‘El rey del Perú’, de Juan Pedro Cosano
Editorial Espasa, 2020
La conquista de América fue una epopeya entreverada de luces y sombras. Una proeza que tuvo su lado oscuro. Los españoles llevaron al otro lado del Atlántico una tecnología superior y una religión que no practicaba sacrificios humanos, pero también microrganismos asesinos que diezmaron a la población nativa y una firme voluntad de dominio y sometimiento. Al margen de las polémicas, la memoria de la conquista es un filón inagotable de historias que muestran lo mejor y lo peor de la naturaleza humana.
‘El rey del Perú‘ (Espasa), de Juan Pedro Cosano, se suma a la ingente bibliografía que, en clave de ficción, recrea algunos episodios de ese proceso en torno a la figura de Gonzalo, el menor de los hermanos Pizarro y una joven inca que posee dones sobrenaturales. Basado en una exhaustivo proceso de documentación, el relato explica cómo un puñado de hombres, con sus perros y caballos, lograron vencer a cientos de miles aprovechando las disensiones intestinas entre las distintas facciones del pueblo inca. La historia está ambientada en parajes tan variados como Toledo, Trujillo, Sevilla, el Cuzco, la Ciudad de los Reyes, Quito, Cajamarca y Machu Picchu.
Espasa sugirió a Cosano que escribiese un relato de ficción sobre la conquista del Perú centrado en Francisca Pizarro Yupanqui, hija del gobernador y de la princesa inca Quispe Sisa, hija a su vez del emperador Huayna Cápac, después llamada Inés Huaylas, cuya efigie se puede ver en el palacio de los Pizarro en Trujillo. «El proyecto no cuajó porque Francisca era demasiado pequeña durante la conquista y resultaba difícil articular una historia que pivotase sobre ella. Mientras me documentaba sobre el tema, conocí en profundidad la figura de Gonzalo Pizarro, que me pareció tan turbadora como fascinante, y decidí centrar en él la novela».
Cosano describe a su personaje como un «hombre galante y apuesto, guerrero simpar, ambicioso y concupiscente, gobernador de Quito, explorador del Amazonas, buscador del País de la Canela, perseguidor del sueño de El Dorado, el capitán rebelde que se puso al frente de los encomenderos en contra de las Leyes Nuevas del rey Carlos y derrotó a su virrey y a sus ejércitos, hasta entonces invictos en el Tahuantinsuyo».
Los cuatro hermanos Pizarro formaban un equipo formidable. «El mayor, Francisco Pizarro, era hijo bastardo de Gonzalo Pizarro El Largo, capitán del ejército del rey. Hernando, grande, fuerte, tempestuoso, versado en armas y en letras, fue el único hijo legítimo y el único que muere en España. Gonzalo y Juan, hijos bastardos de una molinera llamada María Alonso, mueren en el Perú, al igual que el primogénito».
Un acierto de Cosano ha sido tejer la historia de Pizarro con las memorias imaginarias de una joven inca de alta cuna que describe desde dentro su civilización, sus dioses, sus costumbres y su forma de vida. «Nayaraq posee el don de lenguas y la capacidad de prever la muerte de personas cercanas a ella. Este segundo don marcará su vida, y gracias al primero conocerá a Gonzalo, cuando el rey Huáscar la manda como intérprete con una embajada hasta el campamento de los viracochas, como los incas llamaban a los españoles».
El autor reconoce que existe un paralelismo entre la joven inca y Malinche. «La diferencia radica en que Malinche no tenía excusas para su conducta, mientras que Nayaraq es consciente de que la destrucción de su imperio ha sido provocada tanto por la llegada de los españoles como por la guerra civil que mantienen en esa época los incas, cuando, después de la muerte de Huayna Cápac, dos de sus hijos, Huáscar y Atahualpa, descomponen el imperio en una guerra intestina. Si esa guerra civil inca no hubiese tenido lugar, la conquista no habría sido como fue».
Entre la grandeza y la miseria que convergen tanto en la conquista como en la cultura inca, Cosano hace hincapié en la grandeza de ambos pueblos. ¿No es eso una manipulación del pasado? «¿Es manipular la historia decir que España llevó a América la cultura europea, la lengua, la religión, los adelantos científicos, la rueda, la escritura, la medicina, las universidades, construcciones hermosísimas que aún perduran?», responde el escritor. «Hubo destrucción y hubo muerte, sí. Pero lo que nació de esa antítesis fue una mezcla de sangres y culturas que dieron lugar a lo que hoy existe en Sudamérica. ¿Y no es hermoso lo que allí existe?
La novela «sólo pretende distraer al lector», afirma Cosano, «pero si, además, sirve para que se clarifique de una vez por todas una leyenda que tiene más de bulo interesado que de verdad, bienvenida sea. España, en esa época, fue un Estado precursor de los derechos humanos. Todas las leyes, normas, ordenanzas que se dictan desde la corte de Carlos I y de sus sucesores tendían a proteger a los indios, las llamadas Leyes Nuevas, que son las que provocan el levantamiento de Gonzalo Pizarro. En esas leyes se predicaba la igualdad de todos los seres humanos, algo impensable entonces».
Sobre los movimientos anticolonización que derriban estatuas de Colón y otros héroes de la conquista, Cosano opina: «Es curioso que esos movimientos estén auspiciados por quienes, como ingleses y franceses, no se mezclaron con nadie, sino que se limitaron a exterminar a los nativos y a recluir en reservas a los pocos supervivientes. Por no hablar de lo que hicieron franceses, belgas, holandeses y demás en las colonias africanas», concluye Juan Pedro Cosano.
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