayectoria vital encajara en el concepto de ‘vida térmica’, es decir, una vida que excediera en algún sentido los parámetros habituales de la existencia humana. El personaje debía ser alguien relevante o significativo para el biógrafo.

Inmediatamente pensé en Leni Riefenstahl: lo que sabía sobre su peripecia vital me llamaba poderosamente la atención, encajaba mejor en un cómic de superhéroes que en la realidad. La vida de esa mujer o, mejor dicho, sus múltiples vidas sucesivas, reinventándose una y otra vez tras cada debacle hasta sobrepasar el siglo de existencia; sus rotundos éxitos como cineasta en un mundo gobernado por hombres y su titánico ímpetu para alcanzar sus objetivos me parecían un milagro cuyo secreto tenía que desentrañar, y decidí zambullirme a fondo en el asunto.

En un primer momento, me movió la admiración por los imponentes logros de esta mujer irrepetible. A medida que profundicé en su trayectoria fui descubriendo aristas menos rutilantes, algunos episodios de dudosa ética, también grandes dosis de narcisismo, así como sucesos desopilantes que me revelaron un personaje muy complejo con muchos más claroscuros de lo que había imaginado al principio.

La escritura de su biografía ha tenido algo de montaña rusa, con subidas y bajadas desde el asombro ante su inmenso talento al aborrecimiento de sus facetas más detestables, pasando por momentos de gran diversión y hasta un cierto afecto o familiaridad hacia el personaje con el que he pasado tantos meses. Al tiempo que avanzaba en la investigación y acometía la escritura, me quedó claro que tenía que contar los hechos con la mayor objetividad posible, fueran estos cuales fueran, sin posicionarme a favor o en contra, dejándole ese espacio al lector.

Es perfectamente compatible contar con entusiasmo la magnífica experiencia que supone ver ‘Olimpiada’ [1938], una de sus mejores películas, y pocas páginas después relatar sin ambages sus argucias y disimulos a la hora de maquillar su cercanía con la cúpula nazi durante sus procesos de desnazificación, o el hecho de que utilizara gitanos privados de libertad como extras en otra de sus películas. Al final, llegué a experimentar cierto disfrute en este proceso tan contradictorio de admirar y detestar al mismo tiempo a un personaje sobre el que escribes. Es un ejercicio muy recomendable para un escritor.

¿Cuáles serían los mayores logros que Riefenstahl conquistó a lo largo de su dilatada trayectoria profesional?

Tenía un talento innato para el encuadre y el montaje. Barajaba las tomas de forma tan magistral que era capaz de conseguir efectos de contundente belleza y dramatismo. Jamás se conformaba con lo ya conocido, siempre indagaba nuevas maneras de filmar para llegar más lejos, para conseguir algo jamás intentado. Era enormemente creativa e innovadora, a la par que tiránica e implacable con sus subordinados, capaz de trabajar veinte horas diarias.

Puso todo este ímpetu y brillantez al servicio de su arte, a veces para bien, como en la película de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, que cambió para siempre la filmación deportiva y creó nuevas maneras de narrar las disciplinas olímpicas de forma emocionante, dramática y amena; y otras veces para mal, como en ‘El triunfo de la voluntad’ [1935], el documental que filmó sobre el congreso del Partido Nacionalsocialista de 1934, en el que logró plasmar al aparato nazi como una maquinaria perfecta de precisión y unidad absoluta en torno a su líder, Adolf Hitler, representado como un nuevo mesías destinado a salvar a Alemania y, por ende, a toda Europa.

Lo hizo de forma tan talentosa y sobresaliente que creó una iconografía del poder que ha prevalecido en nuestra memoria y ha sido utilizada posteriormente en numerosas ocasiones para recrear esa imagen de imperio inexpugnable.

Para conseguir todo esto ideó travellings circulares, contrapicados, tomas aéreas o elevadores para perspectivas impactantes y un montaje muy dinámico, técnicas que se han quedado para siempre en el lenguaje cinematográfico. Así logró filmar una película de propaganda de una potencia inédita, a cuyo hechizo y poder de persuasión era casi imposible escapar. Y lo hizo para encumbrar uno de los regímenes más perversos y criminales de la historia.

Como fotógrafa, realizó dos de los libros de fotografía más impactantes que se han publicado, ‘Die Nuba’ [1973] y ‘Die Nuba von Kau’ [1976], con instantáneas de una belleza apabullante tomadas en Sudán a los nativos de la desaparecida tribu Nuba. Fue un auténtico bombazo en los años 70 que la catapultó de nuevo a la primera fila del arte visual y también de la polémica.

Jes Lavado
Jes Lavado, autora de ‘Leni Riefenstahl. Expediente LR’ (Zut Ediciones). Fotografía cortesía de la escritora.

