#MAKMAEntrevistas | Amaya Lubeigt (coreógrafa)

Amaya Lubeigt, asistente donostiarra, trabajó trece años como bailarina en una importante compañía de danza, después de pasar diez años como estudiante de danza profesional en Barcelona y Essen (Alemania), además de haber sido bailarina invitada en las compañías de danza teatro de Essen y Wuppertal.

Amaya Lubeigt y Wilfried van Poppel durante los ensayos de ‘Five Days to Dance’. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

A qué te dedicas? ¿Cuál es tu especialidad dentro de la danza?

Soy bailarina profesional de danza contemporánea y llevo muchos años haciendo danza-teatro como espectáculo. En primer lugar, durante varios años en Alemania, en la compañía Bremen Dance Teatro. Estuve allí trece años trabajando, aunque empecé a bailar cuando era pequeñita, y en el conservatorio hacía ballet, pero con doce años lo dejé y hasta los veinte no volví a empezar. 

Cuando digo a los veinte me refiero a que empecé a bailar en serio a partir de esa edad, puesto que primero hice dos años de baile como hobby y luego, a los veintidós, entré en el Instituto de Teatro de Barcelona.

¿Cuándo empezaste a hacer danza?

Hice la carrera profesional de danza contemporánea durante tres años, y antes de acabar me fui a Alemania, a Essen, a continuar los estudios allí, en La Folkwang Schule (Universidad Folkwang), la escuela que está relacionada con Pina Bausch. De hecho, cuando yo estudié allí ella era la directora artística. 

Años después, fue también en Essen donde empecé a trabajar, primero en la compañía de la escuela y luego me fui a Bremen Tanztheater, el teatro donde bailé todos esos años hasta 2007. Posteriormente, cuando acabé el contrato, dejé la compañía y empecé a ayudar a Wilfried van Poppel, a quien conocí en la compañía de danza de Bremen, quien se convirtió en mi marido y con quien tuve dos hijas. Él acabó antes que yo, salió antes de la compañía, y empezó a hacer coreografías y proyectos con jóvenes, sobre todo danza-teatro para niños o, mejor dicho, para todos los públicos. 

Años después yo dejé la compañía y empecé a ayudarle en esos proyectos de baile que hacía, simplemente por apoyarle, pero me gustó tanto que desde entonces (concretamente, desde 2008) trabajo colaborando con él en la compañía de The Loopers Dance Teathre, también llamada The Loopers Dance Together, ya que tiene las dos connotaciones. Primero empezamos a hacer obras más profesionales, que consistían en un grupo de expertos bailando para todos los públicos y, sobre todo, para los niños, pero más adelante los proyectos de ‘Five Days to Dance’ cogieron tanta fuerza que, a día de hoy, llevamos dos años sin poder bailar de manera profesional, ya que estamos haciendo de coreógrafos continuamente, realizando proyectos por todas partes.

¿Qué habéis venido a hacer en València? Háblame del proyecto que lleváis desarrollando durante un tiempo.

Estos días en València hemos hecho un proyecto llamado ‘Five Days to Dance’, que realmente son los trabajos que hacemos habitualmente. La historia u origen de este gran proyecto comienza cuando un amigo nuestro de hace muchos años que es periodista, que trabajaba en el antiguo Canal 9, y que hacía documentales, nos plantea lo siguiente: grabar un documental sobre nuestro trabajo, a lo que nosotros lo llamábamos «proyectos escolares de danza». Primero empezamos a hacer estos ensayos en España, “a ver qué pasaba’’. 

Representación de la coreografía ‘Parade’. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

Ese documental, que finalmente se llevó a cabo, se llamó ‘Five Days to Dance’. Se grabó en 2013 en Bremen, durante una semana, otra semana en un colegio de San Sebastián y, luego, se estrenó a finales de mayo de 2014. Tuvo mucho éxito en España, ya que estuvo en cartelera durante mucho tiempo en València y también en Barcelona. Precisamente, en la ciudad condal fue el documental del año en junio de 2014. Mucha gente lo vio, sobre todo muchos profesores de escuelas y padres de alumnos; desde entonces nos piden que vayamos a los centros escolares a hacer bailes con estudiantes. 

