Felipe Garín. Sorolla

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Felipe Garín, en los cielos junto a Sorolla | Salva Torres
MAKMA ISSUE #06 | Sorolla Poliédrico
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2023

Decía Séneca que convenía estudiar no para saber una cosa más, sino para saberla mejor. Y Felipe Garín, que en paz descanse, diríase que se apropió de la sentencia del filósofo romano, para ir dando cuenta de lo mucho que sabía en materia artística sin apenas levantar la voz, recordando con ello a otro gran pensador chino, Confucio, cuando dijo: “La educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz”.

Valga esta breve introducción para situar la figura de Felipe Garín, recientemente fallecido, en el marco de las reflexiones en torno a Joaquín Sorolla, de quien se celebra el centenario de su muerte. El que fuera director del Museo del Prado, del Instituto Cervantes en Roma o del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, dedicó numerosos artículos y libros a la obra de Sorolla y su época, dejando constancia sobrada de lo mucho que sabía del esquemáticamente denominado pintor de la luz.

Fue por ello que, nada más pensar en dedicarle este volumen monográfico a Joaquín Sorolla, nos dirigiéramos a Felipe Garín –con el que guardábamos una afectuosa amistad– para que escribiera un artículo sobre el pintor al que había dedicado tan profusas y profundas reflexiones. Quiso el malhadado destino que, a pesar de su interés, no pudiera, finalmente, llevar a cabo el texto, que ahora, a modo de homenaje póstumo, realizamos, tomando prestados algunos de sus pensamientos escritos sobre Sorolla, al que añadimos algunos otros derivados de conversaciones personales. 

Sorolla Poliédrico
Portada de MAKMA ISSUE #06 | Sorolla Poliédrico. Diseño: Marta Negre.

Con motivo de ‘Sorolla, apuntes en la arena’ (2016), cuando era director del Centre del Carme, y posteriormente con ‘Sorolla y la espiritualidad’ (2018), en Fundación Bancaja, pudimos intercambiar impresiones con Garín tras sus respectivas presentaciones ante los medios de comunicación. En la primera de ellas, paseando por entre las obras expuestas, dejó caer que Sorolla “pensaba con las manos”, recordando luego, al hilo de este comentario, las palabras de Ramón Pérez de Ayala: “Sorolla tenía un corazón maravillosamente dotado para los afectos”.

Afectos que Felipe Garín extendió a la que fuera la mujer del pintor, Clotilde García del Castillo, a quien Sorolla dedicó una serie de intensos epistolarios. De pronto, haciendo memoria, el que igualmente fuera director de la Academia de España en Roma empezó a recitar algunas de las emotivas palabras del genio valenciano a su esposa: “Todo mi cariño está reconcentrado en ti, y si bien los hijos son los hijos, tú eres para mí más…”.

Entonces, el profesor Garín se detuvo sin poder acabar la frase y, sin dejar de agitar su memoria, quedó en suspenso como quien se halla en trance siguiendo las huellas que conducen a cierto misterio sin resolver. Para mi sorpresa, en un correo electrónico ya bien caída la tarde, proseguía con aquella frase inacabada: “Eres mi carne, mi vida y mi cerebro, llenas el vacío que mi vida de hombre tenía antes de conocerte, eres mi ideal perpetuo”.  

Páginas interiores del artículo publicado en MAKMA ISSUE #06 | Sorolla Poliédrico.

Y es que a Felipe Garín, ya lo hemos dicho, le podía el saber tanto como a Sorolla le llenaba la pintura. De ahí que el artista, como recordara el historiador del arte, sintiera su profesión estrechamente ligada a su propia vida: “Pinto porque amo la pintura. Pintar para mí es un placer inmenso”.

Ese placer, asociado a la facilidad con la que pintaba sus obras, generó más de una controversia: la misma que genera la comedia con respecto al drama. Felipe Garín lo tenía muy claro y así lo dejó escrito –en comandita con Facundo Tomás– con motivo de los retratos de Joaquín Sorolla en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, texto al que nos remitió y del que ahora hacemos buen uso.

“Llama hoy la atención que se atacara al valenciano –no solo Baroja: era una opinión bastante común de sus detractores– por su facilidad de ejecución o su rapidez en la realización de las pinturas. ¡Como si ello fuera un defecto, y no una virtud! Hay que pensar que Sorolla no era rápido por casualidad, pues le había costado mucho trabajo llegar a esa velocidad de ejecución”.

En ese mismo texto, Garín prosigue con su alegato reivindicador de tamaña virtud: “Sorolla no nació pintando, aprendió el oficio; ello es particularmente relevante para entender lo injustificado de las críticas que recibiría después por su prodigiosa facilidad: da la impresión de que quienes las profirieron creían que era algo así como un don innato, en lugar de percatarse de que la rapidez y exactitud de la pincelada sorollista respondían a un proceso permanente de asimilación y discernimiento, de juicio y asentamiento de criterios que le permitían ir todo lo deprisa que su saber acumulado aconsejaba. Pero era un saber, no un don; el prodigio respondía al trabajo acumulado”.

Con respecto al cuadro ‘Yo soy el pan de la vida’ –ahora recuperado y expuesto en la Sala Sorolla del Museo de Bellas Artes de València–, Garín reconocía que se trata de una obra “extraña” dentro de su vasta producción, “porque la religión es un asunto no muy frecuente en su trayectoria. Él vive del mercado y a veces le piden cosas de este tipo, aunque pinta muy pocos cuadros religiosos, si bien éste terminará siendo el más emblemático de sus obras litúrgicas”.

“¿Era Sorolla un hombre religioso?”, le pregunté en esa misma exposición de la Fundación Bancaja. “Joaquín Sorolla era un hombre espiritual que veía con respeto el mundo de la religión y si no hizo más obras de esta índole es porque no se las pidieron. Tenía verdadera devoción por la Virgen de los Desamparados. Él era creyente, practicante a su manera, tal y como lo podía ser en esa época”.

Para concluir este escrito en homenaje a Felipe Garín, valiéndonos de sus profundos conocimientos sobre Sorolla, nada mejor que recordar otras palabras del pintor con respecto al placer que le proporcionaba su actividad artística, que entroncan perfectamente con el propio saber del que fuera catedrático de Historia del Arte de la Universitat Politècnica de València.

“Yo lo que quisiera es no emocionarme tanto, porque después de unas horas como hoy, me siento deshecho, agotado, no puedo con tanto placer, no lo resisto como antes, es que la pintura, cuando se siente, es superior a todo, he dicho mal, es el natural lo que es hermoso”. Unas palabras de Sorolla que parecen dichas a modo de epitafio de Felipe Garín, cuyo saber descansa, ahora y siempre, sobre aquella paz vinculada con la educación y la confianza evocadas por Confucio.

Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #06 | Sorolla Poliédrico, en noviembre de 2023.

Felipe Garín. Sorolla
Felipe Garín en el Centre del Carme. Foto: Miguel Lorenzo.