#MAKMAMúsica
Fernando El Goyo
Artesano de cachabas
Taller de Albal, València
Es preciso acordarse de aquel anuncio de bebidas, de 2013, en el que un niño (Marco Sanz era el protagonista) abre un paquete y descubre loco de alegría que le han regalado un palo del tamaño de una baqueta, recto y tallado: “¡Un paaaaalo, un paaaalo!”. La cuña se hizo viral y pasó a formar parte de la colección de expresiones y coletillas sin sentido del imaginario pop español. No ha sido esa la única frikada con varas mediante, porque la historia de la ciencia y las leyendas amamantan algunos otros hitos.
También pudo gritar “¡un paaaalo!” Moisés cuando partió en dos el Mar Rojo con un bastón, cuando lo tiró al suelo ante los ojos de un faraón y se convirtió en serpiente, o cuando el palo del hermano, Aarón, que también tenía uno, se convirtió en un jardín vertical; Eratóstenes cuando calculó con precisión la circunferencia de la Tierra con una varilla o el adivino ciego Tiresias, agresor profesional de serpientes en pleno coito.
Es muy frecuente su uso en ritos ceremoniales, en danzas tradicionales y en el baile de algunos estilos flamencos, donde actúa como un complemento a la percusión y hace más vistosas las coreografías. Pero más aún se relaciona el bastón, la cachaba, con la comunidad gitana, a la que llaman ram kalí.
Fernando El Goyo (Albal, 1992) es uno de los jóvenes artesanos que mantiene viva esta tradición, que, a la manera de la usanza china –de Confucio, creador de una corriente filosófica y “de la confusión”, según aquella inolvidable aspirante a Miss Panamá 2009–, para los gitanos representa la sabiduría y el respeto por la vejez. En alguna que otra ocasión, también se emplea para imponer disciplina y como representación de la rectitud moral. Fernando no es gitano, pero la familia de su mujer sí.

“En mi familia, nadie se dedicaba a esto, pero me llevo muy bien con mi suegro y lo veía con 50 años y enganchado al móvil. Digo: ‘¿Qué hace el suegro tanto con el móvil?’. Y me dice: ‘Aquí, que estoy viendo cómo hacen las garrotas’. Porque en el TikTok se ha puesto un poquillo fuerte. Y, total, que vi que seguía a un hombre. Como soy muy avispa para esto de conseguir contactos, localicé el suyo y le dije a mi suegro que se pusiera al teléfono. Estuvimos hablando con él y le encargué tres garrotas, pero nunca me las hizo. Eso me motivó a buscarme la vida para hacerlas yo mismo”.
Fernando El Goyo nos recibe en el taller que ocupa una de las habitaciones de su casa, donde conviven muñecos de los ‘Gremlins’ con representaciones de todas las formas posibles de Camarón. Un cabezón preside la estancia y, cuando una cachaba está terminada, Fernando la acerca al busto para que la bendiga. Nunca pensó en convertir su recién descubierta pasión en un negocio, pero los números dan y se le da bien trabajarlas.
“Yo soy amante de la música, del flamenco, sobre todo. Entonces, pensé: ‘¿Cómo le puedo devolver el favor a alguien que ha hecho algo grande por ti?’. Pues, a un gitano, una cachaba le gusta. Así que le hice una a Duquende”.
El cantaor de Sabadell fue él mismo a Albal a recogerla y, con él, llegó el éxito del pequeño taller de artesanía. Así que se le puede considerar el primer embajador de la marca. “Al día siguiente, recibí un montón de mensajes: ‘Yo quiero una igual, yo otra, y otra…’. No me lo pensé más porque era una forma de ganarme el pan y darles de comer a mis dos niñas”.
Después de Duquende, fueron otros muchos célebres flamencos quienes desenvainaron la cachaba de la funda de plástico con la que Fernando las entrega. José El Ciego, Vicente Amigo, Capullo de Jerez, a los hermanos Farru, Farruquito y al menor de todos, el Carpeta; a David de Jacoba, a Rancapino hijo, los guitarristas Antonio Rey, el Habichuela y Paco Cepero…
Pero ¿es la cachaba un objeto para todo el mundo o, por ser un símbolo de autoridad y respeto, está restringido a ciertos dignatarios? “Si le das una cachaba a un niño, el niño, contento. Para mí, sí que hay una edad para llevarla, de 50 o 60, que les pega más. El requisito diría que tiene que ser la elegancia, el merecer respeto…, tener buena imagen. No es solo para patriarcas o arregladores, como se suele pensar”.

Fernando El Goyo trabaja por encargo y el boom de las cachabas le ha pillado trabajando bajo el flexo de la habitación convertida en obrador. Suele confeccionar una garrota cada dos días. “Hay hasta mujeres que hacen pedidos”. Al decirlo, señala un bastón gitano de color rosa. “Lo hago yo todo, desde la elección del material a los adornos…”. Hay cachabas por todas partes en distintas fases del proceso de fabricación: algunas con los colores de la bandera gitana, otras, muchísimas, con un pequeño busto de Camarón.
El remate del cantaor de San Fernando que corona los bastones sale del mismo molde a escala que la escultora Susana Ruiz Blanch utilizó para una estatua que había encargado del Ayuntamiento de Badalona, pero que no pagó, de modo que nunca se llegó a instalar en una plaza del barrio de San Roque, como estaba previsto. Las cachabas de Fernando también acabarán estampadas en el disco póstumo de Parrita, un torso del artista flamenco nacido en el barrio de Nazaret de València.
“A lo que aspiro es a hacer un trabajo que nadie intente regatear. Sé que las vendo más caras que otras personas, pero también que les doy más cariño que otras. Hay mucho esfuerzo detrás”. De hecho, las cachabas de Fernando no han acabado solo en el domicilio de figuras del flamenco. También en alguna de las estancias del palacio de la Zarzuela, residencia de la familia real española.

“Estaban mis padres con mi hermana almorzando en el mercado de Catarroja. Cuando ya habían pagado y se iban, la gente empezó a decir que el rey estaba por ahí en una de sus visitas después de la DANA, sin tele, sin nada, de incógnito con su familia. Yo llegué a comer a casa de mis padres y me contaron lo que habían visto. “Se la tendrías que regalar”, me dijo mi padre. Y, como soy un bicho…, no dije nada en ese momento. Cuando me fui, pensé cómo podía ponerme en contacto con ellos y me atendieron, me dieron la dirección y les envié una. Era una cachaba, digamos, más clásica. El corte que ha llevado un gitano siempre. Y le hice una con los colores de la bandera de València”.
“La idea era que, si la tiene colgada en algún sitio –continúa Fernando–, se acuerde de València. Que ya no salimos en la tele, pero aquí sigue toda la miseria. Hay familias que se han quedado sin nada. Era mi manera humilde de agradecer que no se nos olvide”.
Fernando El Goyo encontró en el algoritmo de las redes sociales su idea para montar un próspero negocio artesano y ahí es también donde expone y promociona su género. La cuenta @fernandoelgoyocachabas es su escaparate digital.

- Fernando El Goyo: las cachabas o bastones gitanos, una historia en cada nudo - 1 mayo, 2025
- El flamenco vuelve a prender en el Talia - 10 abril, 2025
- Poveda y Lorca, de las ruinas a la belleza - 26 marzo, 2025