Javier Macipe

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‘La estrella azul’
Entrevista con su director Javier Macipe
Reparto: Pepe Lorente, Cuti Carabajal, Bruna Cursí, Marc Rodríguez, Catalina Sopelana, Mariela Carabajal, Noelia Verenice, Pablo Álvarez
Coproducción España-Argentina
España, 2023, 129 min.
Estreno: viernes 23 de febrero de 2024

Quizá no te suene de nada el nombre del director Javier Macipe. Quizá el nombre de Mauricio Aznar tampoco te diga nada de nada. Lo primero quizá tenga sentido. Hasta ahora, la carrera de Javier Macipe se circunscribía a sus trabajos dentro del mundo del cortometraje. Lo segundo se debe quizá a una injusticia histórica que el propio Macipe se ha propuesto corregir.

Con ‘La estrella azul’, el aragonés Javier Macipe buscar poner a su paisano Mauricio Aznar en el lugar de la historia que merece. Compañero de generación del también músico Enrique Bunbury, Mauricio creció musicalmente en aquella Zaragoza de los años 80 que se convirtió en uno de los centros menos reconocidos, pero más activos del panorama del rock español.

Como Bunbury, Mauricio formó varias bandas y compuso muy buenas canciones. El éxito y la aceptación del público llamó la atención de las discográficas que quisieron firmar un contrato con él. Pero Mauricio tenía otros planes. Su amor por la música lo situaba por encima de cualquier visión mercantilista de lo que él consideraba, antes que nada, un arte, un medio de expresión y comunicación.

Para Mauricio, una música sin alma no tenía mucho sentido. Huyendo de ese mundo, huyendo quizá incluso de sí mismo, un día cogió la mochila y se marchó a Argentina donde conoció a otros músicos, otra forma de entender su modo de expresión y hasta la vida.

Con todas esas experiencias, volvió a su Zaragoza natal con la idea de organizar un concierto con aquellos músicos a los que había conocido. Pero la burocracia institucional, aquella idea de la música como mero mercadeo chocó de nuevo con sus ambiciones. Este es el argumento de ‘La estrella azul’, opera prima de Javier Macipe que, tras pasar por festivales como San Sebastián, se estrena este fin de semana en salas comerciales.

Fotograma de ‘La estrella azul’, de Javier Macipe.

Para quien no lo conozca, ¿quién es Mauricio Aznar?

Bueno, Mauricio Aznar es un rockero aragonés que en los años 80 y 90 llegó a estar con su banda [Más birras] muy cerca del éxito nacional. Sus canciones llegaron a sonar en los 40 principales. De hecho, es autor de una canción muy conocida por una versión que hicieron Héroes del Silencio.

La única versión que hizo nunca Héroes del Silencio fue la canción [de Mauricio] ‘Apuesta por el Rock & Roll’. Pero su historia no es llamativa por eso, sino porque, en el momento en el que tuvo el contrato discográfico con una multinacional grande para llegar realmente a que su música sonara en la radio de todos los países, renunció a todo por un sueño quijotesco que consistió en traer una música que había conocido en un viaje que hizo por Argentina. Él quiso intentar ser vehículo y puente, y traer a unos músicos indígenas que había conocido allí. Es la historia de un Quijote.

El proyecto para llevar a una película la historia de Mauricio Aznar, tiene un curioso origen. Según has contado, estuvo primero en manos de Carlos Saura. Al final, ha caído en las tuyas. ¿Mucha responsabilidad?

(risas) Bueno, me lo contó su madre. Cuando yo la conocí, tenía 18 años. Entonces le había pedido permiso para incluir una canción de Mauricio en uno de mis primeros cortometrajes. Un día me invito a su casa y me dijo que se había reunido poco antes con Carlos Saura y que le había dicho que tenía interés por hacer esta película.

Sabes que a Carlos Saura le gustaba mucho la música y el folclore argentino. De hecho, tiene un documental sobre el folclore argentino [‘Zonda: Folclore argentino’, 2015]. Yo no sé si él quería hacer un documental o una ficción, pero, por lo que sea, no se habían entendido y ella me dijo: «Me gustaría que lo hicieras tú”.