Por ello, desde ese momento tomó ese nombre, pero no siempre son escolares. Por ejemplo, cuando estuvimos en Galway (Irlanda) eran vacaciones de otoño, nada de trabajo académico. Lo que nunca cambia es el formato, son proyectos de una semana de duración de cinco a seis días; empezamos el lunes con un grupo nuevo de personas –treinta mínimo y ciento ochenta máximo–, aunque los grupos escolares suelen ser entre sesenta y ciento veinte, normalmente.

No obstante, tenemos uno o dos proyectos al año de unas ciento cincuenta personas. También hay escuelas que nos piden participación de alumnos de varios cursos, y no son proyectos optativos, sino que la escuela decide que los niños van a hacer este proyecto; todo nuestro equipo vamos allí y ocupamos todas sus horas escolares, y esa semana no tienen clases de ninguna otra materia. Simplemente, vienen por la mañana hasta que acaban el horario escolar (5-6 horas diarias) y el viernes o sábado, por la tarde o de la mañana, dependiendo de la disponibilidad del lugar donde actuarán los niños.

Ahora, en València hemos estado haciendo este proyecto de ‘Five Days to Dance’ con un grupo de ochenta niños y adolescentes de 3º de la ESO, que han aprendido una obra que toma el nombre de ‘Parade’, inspirada en una exposición que hubo sobre pintura alemana en Bremen hace unos años, cuyo pintor se llama Max Bergman. El Museo de Arte Contemporáneo de Bremen suele hacer colaboraciones con nosotros y es en estas exposiciones donde nos inspiramos para realizar nuestros proyectos, donde participa gente desde siete hasta setenta años. 

Representación de la obra ‘Parade’. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

De estas grandes obras sacamos otras más pequeñas de una media hora, cuarenta o cuarenta y cinco minutos de duración, según cómo se vaya a gestionar la obra. Tenemos un repertorio de cinco obras para adolescentes y tres o así para niños, por lo que, según lo que nos pidan las escuelas, hacemos unos proyectos u otros, ya que los propios colegios nos piden que hagamos proyectos diferentes, nunca repetidos. 

En este caso, la obra ‘Parade’ hablaba sobre la identidad de los personajes que nos toca representar en la vida y cómo este cambio de personalidad no lo hacemos nosotros solamente, sino que nos toca representarlo como intérpretes de la propia obra. Pero cuando estos papeles cambian, cuando nos desprendemos de estos personajes, seguimos siendo nosotros mismos.

Volviendo al tema de que trabajamos con los niños, el lema que pusimos cuando hicimos el proyecto de Bremen fue ‘El mundo es un teatro, la vida es un teatro’, y jugamos un poco a representar los papeles. ‘Parade’ es una de las obras más locas, pero los niños lo vivieron con mucha diversión y genial desde el primer día, pensando: «¿Qué nos va a tocar hacer ahora?». Cuando les decimos que van a representar media hora de coreografía no se lo pueden creer, pero al final lo sacan con muchísimo éxito. 

¿De qué trataba la representación en el Monasterio de Sant Miquel del Reis?

En la escuela donde trabajamos en Valencia es Juan Comenius, es una cooperativa y tiene un 30% o más de niños con diferentes capacidades, tanto físicas como conjuntivas, intelectuales, ideológicas, socioculturales… Se trata de una escuela muy rica en diversidad. 

En el grupo donde hemos trabajado ahora había dos niñas con sillas de ruedas; una de ellas tenía una fuerte discapacidad, como si dijéramos que le era imposible el movimiento en cualquier parte del cuerpo, incluso la cabeza, pero eso sí, hablaba genial, era capaz de traducir del inglés al español cuando Wilfried hablaba en inglés. La discapacidad no ha significado para nada un problema, ha sido parte de la obra desde el primer segundo hasta el último, y protagonista en todo lo que hiciera falta; la otra niña sí que tenía movilidad en la parte de arriba del cuerpo, y también se impregnó de ideas para la coreografía.

