150 aniversario del nacimiento de Blasco Ibáñez
‘Reescribiendo a Blasco’, de Generación Bibliocafé
Wayco
C / Gobernador Viejo, 29. Valencia
Viernes 26 de enero de 2018
A lo largo de su vida Blasco Ibáñez recibió un sinfín de homenajes y honores que culminaron en su multitudinario sepelio en Valencia, además de llegar a ser un hombre acaudalado. Excepto algunos fracasos puntuales como su fallido proyecto argentino, su trayectoria fue la del triunfador por antonomasia que destacó en múltiples facetas desde la política y el periodismo a la literatura y el amor. Sin embargo, tras su muerte la potente luz que irradiaba se fue debilitando y su figura quedó postergada en un puesto secundario en la historia de las letras.
Su 150 centenario celebrado el pasado año con la publicación de una serie de libros y varios eventos ha intentado sin mucho éxito revertir esa injusta situación. Pese al fervor que despertaba en las clases populares, Blasco nunca fue profeta en su tierra y la envidia que suscitaron sus éxitos en sus colegas de la pluma le pasaron factura. Masón, anticlerical y fiel a los ideales republicanos, despertó suspicacias tanto en los partidos de derechas como en los de izquierdas que condenaban su estilo de vida burgués. En los actuales libros de texto su presencia es anecdótica, casi insignificante y el centenario de su best seller, Los cuatro jinetes del Apocalípsis pasó sin pena ni gloria.
Pero los lectores de a pie de calle no olvida su memoria y así un grupo de escritores y jóvenes estudiantes de diseño se confabularon para, sin ningún apoyo institucional brindar su espontáneo homenaje al gran autor. El resultado es ‘Reescribiendo a Blasco’, una colección de 16 relatos y 17 ilustraciones en torno a su vida y obra que se presentará el 26 de enero en Wayco, en la calle Gobernador Viejo, 29. Los textos son obra de los miembros de Generación Bibliocafé y, aunque el tema era libre, curiosamente la mayoría se centraron en la faceta amorosa de Blasco en atención a su fama de mujeriego y su gran pasión por Elena de Ortúzar y Bulnes.
Las imágenes las ha aportado un grupo de alumnos de la asignatura Profesionalización y empleo en la ilustración y diseño gráfico, a cargo de la profesora de BBAA de la Universidad Politécnica, Victoria Cano. Entre los 20 proyectos presentados se eligieron 16 más el que por su originalidad se destinó a la portada, obra de Aarón Gabino.
El libro se cierra con El retrato del historiador José Antonio Vidal Castaño, autor de varios estudios sobre los maquis y la guerra civil española, que se pone en la piel de una nonagenaria Elena de Ortúzar y Bulnes para evocar una apasionada historia de amor. Blasco eludió muchos peligros incluso una bala que pudo acabar con su vida en un duelo, “pero nunca supo nunca escapar del atractivo fatal de las mujeres”, dice Vidal Castaño, “o mejor de ciertas mujeres y en particular de Elena de Ortúzar, la bella y enigmática hispano-chilena que pintara su fraternal compadre Joaquín Sorolla.
Sin dejar de eludir sus responsabilidades conyugales o, eso creía —siendo lo contrario— flirteó o coqueteó con algunas de las más deslumbrantes damas de su época. Pero lo de Elena fue distinto: una relación desbordante, compleja, adictiva, sujeta y sujetada a la vida de una mujer que buscaba y defendía un espacio propio. Una historia interminable, la de Vicente y Elena, de la que él no llegaría a escapar con vida. De eso va mi homenaje al escritor. De realidad y fantasía mezcladas, de historia y ficción revueltas como la literatura requiere”.
Alicia Muñoz Alabau también se ha transformado en otra mujer, en su caso en uno de los personajes de Flor de mayo, que en un monólogo interior titulado La Dolores recrea sus tribulaciones. “Elegí esta novela que narra la dura existencia de las familias que se dedicaban a la pesca por motivos personales ya que mi abuelo navegaba en uno de esos barcos y mi abuela, mi madre y mis tías se dedicaban a la venta de pescado”, cuenta Muñoz Alabau. “Así que mi homenaje a Blasco Ibáñez lo es también a mi familia materna”.
La obra maldita de Benjamín Blanch plantea un inquietante paralelismo entre pasado y presente en torno a una pieza teatral de Blasco, El juez que él mismo retiró de la circulación al coincidir su estreno con la muerte de su madre Ramona. “Desde el punto de vista literario lo que más admiro de Blasco son sus novelas de ambiente valenciano por la magnífica recreación de personajes, escenarios y ambiente de la sociedad valenciana de su época, que nos permite conocer y respetar nuestro pasado reciente”, dice Blanch. “También su capacidad de convocatoria y agitación del pueblo. La transmisión no solo escrita, sino oral, de los valores republicanos pisando los barrios y pueblos, la cercanía con la gente llana”.
Vidal Castaño también prefiere al Blasco Ibáñez más próximo, narrador de personajes y tensiones familiares, de paisajes y ambientes cercanos al lugar que le vio nacer. “Fue un cuentista genial, tan bueno como Gógol o Maupassant, salvando las diferencias. Sus relatos cortos son expresión de su capacidad para la síntesis y retrato social de formas arcaicas de convivencia teñidas de violencia. El melodrama impregna su naturalismo para formar una amalgama, un estilo con matices impresionistas moteados de barroquismo nativo. Lo mejor de su escritura está ya en sus Cuentos valencianos y en los relatos de La condenada y otros cuentos. Su costumbrismo es un tanto engañoso, los tipos y situaciones corrientes son tratados como universales. Sus novelas valencianas, con sus derramas pasionales como: Cañas y barro, Entre naranjos, La barraca, Flor de mayo o Arroz y tartana refuerzan esa dirección.
Muñoz Alabau destaca la labor que su literatura realiza como crónica social. “Sus obras más costumbristas están impregnadas de un sentido de denuncia, además de reflejar fielmente cómo vivían sus contemporáneos en distintos ámbitos económicos y sociales. Se adentra en los recovecos de las vidas de los personajes y dibuja un panorama exterior e interior de los mismos tan creíble que rezuma estilo cinematográfico”.
Bel Carrasco
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