‘El diablo tras el jardín’, de Ginés S. Cutillas
Editorial Pre-Textos, 2021
«Lo único bueno que tuvo la muerte de mi abuelo fue el abrazo de Inma en la hora de Lengua». Tito es un niño de once años que vive en el Cabanyal con sus padres, él mecánico y ella ama de casa, y su hermano Ximo, tres años mayor. Perdidamente enamorado de su compañera Inma, atraviesa esa difusa frontera entre la pubertad y la adolescencia, a medida que pierde ingenuidad a cambio de descubrir los secretos que guardan los mayores.
Tito es el protagonista de ‘El diablo tras el jardín’ (Pre-Textos), de Ginés S. Cutillas, una deliciosa incursión en el mundo de la niñez cuando la inocencia sirve como moneda de cambio para comprar entradas al mayor espectáculo del mundo: el show de la vida.
“Siempre quise hacer un homenaje a mi barrio, a esa generación criada en sus calles, en pandillas, ese concepto que desaparece poco a poco”, dice Cutillas. “Salvando las distancias, Marsé hizo lo suyo con el Carmelo, Vicent con la Malvarrosa, y tantos otros. El Cabanyal merecía su propia novela. Los que crecimos en los ochenta se nos planteaban cada día conflictos en las calles que debíamos resolver sin ayuda de nuestros padres. Sin duda, somos una generación más despierta, más resolutiva que las actuales: teníamos que madurar antes a la fuerza”.
Las barcas tumbadas en la playa, la fábrica de cervezas El Águila, el bullicioso mercado, las calles Progreso y Eugenia Viñes, las gitanas echadoras de cartas… El barrio marinero de los ochenta es el escenario de una historia de formación o bildungsroman que atrapa desde las primeras líneas.
Tras la muerte de su abuelo materno, Tito y Ximo reciben en herencia una casa repleta de libros y una guía de lecturas que deben cumplir a cambio de una remuneración en metálico. Además de fascinantes historias, esos libros son el hilo de Ariadna que, a través de un laberinto de ficciones, les llevará hasta el mismísimo diablo: el que mora en el despacho del abuelo, más allá del jardín interior, junto a los demonios que pueblan su oscuro pasado.
“La ficción nos ayuda a sobrellevar la existencia, a escapar de nuestras realidades anodinas, muchas de ellas verdaderos infiernos. La literatura es sanadora en todos los sentidos, nos sitúa frente a un espejo para conocernos mejor, por medio de lo que Carlo Ginzburg llamó ‘imaginacion moral’, esa capacidad para ponernos en la piel del otro”.
Con ternura, humor y exquisita sensibilidad, Cutillas se sumerge en los claroscuros de la infancia. ¿Cómo le han ayudado sus propios recuerdos a componer el personaje? “Borges decía que pasada una extensión, todo cuento es autobiográfico. Las novelas se componen de recuerdos, de memoria, y ésta, a la fuerza, es mentirosa. Haz de rellenar con ficción aquellos huecos que deja. Por otra parte, es fácil recordar de dónde vengo, los primeros años de una vida marcan el resto”.
‘Cada secreto que guardas añade lastre a tu existencia’, cavila Tito cuando su hermano le cuenta que ha visto ducharse desnuda a su vecina. Y no es el único al que tiene que enfrentarse a lo largo de un verano y su último curso en el colegio antes de llegar al instituto.
“Cuando aprendes a gestionar los secretos quiere decir que has adquirido cierta responsabilidad al ser merecedor de la confianza por parte del que te los deposita. Cuantos más secretos albergas, más recorrido en la vida, y sí, claro, a la fuerza más sabio, o menos ingenuo, que al fin y al cabo es lo mismo”.
Tito y su grupo de amigos no leen de forma voluntaria, sino por la recompensa que supone para ellos. Prefieren ir al cine, desfogarse corriendo o experimentar con pequeños bichos, pero acaban enganchados e incluso montan funciones con los personajes de los libros. ¿Algún truco para hacer leer a los chicos de hoy? “Hay que ponerles el texto en la pantalla. De ahí que el microrrelato y el aforismo estén conociendo un éxito sin precedentes. El ser humano es lector por naturaleza, los medios pueden cambiar, pero lo que se cuenta es siempre lo mismo”.
Con esta novela Cutillas comienza una relación con la editorial Pre-Textos. “No se me ocurre mejor editorial para esta novela, por su temática, por ser valenciana, por su prestigio, por el amor incondicional y su manera de entender la literatura”.
Al frente de la revista Quimera, una de las pocas de contenido literario que ha sobrevivido al salto de siglo, considera que las claves de esa supervivencia «son sus lectores fieles, que han acompañado la aventura desde sus inicios. También los nuevos suscriptores que siguen la ola. Sin lectores, no habría revista».
Observador en primera línea del panorama que ofrece hoy la literatura, dictamina: “Vivimos un tiempo de cruce de géneros, no se busca tanto sorprender con los contenidos como con las formas. Hay una nueva generación nacida en los setenta que hibrida el ensayo con la ficción. Cada vez más los géneros puros se van diluyendo y dan paso a nuevas formas literarias”, concluye Ginés S. Cutillas.
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