Imagínate. Yo entonces estaba en primero de carrera, estudiando cine, y dije: “Hombre, ¿estás segura de que no es mejor Saura?” (risas) Le dije: “Yo ahora no me veo capacitado”. Y ella me respondió: “Puedo esperar, no hay ninguna prisa por hacer esto”. Y me estuvo esperando ocho años hasta que terminé de estudiar. Luego, hice unos cortometrajes que fueron muy bien, que tuvieron premios y tal, y ya pensé: “Bueno, ahora me veo capaz de empezar”. Sí, es un inicio curioso.

Fotograma de ‘La estrella azul’, de Javier Macipe.

¿Y sabes qué es lo que movió a la madre de Mauricio a contar contigo de esa manera tan directa, tan clara y confiada?

Pues, yo no sé qué vio en mí, la verdad. (risas) Creo que, simplemente, le caí bien. O a lo mejor vio en mí el ímpetu o la pasión por la obra de su hijo. Creo que, de alguna manera, lo que define mucho al personaje, a Mauricio, es esa apuesta por el rock & roll, lo que implica esa canción que habla de apostar por la vocación, de elegir los caminos del corazón.

Yo creo que ella vio en mí algo que resonaba a eso, a ese espíritu joven, no porque Saura no fuera una persona muy joven hasta el último momento de su vida. Saura hacía cosas muy modernas. Pero bueno, yo era joven de verdad. Físicamente. (risas)

La película es un proyecto que te ha costado sacar adelante 10 años. ¿Es difícil hacer una ópera prima en España de estas características?

Mira, yo no sé si hay muchas cosas realmente más difíciles que hacer una película. Mi hermano, que es ingeniero y conoce el mundo de la industria, me decía: «Yo creo que hacer una película es lo más difícil que he visto en mi vida”. De momento, es muy difícil conseguir el dinero para hacerla. Tienes que pasar mil pruebas.

Es como si tuvieras que pasar una oposición compuesta de 25 exámenes en los que, en todos ellos, se presentan 500 candidatos de los que solo sale uno. Hay mucha gente a la vez queriendo hacer películas y es mucho más fácil para un productor apostar por un director que ya ha hecho buenas películas que por uno nuevo.

En nuestro caso, además, se ha juntado una pandemia mundial que nos interrumpió el rodaje, con tres años parados, a lo que se añade una película entre dos continentes con escenas con cientos de extras, con música en directo… Es decir, tenía todos los retos posibles para convertirla en una cosa quijotesca, épica, al estilo de El Quijote de Terry Gilliam o pelis así.

Mauricio no es Bunbury, es decir, alguien que ya tendría una cierta popularidad o un conocimiento de su trabajo por parte de un público amplio. Aunque ya me has dado alguna pista, ¿por qué su historia es importante para ti o crees puede ser interesante para el espectador que va a encontrarse con ella?

La parte universal que tiene la historia (porque esta película creo que gusta incluso más al que entra al cine sin saber siquiera que hubo una persona real que la inspira) está contenida en esa apuesta por el rock & roll que te decía. En la vida todos nos vemos constantemente en la disyuntiva de hacer lo que nos pide el corazón o elegir un camino más práctico, más cómodo, menos arriesgado.

Al elegir un trabajo, al elegir qué vas a hacer mañana, constantemente tenemos que tomar esa decisión. Y a veces esa decisión se da de una manera muy trascendental. Yo creo que cualquier persona que ha visto la película reconecta con ese yo romántico que, en algún momento, todos hemos tenido.

De niños todos soñamos con algo y esta realidad tan pragmática, tan materialista en la que vivimos, te va como sepultando ese sueño o esa estrella que hay dentro de todos que nos instaría a seguir los caminos del corazón.

Fotograma de ‘La estrella azul’, de Javier Macipe.