Detalle de una de las niñas en silla de ruedas que también bailan. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

Los alumnos y compañeros son parte del grupo, no hay ninguna división, simplemente cada uno coge su sitio y va encontrando su posición, van ayudándose unos a otros. En la obra que hemos hecho hay partes que son fijas y que deben aprender, y hay otras donde ellos tienen que poner de sí mismos unos movimientos o poses que les pedimos, caracteres que han de elegir. Por otro lado, tienen que hacer también pequeñas coreografías en grupos reducidos con diferentes temas que les mandamos, y luego otros fragmentos eran más nuestra coreografía. En total salía una obra de unos treinta y cinco minutos o así, y el lugar donde actuamos era precioso e impresionante. El acto fue en una iglesia que ahora se usa para para actuaciones como este, pero lo nuestro era difícil de adaptar.

La verdad es que ha sido un reto muy grande no solo porque es un reto en sí mismo, sino porque además el hacer la obra de media hora con niños que no saben bailar y que la mayoría ni siquiera quieren hacerlo, es una aventura difícil. El truco está en ir conquistándoles para que llegue el viernes y la actuación vaya sobre ruedas. La semana es agotadora, pero día a día es como subir al Everest. Es impresionante. 

Los alumnos del Colegio Juan Comenius atentos a las explicaciones e indicaciones de los coreógrafos. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

Además, digo que es un reto porque el sitio en sí no es un teatro, tenía unas tres alturas que podíamos utilizar y lo que era el escenario era demasiado pequeño y ni siquiera tenía una rampa para subir las sillas de ruedas. Con lo cual delante del escenario había una explanada muy grande, pero tampoco era suficientemente grande como para que bailaran todos juntos. Además, si colocábamos al público abajo tampoco lo podían ver, así que tuvimos que hacerlo a tres alturas. La parte de arriba, la de abajo del escenario, y unas escaleras que también utilizamos, además de la parte del altar que tenía espacio como para bailar con un grupo más pequeño. En total, sumándole a todo ello, el pasillo que había entre los bancos, no spudimos arreglar en cuanto a la disposición de todos los alumnos. 

La obra, como he dicho, se titulaba ‘Parade’, quiere decir pasacalle, y es por ello por lo que en un momento las chicas hacen una especie de pasacalle con unos movimientos en fila, pasando entre el público: ha sido una obra muy artística, muy bonita, muy personal y preciosa. Y lo han bailado precioso, han defendido la obra como si fuera realmente suya, y estaban orgullosísimos. Lo han hecho con una entereza y grandeza que incluso a nosotros mismos nos han embelesado, aunque estamos súper acostumbrados a hacer estos proyectos, cada vez nos enamoran más los participantes.

Porque es nuestro trabajo, pero si se lo damos y ellos van haciendo lo suyo, al final brillan en el escenario, y por eso ha sido tan emocionante. Esto fue el viernes 15 de noviembre, y seguimos disfrutando con esto. Este tipo de proyectos los hacemos continuamente, la semana que viene nos vamos a Sardanyola (Barcelona) a hacer otro proyecto con otra obra, llamada ‘Voyage’, en otra escuela formada por noventa chavales de 3º de la ESO. 

Los alumnos del Colegio Juan Comenius en plena coreografía. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

Antes de venir a Valencia estuvimos en Galway, donde conocimos a Estíbaliz y, al final, fueron como treinta y tantos niños de diferentes edades, entre doce y dieciocho años, los que interpretaron la obra ‘Home sweet home’.

Con todo ello, en suma, nosotros vamos viajando de Alemania, a España, a Galway, estuvimos en Irlanda, vamos a ir a China, a Bruselas el año que viene, hemos estado en Palestina, en Corea, en Nigeria… Esta es nuestra vida: ir de lugar en lugar haciendo proyectos, disfrutando muchísimo y haciendo disfrutar a los demás, que es una maravilla.

