#MAKMALibros
Enrique Vila-Matas
‘Modo impostura’
Festival En otras palabras
CaixaForum València
Mayo de 2025
Nunca supe si Vila-Matas mentía. Caminaba despacio junto a Marta Carnicero y afirmaba que viniendo en un tren Barcelona-València había sufrido un apagón, semejante al ‘Gran Apagón’ de Barcelona, un acontecimiento presente en su última novela.
El autor había acudido a València para participar un debate sobre la impostura con la escritora de ‘Matrioskas’ en el Festival En otras palabras, organizado por CaixaForum València; en él defendió que los apagones le acontecían desde la publicación de ‘Canon de cámara oscura’, casi como acontece la lluvia en verano: con una gota en la frente que nadie sabe muy bien de dónde viene.
Aludiendo a Kierkegaard, del mismo modo al que alude Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), entre tantos otros autores, confieso a los lectores que un diálogo con un posible Denver-7 resulta un escenario imposible para quienes profesamos los saltos de fe.
Sus ojos no eran “como dos ovnis llenos de androides en dura y salvaje rebeldía en lo alto de la catalana montaña de Monserrat”, como los de Violet, uno de los personajes de la novela, pero parecían ocultar con la misma fidelidad ciertos secretos galácticos aún ajenos al resto de la humanidad. La novela es una indagación en la identidad del escritor mediante distintas voces narrativas que brotan a lo largo de su escritura: personajes, dobles, alter egos y androides conjugan una identidad múltiple donde los límites son difíciles de determinar.

“¿Cuándo se sintió escritor?” es la gran pregunta que recorre la novela. “Todo el libro es la búsqueda de dar con esta respuesta”, refrendaba el autor, que considera que ‘Canon de cámara oscura’ es el libro que sintetiza el resto de su obra. Según Vidal Escabia, el protagonista, en un mail meditado, pero del que se arrepiente nada más haberlo enviado, la respuesta es la siguiente: “El día en que, sin darme cuenta, traspasé la frontera casi invisible que separa una frase vulgar de una con un cierto toque literario”.
Vidal Escabia es un personaje plagado de ritualidad, sacraliza su canon y su forma de vivir la literatura. Al reflexionar sobre lo ritual en los procesos de lectura y escritura, Vila-Matas destacaba: “Lo que encubre el ritual diario del personaje narrador es, simplemente, un comentario puesto en escena de lo que es la pulsión de escritura. Evidentemente, el leer por las mañanas en un momento determinado, casi invariablemente, y sentir la pulsión de escribirlo. Ir también hacia el gabinete, hacia la luz, hacia mi mundo, es la descripción de la pulsión de escritura”.
A propósito del canon literario, cuya procedencia está estrechamente vinculada al nacionalismo, y sobre su papel en la construcción de la identidad, Vila-Matas revelaba: “Mi papel no sé cuál es. En concreto, en este libro, el tema de la identidad está siempre presente desde el punto de vista de la cantidad de voces que hay dentro de nosotros, como el libro explica; y al haber tantas voces es muy difícil tener una identidad compacta, fija. Es más, los escritores del siglo XX-XXI, los narradores pusieron en evidencia la dificultad de esa identidad compacta; y, en el caso de Pessoa o de Kafka, a través de la ficción reflejaban la imposibilidad de la escritura en su aspecto más personal, más único”.
Rescatando una cita de ‘Canon de cámara oscura’ –“Hay tantas posibilidades de salvación como escondites”– y poniendo el foco en la coyuntura sociopolítica europea, que también se menciona en algún fragmento del libro, de esos lugares donde esconderse, Vila-Matas manifestaba: “Escribir ya es esconderse, porque permite aislarse del contexto y crear un mundo propio; en un sótano, a ser posible”.
En cuanto a los principios de esta pasión por la literatura que, en consecuencia, se ha trasladado a sus obras en forma de collage –donde las citas de otros autores emergen y campan a sus anchas junto a los personajes que inventa el escritor, en una convivencia de ecos ajena a la temporalidad–, Vila-Matas declaraba que nadie le recuerda como un “niño extraordinariamente literario”. Fue como si él tampoco lo recordase, como le sucede a los androides de ‘Canon de cámara oscura’, que carecen de recuerdos de la infancia. De manera involuntaria, comencé a sospechar.