A pesar de todo, Mauricio es uno de estos personajes que parece que están destinados a quedarse en el margen. Están las circunstancias, pero también hay un algo propio que les impele a quedarse ahí. De alguna manera, nunca saldrán del margen porque el margen es su sitio. ¿Cómo es esa vida en el margen?

Bueno, es que, como dices, realmente eso es casi lo que le define y lo que le hace merecedor de una película. Es un poco como la historia de Van Gogh o Kafka, esos grandes artistas que no perseguían el éxito. Al final, perseguir el éxito implica siempre un consumo de energía muy grande. Implica una serie de renuncias y adaptar un poco tu lenguaje a lo que pide el público.

Es muy difícil que eso no ocurra en cierta medida. A Mauricio eso no le importaba nada y, precisamente por eso, es un gran referente para mí, por eso mereció una película. Durante el rodaje siempre estábamos intentando pensar cómo sería traducir el espíritu de lo que él era en una película.

Cuando teníamos que tomar cualquiera de esas decisiones que estás tomando al hacer una película, si iluminamos así o así, si ponemos la cámara aquí o allí, siempre decíamos: «Venga, riesgo, rock and roll, busquemos lo anónimo, no aparentar y lucirnos como artistas, sino que sea la propia historia la que hable». Siempre intentamos traducir ese espíritu.

Estabas hablando y se me ha ocurrido que, en este contexto, quizá la película presenta a un extraño antagonista que podría ser el propio Enrique Bunbury, aunque no aparezca. Quizá ambos personajes están dialogando aquí de alguna manera.

(risas) No diría que es un antagonista. Casi te diría que es el complementario de lo que Mauricio podría haber sido. Son como dos caras de la misma historia. Yo creo que Enrique también es un grandísimo artista que ha seguido los caminos del corazón y que se ha visto varias veces en la misma disyuntiva de Mauricio. Por ejemplo, cuando tuvo que dejar los Héroes del Silencio y volver a empezar casi de cero. Lo que pasa es que la jugada le salió mejor.

Yo diría que el antagonista de esta película está mucho más representado por ese funcionario, por la burocracia, por esa persona gris que no entiende que tú tienes un sueño maravilloso, que hay una música que has traído de la otra parte del mundo que podría llegar realmente a miles de personas y que no llega porque hay una barrera, una persona que solo está mirando el euro, lo que va a recaudar, que solo está mirando con criterios materiales.

Fotograma de ‘La estrella azul’, de Javier Macipe.

En la película hay una reivindicación de la conexión entre España y Latinoamérica. ¿Crees que es necesario volver a restablecer esa conexión entre España y el sur hispanoamericano?

Yo desde luego pienso en mi propia historia, en ese ir y venir de Latinoamérica que he tenido que practicar, tanto porque estudié en Cuba como por un documental que hice en Ecuador y ahora por esta película, y creo que es algo que me ha marcado, que me ha enriquecido, que me ha hecho tomar otra perspectiva del mundo. Y considero que, si ha sido bueno para mí, podría ser bueno para cualquier persona.

Hay muchas cosas que aquí, en Europa, son diferentes, especialmente en la vivencia de la música. Que la música no sea solo un producto de consumo, un ruido que oímos a todas horas, sino que sea el centro de la familia, casi como una religión, un medio de comunicación, pero de verdad, de antiguas leyendas, de cuentos, algo que no muere y que hace perdurar ciertos mitos, ciertas historias.

Y como esto, tantas otras cosas. Es la manera de vivir el presente, de vivir las relaciones, sin tanta prisa, sin ir corriendo detrás de la agenda, sin estar mirando siempre al futuro, por decirte lo primero que me viene a la cabeza.

Tú hablas de la música, pero también en el cine, de alguna manera, ha pasado algo parecido. Parece que, en España ya no vemos tanto cine latinoamericano como en otros momentos. ¿Dirías que nos hemos desconectado?

Bueno, no sé si es una cuestión solo del puente o es que el propio cine latinoamericano está sufriendo mucho la invasión de las plataformas. Latinoamérica siempre ha sido el lugar de explotación de Norteamérica, ya sea para las cuestiones agrícolas o de minerales. Ahora estamos en la época en la que rodar en Latinoamérica es más barato.