¿Qué sientes al bailar?  

No sé. A ver, yo bailo muchas veces en muchas situaciones diferentes. No es lo mismo bailar cuando estás ensayando o enseñando una coreografía, que bailar libremente; yo bailo en cualquier momento, es algo muy natural e innato. 

La danza es algo muy natural y agradable, además de bonita. Cuando estoy en el escenario es más que eso, porque la sensación que siento mientras lo estoy haciendo me viene muy de dentro, es como si en mi interior creciera algo enorme, como si se hincharan todas las células, y como si al expulsarlo al exterior saliese el movimiento y la energía. Yo siento al público, a veces lo veo y otras no, según la iluminación, pero yo siempre sé que está ahí. Yo cuando hago danza crezco, me hago grande, y desde esa grandeza me empiezo a mover y sale toda esa energía preciosa como una cascada muy bonita que llega hasta el público y que sirve como regalo para ellos.

Además, como ellos se colocan en ese punto tan sensible, tan bonito, tan mágico de revivir eso que tú estás dando, esa relación que se tiene con el público es como si fuera una pared, donde tú tiraras la pelota y te devolvieran. Cuando ellos sienten lo que tú estás dando, automáticamente se ponen en ese punto, un punto muy del corazón, con mucha alegría profunda y bonita que da como resultado algo precioso e imposible de describir.

¿Hay algo que te haga sentir algo parecido a lo que experimentas cuando haces danza?

Lo que me hace sentir lo mismo es que desde muy jovencita aprendí a meditar, a estar conmigo misma, son esos momentos de intimidad y de alegría por dentro, profundos, los que me hacen sentir algo tan cercano a la danza. Cuando medito, estoy quieta y cuando bailo, me muevo. Quizás no es lo mismo, pero sí que viene de la misma fuente. 

Y no, no es la música, no es la música la que me hace bailar, no es el movimiento el que me hace bailar, sino lo que sale de dentro. Puede que haya un impulso ahí fuera, una propuesta, algo que oyes, pero normalmente es algo que sale de ti y que, luego al añadir la música que es maravillosa, se agranda aún más. A mí me gusta que sea el sentimiento profundo, no me gusta que sea la música la que me influya a hacer algo, a bailar una coreografía, sino que sea una idea, una sensación, algo que vaya definiendo.

Niños del colegio Juan Comenius saludando tras la representación en el Monasterio de Sant Miquel del Reis. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

Como digo, cuando se añade música se hace cada vez más grande, pero si no hay música para mí la danza es igual de preciosa, me encanta también bailar sin música.

Entonces sí, un maestro me enseñó a meditar y a sentirme bien conmigo misma, la misma sensación que tengo al bailar. Tanto cuando medito como cuando hago danza, lo siento y lo quiero regalar a los demás. Es la vida quieta y en movimiento, dejándola fluir, disfrutándola y agradeciéndola con toda mi alma en ambas situaciones.

¿Cuál es la situación de la danza hoy en día? Ya que, aunque sea un gran arte, es la disciplina menos valorada, generalmente.

Esta pregunta me cuesta mucho responderla, porque estamos tan metidos en lo que hacemos y he trabajado tanto con la danza, que siempre me cuesta hablar de ella, en general.

Pienso que vivir de la danza es realmente complicado para los bailarines, aunque hayamos estudiado muchísimos años y nos hayamos formado mucho, e incluso a pesar de que la gente empieza a bailar desde pequeña y después invierte muchas horas, mucha energía, mucho dinero, mucho de todo en hacerse profesional. 

En España las posibilidades de vivir de la danza profesionalmente como he vivido yo en Alemania, creo que son casi inexistentes, o el porcentaje es muy bajo. La gente cuando quiere vivir de la danza quiere hacer otros trabajos o, al menos, dar clases de baile para poder conseguir un buen sueldo al mes. Sin embargo, lo que es vivir de la danza, bailar estando en una compañía, con actuaciones, eventos, y luego un proyecto, una producción, como hemos hecho nosotros en Alemania, es súper difícil que suceda. 