Respecto a las novelas que compusieron parte de su identidad, el novelista, entendiendo la parte por el todo, indicaba: “La identidad, como explico hoy en la conferencia sobre la impostura, y aparentar ser otro está entroncado en lo que es la literatura. No hay nada más parecido que hablar de literatura y hablar de impostura. La conferencia que doy hoy se llama ‘Escribir es hacerse pasar por otro’. Es inevitable”.
Además, sobre las obras que cita y que podrían constituir un canon de sus propias lecturas, apuntaba: “Deliberadamente, es el canon de otro, lo que no significa que haya algunos libros elegidos por mí que están en el canon. Hay cosas que son extrañas, pero que hay que comprender. Una es que no me gustan los cánones. Si he creado un libro como un canon que es un canon desplazado, marginal, hecho por un androide, es porque, realmente, no creo que tenga un canon personal, literario. Sí tengo que decir que, de los libros citados, ninguno me molesta en absoluto de los que aparecen en el libro; serían los canonizados por el androide, el narrador”.

Las referencias a Cervantes en la obra de Vila-Matas son ineludibles. La quema de libros de ‘El Quijote’ nos recuerda a este androide que canoniza novelas. ¿Qué hay de esa salvación quijotesca en su canon desplazado? El escritor aseguraba que había pensado en la obra. Sin embargo, añadía: “Siempre me dicen que soy metaliterario y no creo que sea metaliterario; soy un escritor inclasificable. Aunque hay metaliteratura en lo que hago porque ya estaba, evidentemente, en ‘El Quijote’, lo que pasa es que sobra la palabra ‘meta’. Basta con decir que ‘El Quijote’ es literario”.
La figura del poeta maldito parece despertar cierta controversia en los personajes de su novela. El autor sugería que los poetas malditos, hoy en día, son “aquellos a quienes no cita nadie; que, por buenos que sean, han sido olvidados”.
Atendiendo a las fronteras entre Vila-Matas, el autor y los personajes, refrendaba: “Uno es uno solo y es muchas cosas al mismo tiempo; es algo que ya está sabido. Aunque es cierto que hay tendencias a pensar que somos personajes únicos”. Con ese sens de vivre tan inmerso en lo literario que le identifica como autor, próximo a una valoración biográfica, desvelaba: “Me gusta mucho la vida que vivo a pesar de todo. Tampoco sé lo que es una vida corriente; me aterra pensar que hay vidas corrientes”.
A continuación, formulé la pregunta que implicaría el inicio de nuestra ruptura como interlocutores del principio de cooperación de Grice, que incide en que se espera determinado comportamiento de entre los interlocutores en un acto comunicativo y que me conduciría a sentirme como el Agente J (Will Smith) en ‘Men in Black’, descubriendo extraterrestres en cuerpos humanos. “¿Cuánto hay de Denver-7 en usted mismo?”. Un inescrutable Vila-Matas respondía: “Cada vez más, voy contestando a lo que me preguntan, a lo que me dicen por el libro; y cada vez refuerzo más la identidad de la voz inicial, que es la del Denver”.

Quise probar con cuál de las voces estaba conversando y propuse una pregunta a la que ya daba respuesta en su obra ‘París no se acaba nunca’, cuando le inquirí acerda de si participaría en un concurso de dobles de Hemingway. La respuesta fue insólita: me recordaba que ya había participado en uno y que había quedado último, siendo expulsado. Mi propio Mal Indefinido se revolvió: ¿se había convertido la entrevista en un desafío? ¿Acaso su voz ya estaba forjada en una multiplicidad identitaria y ese cuestionamiento validaba cada una de sus respuestas?
Por último, quise concluir con otro guiño a su obra, donde las últimas frases cobran relevancia a través de Cañeque. El autor me devolvió el guiño respondiendo con un “vale”. Así como concluía Camila Cañeque ‘La última frase’, concluyó nuestra entrevista.
No obstante, regresando a la novela, como Vidal Escabia, Vila-Matas había estado pensando en una respuesta mejor para el canon y los nacionalismos. Quizás, si hubiesen sido otras circunstancias, yo también habría podido recibir un correo con una respuesta diferente a la que me había dado en un inicio: “La búsqueda de la identidad no pasa por la búsqueda exclusiva de los nacionalismos”, anoté.
¿Cuántas posibilidades había de que, al repetir la pregunta de Violet al comenzar la entrevista, él se hubiese transformado en el androide? Lo más probable es que él ya lo fuese. En cambio, yo, sin meditarlo demasiado, había reproducido la voz de Violet.
Transcribiendo, he terminado reproduciendo la del autor, aunque haya estado tan tentada como muchos de homenajearle copiando su táctica de invención de entrevistas y jugar a ser otra, a adivinar cómo habrían sido las respuestas humanas sin la interferencia de los androides.

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