En el caso, por ejemplo, de Argentina, que es el que yo conozco, se están rodando muchas series, lo cual, a priori, parece algo muy bueno. Dices: “Qué maravilla para la industria; llegan los americanos, dan dinero, etc.” Pero, de repente, resulta que quieres hacer una película independiente y no encuentras técnicos porque todos están haciendo series.

O los varemos de los sueldos vienen marcados por Hollywood y tú no puedes competir con eso. O las reglas sindicales, que también las está marcando Hollywood. Y una película independiente se hace de otra manera. Yo creo que eso está arrasando con el cine de autor y, por lo tanto, hay menos. Y como hay menos, también llega menos.

Fotograma de ‘La estrella azul’, de Javier Macipe.

En tu película tenemos a Pepe Lorente como protagonista, pero también has utilizado a actores no profesionales. ¿Cómo ha sido ese maridaje?

Pues en realidad lo más complicado fue la parte de él. El hecho de que él no pareciese un actor, porque los otros hacen de sí mismos y lo hacían muy bien (risas). Además, como son músicos, no tenían eso que a veces tienen los no actores que es el miedo, el nerviosismo a la hora de hablar en público, de ponerse delante de un equipo, etc. Es gente que está acostumbrada a cantar delante de 10.000 personas en un escenario.

El trabajo con ellos fue más bien una cuestión de conocernos, de que estuvieran naturales haciendo de sí mismos. En ese sentido, la manera de trabajar con Pepe consistió también en que conviviera mucho con ellos. Al final, a base de estar juntos, de hacer muchas improvisaciones, de vivir realmente en casa de Carlos Carabajal, de Cuti, todas esas relaciones acabaron siendo reales y no hubo que representar prácticamente nada, y así conseguimos que esa amistad que vemos en pantalla fuera verdadera.

Algo que me llama mucho la atención de la película es que, desde el principio y, sobre todo, al final, rompes con la llamada cuarta pared, rompes con la ficción de la ficción, mostrando en pantalla el propio guion de la película e, incluso, al equipo de rodaje. ¿Qué aportaba ese elemento a la película?

Para mí siempre hay algo un poco ridículo en los biopics que es eso de ver a alguien disfrazado de otra persona que sabes que no es él. A mí me parecía que eso se salvaba si quedaba claro desde el principio, si ves a un personaje poniéndose el traje de otro, el hecho de mostrar que vamos a hacer una representación.

Para mí es bonito porque tiene algo como de circo, de aquello de ponerte la nariz del payaso y decir: “Bueno, sé que esta persona está representando a otro”. A partir de ahí, ya te olvidas y entras en la historia. Y luego, para mí también era importante hablar de la trascendencia que tuvo la historia real de Mauricio en el propio equipo que, 20 años después, estaba haciendo una película sobre él. En ese sentido, se daban cosas muy bonitas, como ver a un técnico de sonido bailando una chacarera. Me parecía que eso también había que contarlo.

Cuando ves tu película, enseguida salen referentes como ‘Buenavista Social Club’ o ‘Searching for sugar man’. ¿En qué otras referencias te has inspirado? ¿O dijiste, “conozco estos referentes, pero yo voy a ir por otro lado”?

He visto muchas películas que se parecían en temática, también otras que me interesaban más por la forma. Una película que me marco mucho fue ‘Aquel querido mes de agosto’ [Miguel Gomes, 2008], por esa mezcla de ficción y documental. Pero también grandes películas del cine europeo como el cine de Angelopoulos o de Fellini por esa mezcla entre lo onírico y lo real, que es una parte que me parecía muy importante porque Mauricio era una persona muy fantasiosa, muy quijotesca, y ese no distinguir qué es lo real de lo fantástico está en esos directores.