No obstante, al mismo tiempo pienso que la danza en sí es una disciplina de verdad, una herramienta muy impresionante a nivel social, a nivel humano, con grandes posibilidades, porque con cualquier idea y mezcla de artes se puede utilizar. Nosotros por ejemplo en Alemania lo hemos vivido con un placer inmenso; el poder crear obras con todos los elementos que te puedas imaginar que tengas ganas de experimentar y poner juntos me parece que es un arte riquísimo aparte de ser una herramienta social, una pasada. 

Los proyectos que estamos haciendo ahora son tan bienvenidos en tantos aspectos, en tantos ámbitos sociales… Acabamos de venir de la cárcel de Barcelona, donde hemos estado trabajando con los presos de allí y ha sido una auténtica pasada, no solamente por lo bonito que ha sido el proyecto, sino por la aceptación, la apreciación, el cómo lo han sentido y vivido ellos, y todos los demás. Todos juntos, en verdad. Nosotros hicimos este proyecto con cuarenta o cincuenta presos, pero es que los cuatrocientos cincuenta presos restantes que estaban mirando, acogieron la actuación con una franqueza y con una veracidad gigante. En este caso era danza teatro y ellos no están acostumbrados a verlo, pero desde el primer momento no se movían un pelo, se quedaban embelesados, había una concentración increíble, una sensación de sincronización con lo que estaba pasando en el escenario, realmente inconcebible.

Tres de las alumnas del Colegio Juan Comenius durante la representación de danza-teatro ‘Parade’. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

Era una sensación tan potente y fuerte que pienso que la danza tiene muchísimas posibilidades, lo que pasa es que no está casi apoyada, no sé por qué, quizás porque los bailarines no sabemos comunicarlo tan bien como otras artes o porque no hemos luchado tanto. ¿Puede ser porque en la historia ha sido un arte más y hemos sido simplemente instrumentos de la élite? No lo sé. No sé por qué no está más en la sociedad, por qué no está tan aceptada o apoyada institucionalmente, pero al mismo tiempo también justo por este motivo de que no está tan apoyada, el alma de la danza es muy fuerte, es muy salvaje. Los que todavía queremos vivir del baile y llevarla a muchos lugares lo hacemos muy visceralmente, nos faltan medios, pero no nos falta pasión. 

Y sí, hay muchas disciplinas, hay muchas cosas que por institucionalizarlas a veces pierden esta fuerza que tiene la pasión cuando eres tú quien las mueve. Me parece que la danza tendría que estar muchísimo más apoyada porque de verdad es muy potente, pero con cuidado de no cortarnos las alas; porque la danza es un arte que de verdad necesita volar, no puede estar anclada a unas cadenas, tiene que ser libre. Eso sí, al mismo tiempo apoyada para que tengamos fuerza y no nos caigamos en medio.

¿Cómo definirías la danza en cinco palabras?

Pasión, desnudez, entrega, sensibilidad y magia.

Dentro de las cinco palabras que he elegido, he dicho desnudez, pero porque a mí me parece que nosotros al bailar estamos desnudos. Nada nos protege, no hay un instrumento, no hay algo, somos nosotros mismos tan a pelo que por eso la vergüenza es algo que nos impide sentirnos cómodos, porque realmente la gente te mira como si fuera un acuario, una pecera como si lis demás mirásemos desde fuera al piececito desde fuera, el pececillo solo puede nadar, no puede pensar lo que están pensando todos los que te están mirando, y te sientes como un pececito muy desnudito muy poquita cosa pero al mismo tiempo muy grande porque así somos los eres humanos, por fuera quizás pequeñitos pero por dentro muy grandes.

Para muchos niños y niñas, además de jóvenes, cuando colaboran en los proyectos anteriormente comentados, es la primera vez que toman contacto con la danza moderna y la danza teatro, e incluso con la música y el arte contemporáneo. El resultado es un enfoque diferente hacia el arte y la cultura.

