Mujer y Cine: En torno al deseo femenino. Conclusiones
Jornadas organizadas por la Asociación Cultural Trama y Fondo y Obra Social CAM
Colaboraron: iVAC-La Filmoteca, Universidad Cardenal Herrera-CEU, MuVIM, ESAT, MAKMA
Ponentes: Carmen Carceller, Jesús González Requena, Luis Martín Arias
Aula de Cultura La Llotgeta
Plaza del Mercado, 4. Valencia
Celebradas los días 10 y 11 de diciembre de 2013
“Hay un buen goce sublime frente a un mal goce siniestro”. Y ahora, según Jesús González Requena, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, predomina en los textos de nuestra contemporaneidad ese goce maligno que desemboca en la más pura crispación aniquiladora. “En Occidente, estamos fascinados por el mal”, por eso “Michael Haneke triunfa, porque nos convoca a disfrutar de esa maldad en su cine”. Tal y como sucede, por ejemplo, en La pianista, que junto a Jules y Jim, de François Truffaut, y Su juego favorito, de Howard Hawks, fueron las películas que permitieron anclar el debate en las jornadas que sobre el deseo femenino se celebraron esta semana en el Aula de Cultura La Llotgeta de Valencia.
“Cuando una civilización deja de creer en sus relatos fundadores tiende a desaparecer”, insistió González Requena, para quien los textos [los buenos relatos] “son las Arcas de Noé con las que surcamos lo real”, lo caótico del mundo. Y en el centro de ese caos, sitúa el catedrático de la Complutense a la diosa que emerge omnipotente en buena parte de las narraciones posmodernas. Luis Martín Arias, profesor de la Cátedra de Cine de la Universidad de Valladolid, puntualizó que el amor consistía en “contener la pulsión”, mientras que el deseo estaría “del lado de lo imaginario”. Deseo que en la mujer histérica le llevaría, según la psicoanalista Carmen Carceller, “a la insatisfacción”, mientras que al hombre le conduce al “deseo imposible”. Sólo hay amor allí donde “el goce condesciende al deseo”, precisó Carceller.
Mujer y Cine: En torno al deseo femenino reunió a los tres ponentes de la última jornada en una mesa redonda, que clausuró el encuentro y permitió abrir el debate al público. Que la mujer, en dos de las películas proyectadas (Jules y Jim, y La Pianista), se colocara del lado de ese goce siniestro, mientras una tercera (Su juego favorito) necesitara de todas sus artimañas femeninas para “pescar” al hombre que deseaba, suscitó en ocasiones encendida polémica. Pero lo cierto es que, tal y como apuntó Carmen Carceller, “el sujeto, para amar, tiene que estar en falta; caerse de su narcisismo”. Lo cual no es nada fácil, como se pudo comprobar en los diferentes análisis de las películas.
Películas que, en tanto textos que despliegan la subjetividad humana, revelaron esa tendencia al goce siniestro de la mujer colocada en el lugar de la reina o la diosa omnipotente. Diosa que es un eco de la madre naturaleza y de la madre patria, que tantas adoraciones y crispaciones provocan actualmente. “El estalinismo y el nazismo, que en el fondo venían a decir ‘si tú no eres la esencia del alemán o del comunista, entonces eres nuestro enemigo, son ejemplos que ahora vuelven a aflorar en diversas formas de adoración tribal”, admitieron, desde ángulos distintos, Martín Arias y González Requena. En lo que no estaban de acuerdo es en esa maldad que parece fascinar a nuestros contemporáneos. “No hay datos objetivos que lo confirmen y, en todo caso, vivimos gracias a la ciencia mejor ahora que hace años”, subrayó Martín Arias, insistiendo en todo momento que había que centrarse en “lo poético” y dejar de lado “lo ideológico”, en tanto fuente de prejuicios y escaso rigor de pensamiento.
“Del deseo femenino se parlotea, se hace palabrería ideológica”, que conviene evitar “siendo rigurosos ateniéndonos al análisis de los textos”. En todo caso, precisó que “deseamos lo que nos falta”, por lo que la mujer “está en falta” y desea lo que tiene el hombre, mientras que éste, “en tanto lo tiene, teme perderlo”. De ahí que el hombre pase “del horror a la adoración” de lo femenino. “En el romanticismo cundió el suicidio de varones fascinados por el adoramiento de esas diosas femeninas”, señaló González Requena. En el fondo de todo ello, anida la siguiente experiencia: “Fracasados en el amor que entran en pánico cuando se acercan a la mujer inalcanzable”. Y es que la mujer, en tanto “imago primordial” para ambos sexos, ya que ambos quedaron magnetizados por esa figura materna “suscitadora de todas las sinestesias y bálsamo para todas las excitaciones”, requiere de cierta “mascarada”. Carmen Carceller situó esta mascarada del lado de la industria de la moda, mientras González Requena apuntó hacia otro lado: “La mascarada es el fundamento de lo femenino, en tanto permite recubrir lo real y conformar esa figura deseable para el hombre”.
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