O en David Lynch. Y luego he intentado ver bastante cine latinoamericano y argentino, como las películas de Sorin. O cine cubano, como ‘Memorias del subdesarrollo’, una película maravillosa. Y el cine de Kiarostami, que también me encanta, o de Kieslowski. Luego, también hay otras referencias que, en principio, no tienen nada que ver con nuestra película, pero que has ido viendo mientras escribías el guion. Vas pillando de todas partes.

Has llegado a comentar que en España no se hacen muchas películas de músicos. Es curioso que, teniendo una gran tradición musical, con personajes bastante potentes, no hayamos recurrido mucho a este tipo de biopics que sí amortizan los anglosajones, por ejemplo. ¿A qué crees tú que es debido este pudor que tenemos a hablar de nuestros artistas?

Yo creo que tiene que ver con que, en los años 60, 70 y 80 se hicieron algunos biopics que eran claramente películas para promocionar a algún grupo. Por decirlo de alguna manera, no eran películas para hacer una buena película. Como la película de los Hombres G, por ejemplo [‘Sufre mamón’]. No es que yo tenga nada contra ella. De hecho, la he visto mucho para tomar referencias. Pero como cinéfilo no te diría que es ‘Ocho y medio’ de Fellini.

Yo creo que algunas de esas películas quedaron marcadas como si fuera un género que bordeaba un poco el ridículo. Por otro lado, los españoles tenemos esa cosa de que no valoramos mucho lo propio. Una vez hablé con el rey de España y me dijo: «Tienes que tener cuidado porque los españoles somos mucho de que, cuando uno destaca, molesta».

En ese sentido, si haces una película para reivindicar a una banda, te vas a encontrar enseguida con los haters de la otra banda, porque aquí a veces se vive el rock and roll como si fuera el fútbol. Puede que haya algo relacionado con eso, pero no lo sé. Es una hipótesis que puede no tener nada de cierto.

¿Qué te daba el cine, como herramienta, para contar una historia de este tipo?

Bueno, sobre todo es que el cine es lo mío. Entonces, si me llega una historia no pienso en otro formato. Lo que tiene el cine es que creo que, de todas las artes, es la que más capacidad tiene de llegar al corazón de un público no necesariamente muy instruido y erudito. Es más difícil que cualquiera disfrute de ir a ver una exposición de arte abstracto, por decir algo.

Para mí esa capacidad de ser un arte muy popular es maravillosa. Y en el caso de esta figura, tenía mucho interés por dársela a conocer a mucha gente porque el ejemplo de Mauricio ha marcado mucho mi vida y me ha ayudado mucho a tomar buenas decisiones.

Pensé también en hacer una ficción, y no solo un documental, porque pensaba que, haciendo una buena película de ficción, podría llegar a más gente, no solo de España, sino de otros países. De hecho, ya está ocurriendo que se ha visto en otros países y se va a ver comercialmente en otros. Así que es por eso: por esa capacidad que tiene el cine de llegar lejos.

El rock fue, en su momento, un elemento muy nuestro, de una emocionalidad nacional muy fuerte. ¿Crees que se ha perdido para siempre o volverá en algún momento?

Bueno, siempre ha ocurrido que los jóvenes piensan que lo anterior a ellos era una mierda y los viejos siempre quieren que se vuelva a lo anterior. Ahora decimos «buah, ¡aquella época del rock & roll!». Pero yo veo que mis sobrinos viven con mucha intensidad el trap, por ejemplo, o la música más urbana.

Yo creo que el punk o el rock de entonces es el trap de ahora. Estamos en esa música y tampoco tiene sentido decir si la de antes era mejor o peor. Creo que siempre habrá movimientos y ciclos que serán diferentes. Quiero pensar que la música hecha desde Miami, el reguetón, es decir, esa música que está pensada solamente para vender un producto, sin nada de corazón, no arrasará con todo.

Creo que durante una época puede generar mucho ruido, pero, al final, siempre hay algo que renace como ese árbol que aparece en medio de las rocas. Siempre va a aparecer una música que sea un medio de expresión de los sentimientos.

Javier Macipe
Pepe Lorente, en un fotograma de ‘La estrella azul’, de Javier Macipe.