Varios niños del Colegio Juan Comenius en un altar del Monasterio de Sant Miquel del Reis – Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

Con la experiencia sensorial de la expresión artística a través de la danza, los jóvenes ven cómo se les abre una nueva dimensión que fortalece su potencial como individuos, estimula su auto-confianza y les ayuda a la comunicación entre ellos. Amaya y Wilfried creen firmemente en el hecho de que la danza comunitaria puede afectar en la vida de los individuos y de las comunidades de una forma muy positiva.

¿Qué pregunta me haría a mí misma?

Esto siempre lo comento porque me impresiona mucho y al mismo tiempo me parece súper importante. Y es que cuando hacemos los proyectos, la implicación que necesitan los participantes cuando se está bailando es total, han de estar tan completamente concentrados en el presente, en lo que está sucediendo, y no con la cabeza en otras mil cosas, que se les exige mucho a los participantes, una intensidad de la que no están acostumbrados. Por lo tanto, lo que más les suele molestar al principio y lo que más miedo les da en realidad es tener vergüenza, que piensan que van a hacer el ridículo, que no les va a salir, se comparan unos con otros… Esas cosas, todos esos miedos capaces de eliminar.

Por este motivo, desde el principio Wilfried les dice que hay que poner la vergüenza en la basura, y se quedan solo con eso, con que la vergüenza se va a la basura. Y este es el primer reto. Este es el primer gran paso que tienen que dar, pero luego ya cuando van sintiéndose más contentos y seguros, el segundo día o incluso el primer día a mediodía, ya están mucho más a gusto.

No obstante, lo que más impide a los niños, sobre todo en las escuelas, es llevar adelante el proyecto. En realidad en cualquier ámbito de la vida, en cualquier cosa que hagan, siempre el problema al que se enfrentan es la falta de concentración, el ponerse en lo que están haciendo, y no estar distrayéndose con seiscientas otras cosas; esos jueguecitos, hacer lo mínimo para que nadie se dé cuenta… “Yo simplemente paso el día así, lo más liviano posible’’, “yo estaba ahí porque tenía que estar, pero bueno hago el mínimo y así no me canso tanto”. 

Los alumnos del Colegio Juan Comenius posando, felices, al final de la actuación. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

Este tipo de actitud que es lo que llevan normalmente en la clase, que es sobrellevar el día a día larguísimo, el hecho de que la escuela sea interminable y las asignaturas vayan una detrás de otra, un examen después de otro, es un estado de supervivencia. Esto para un espectáculo que tenemos que montar en cinco días con tantísimas personas no puede ser, necesitan concentrarse, implicarse al cien por cien, estar en lo que están, no sirve ese “me quito y los demás hacen el resto’’. Como dije en una de las preguntas anteriores que me hiciste, por un lado, creo personalmente que el movimiento es lo que tienes dentro de ti, eres tú quien mueves a tu cuerpo, no es que tu cuerpo dirige y tú vas detrás, sino que eres tú el que te implicas, el que mueves.

Por tanto, es obvio que a nivel físico es súper importante en la danza, porque mover el cuerpo es la única herramienta que tenemos, y no solo para bailar, sino para toda la vida, y no la usamos, no lo trabajamos, al final acabamos muy mermados de posibilidades, lo que hace que luego tengamos dolor, tengamos problemas… Eso a nivel físico y emocional, el movimiento es súper importante.

Si estás contigo mismo, las emociones van saliendo con ese movimiento, te vas liberando de congojas, de esas cosas que te pasan.  Eso sí, moverse por moverse tampoco es danza, si te mueves “por hacer algo’’ tampoco sirve, así que la danza hay que hacerla junto a las emociones, hay que poner esa emoción y sentimiento, esa sensación de llegar hasta el final, de sentir nuestro cuerpo y luego el espacio, a la hora de danzar.