Riefenstahl tuvo que luchar media vida contra las acusaciones de ser afín al nazismo por la colaboración con el régimen. Al leer tus páginas, pensaba que ganar todos esos juicios y librarse de las condenas acusatorias fueron victorias mayores que su propia obra o, tal vez, parte de su obra; como si la puesta en escena de esos juicios formase parte del proyecto artístico vital de Riefenstahl, pues a pesar de los enormes escollos que fue encontrando siempre lograba salir a flote. ¿Cómo lo ves tú, que has indagado en profundidad?

Indudablemente, su pasado como compañera de viaje del régimen nazi le persiguió toda su vida. Jamás pudo volver a ejercer como directora de cine después de la guerra. Lo paradójico es que esta polémica también retroalimentaba el interés por su obra y mantenía viva a la propia obra. Pero yo no me atrevería a afirmar que esa persecución y sus victorias judiciales formen parte de su obra: aunque saliera airosa de muchos de los litigios e, incluso, aprendiese con el tiempo a sacarles rédito en forma de acuerdos e indemnizaciones, sin duda Leni Riefenstahl hubiera preferido eludirlos.

Llegó a padecer paranoia y manía persecutoria, y esa incesante batalla también le causó un considerable desgaste y tormento, llegando en algún momento a hundirla en la depresión. Muchos otros colaboradores anónimos de los nazis pasaron ese trago de forma menos onerosa, se fueron de rositas sin grandes penurias y no volvieron a ser importunados por la justicia, pero ella era un bocado jugoso para la prensa amarilla y difamarla podía ser un negocio rentable, además de una figura pública de gran proyección, así que la persecución fue implacable.

Por otro lado, también es cierto que salió muy bien librada del proceso definitivo de desnazificación, debido a que en ese momento el tribunal desconocía muchos datos sobre sus cuentas bancarias y las enormes cantidades de dinero que recibió de Goebbels y del propio Hitler, que décadas después se hicieron públicos, con lo que, a fin de cuentas, su calificación de compañera de viaje –que no implicaba ninguna condena penal, solo un reproche moral– fue un resultado muy benévolo considerando lo que se ha sabido después.

En cuanto a la puesta en escena a la que te refieres, Riefenstahl poseía una personalidad histriónica y dramática, muy dada a la sobreactuación y a aspavientos más propios de una película que de un juicio de verdad. Era su esencia. Recordemos que también era actriz y bailarina, ella se veía a sí misma como una estrella maltratada e incomprendida, la protagonista de una historia extraordinaria. Esto último, sin duda, nadie puede decir que no sea cierto.

Leni Riefenstahl junto a un miembro de la tribu Nuba.

Y al final de su vida (un final largo, hay que puntualizar) se obsesiona con los Nuba africanos, se instala a vivir con ellos, incluso establece lazos de cariño casi familiar. ¡Qué cambio más drástico! ¿Piensas que lo que pudo empezar como una huida hacia donde vivir tranquila se convirtió en algo parecido a un hogar? ¿Quería ser la nueva Karen Blixen?

En efecto, la persecución mediática y judicial hizo tanta mella en su salud mental y física que sus estancias en África supusieron para ella un oasis de paz y sanación, a pesar de la dureza de las condiciones físicas a las que se sometía.

Allí nadie sabía de su pasado, nadie sabía que era Leni Riefenstahl, y ella podía sentirse y ser una auténtica aventurera, una mujer arrojada y temeraria, una artista-exploradora entregada por completo a su misión, como en realidad ella se contemplaba y, seguramente, era la esencia de su espíritu. Allí se sintió tan en casa, tan en familia con sus amados nuba, de los que llegó a enamorarse, que barajó durante un tiempo construirse una casa y establecerse definitivamente en Sudán.

Pero, personalmente, creo que, en lo más profundo de su ser, su ego le impedía renunciar a Europa y dejar de ser la diva, la legendaria cineasta Leni Riefesntahl –en su momento, la mujer más poderosa de Alemania y, probablemente, la mejor directora de cine del siglo XX–. No podía renunciar a eso y dejar que el mundo se olvidara de ella mientras vivía como una ermitaña en una aldea recóndita de África.

Quizá por esta razón siempre acababa volviendo e intentando dar el campanazo una vez más. Su espíritu incansable la empujaba a intentar, una y otra vez, poner el mundo a sus pies, aunque eso supusiera convertirse en buzo a los setenta años o tener un accidente de helicóptero a los noventa.

Hasta su último aliento estuvo ideando proyectos y maneras de volver a brillar. Un brillo con múltiples matices, éxitos fulgurantes y zonas de gran turbiedad, pero, sin duda, una vida térmica que refleja muy bien el convulso siglo XX.