No tienen ni idea, “¿para delante?’’ “¿para detrás?” “¿tengo sitio o no tengo sitio?’’ “Si me pongo en línea, luego no podré moverme’’, “bueno pues coge más espacio, ponte más delante, más detrás…’’ Toda la cuestión espacial que es imprescindible para la vida tampoco se trabaja en la escuela, entonces para ellos tantas personas compartiendo un espacio donde encima tienen que moverse, donde no están simplemente sentados en una silla, es muy complicado y muy difícil de vivirlo, la musicalidad ¡imagínate! Los movimientos no son 1,2,3,4, no tienen el mismo acento.

Varias alumnas interpretando la danza-teatro ‘Parade’ en el Monasterio de Sant Miquel del Reis. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

Nosotros al menos les ponemos retos muy grandes, la música que ponemos no es la que ellos escuchan normalmente, cuando nos piden esas músicas les decimos que las escuchan todo el rato, les decimos que las sigan escuchando en su casa si quieren, pero que nosotros venimos con un proyecto de fuera, un proyecto profesional, con una música específica para el mismo.

En este tipo de proyectos hay una profesionalidad, se utilizan muchos más elementos, hay mucha más variedad, entonces claro, la música que les ponemos no es “pum, pum, pum’’, tienen que aprender a oírla, a escucharla, a coger los acentos, a saber cuándo sube y baja, cuándo esperan…. Es enorme lo que tienen que aprender y para mí, en mi opinión, lo que más les ayuda y nos afecta en la sociedad es que es un proyecto, se trata de montar una coreografía, somos un montón de personas juntas, pero no es competitivo, no vamos a competir contra nadie, ni vamos a competir contra otro grupo, se acabó. 

No va a haber gente que brilla y otros que no, ni unos que ganen y otros que pierden, no, no y no. Lo nuestro es muy de unirnos para, juntos, conseguir un objetivo común, que es lo que necesitamos para el mundo, la vida, la sociedad, para que el día a día funcione, que todos encontremos el gran puzzle de la vida, donde cada uno va encontrando su sitio, se va moviendo en algún momento, va cogiendo diferentes responsabilidades.

Familiares, amigos y profesores de los alumnos del Colegio Juan Comenius que no quisieron perderse la gran actuación. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

Cada persona es igual de importante, si en algún momento estás abajo o estás en el medio o estás arriba, si en un puzzle estás en una esquina o estás en el medio o estás en cualquier sitio, eres importante estés donde estés. Si cada uno está en su sitio, todos juntos conseguimos que la imagen sea preciosa y maravillosa, y que cada uno se sienta bien.

Pues con el movimiento ocurre lo mismo: también se puede ejercitar con las clases de gimnasia, pero en estas clases y en el deporte en general, hay mucha competencia y mucha competitividad, al igual que en la escuela, donde, por desgracia, también te enseñan a que hay que ser el mejor, a ser demasiado exigente contigo mismo.

Cartel de la representación realizada por los alumnos. Fotografía de Paco Martí, director del Colegio Juan Comenius.

El hecho de saber el máximo de ti mismo es importantísimo, pero no hace falta que porque yo esté arriba, los otros tengan que estar abajo, sino que cada uno coge su sitio, si alguien tiene que liderar, lo lideras, pero no tienes que ser más importante que los demás. En ese momento tienes esa responsabilidad, es por ello por lo que esto me parece una riqueza impresionante, el hecho de que podamos traer proyectos de danza que se conviertan en mucho más que eso, en algo que se hace conjuntamente. Supongo que con las orquestas y con los coros pasará lo mismo, pero yo lo hablo desde mi persona, desde nuestro trabajo con la danza. 

Para muchos niños y niñas, además de jóvenes, esta será la primera vez que tomen contacto con la danza moderna y la danza teatro e incluso con la música contemporánea y el arte contemporáneo. El resultado es un enfoque diferente hacia el arte y la cultura. Con la experiencia sensorial de la expresión artística a través de la danza, los jóvenes ven como se les abre una nueva dimensión que fortalece su potencial como individuos, estimula su auto-confianza Y les ayuda a la comunicación entre ellos.Creemos que la danza comunitaria puede afectar en la vida de los individuos y de las comunidades de una forma muy positiva.

Irene Valdés