‘El efecto Frankenstein’, de Elia Barceló
Editorial Edebé, 2020
Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2020
Elia Barceló (Elda, Alicante, 1957) pertenece a esa estirpe de narradores para quienes contar historias es una necesidad tan ineludible como respirar. No les impulsa la fama, el reconocimiento y mucho menos el beneficio económico, sino el placer de crear mundos imaginarios en los que dar vida a sus personajes.
Con sólo seis o siete años embelesaba a sus amiguitas con sus invenciones, cambiaba los finales de las películas o ampliaba los diálogos que le gustaban, y así descubrió que los cuentos de miedo son los que más molan. Tras devorar ingentes cantidades de libros y filmes, se puso a escribir y no ha parado. Prolífica y versátil, Barceló frecuenta todos los géneros, desde la ciencia ficción a la novela histórica realista.
Un total de 30 títulos y más de 60 relatos dan fe de su productividad. A los numerosos premios recibidos se ha sumado este año el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por ‘El efecto Frankenstein’ (Edebé), homenaje al monstruo de Mary Shelley y alegato feminista. Nora y Max, dos jóvenes estudiantes de Medicina de distintas épocas -siglo XXI y XVIII- desafían las leyes del tiempo para entablar un idilio en la ciudad austriaca de Ingolstadt.
La distorsión temporal permite mostrar de forma muy gráfica las desigualdades de género y la creación del monstruo hace reflexionar sobre la necesidad de asumir las consecuencias de nuestros actos. También en 2020, Barceló lanza ‘La noche de plata’ (Roca Editorial), una trama policíaca ambientada en Viena.
Vampiros y zombies son los monstruos de nuestro tiempo. ¿Por qué Frankenstein?
Porque hace dos años fue el bicentenario de la publicación del ‘Frankenstein’ original de Mary Shelley y quería hacerle un homenaje. Y porque de vampiros (que me encantan) y zombies (que detesto), aunque puede obtenerse mucho placer de lectura, casi no se puede sacar ninguna enseñanza válida para enfrentarnos al presente y al futuro, mientras que Frankenstein tiene valiosas lecciones que darnos. Sobre todo la de que toda decisión trae aparejadas unas consecuencias que pueden ser terribles, y que somos responsables por nuestras creaciones.
Si hubiéramos aprendido más de Frankenstein, no estaríamos en la situación en que nos vemos ahora, con todo el planeta envenenado, el clima a punto de cambiar definitivamente, y tantas especies animales y vegetales extintas.
¿Hasta cuando cree que habrá que dar énfasis a los temas feministas?
Hasta que deje de ser necesario porque la realidad sea la que deseamos: que no haya diferencia en trato ni en salario ni en nada entre hombres y mujeres. Probablemente sea más largo de lo que creíamos en un principio, pero hay que continuar trabajando para que suceda y, sobre todo, para que no haya pasos atrás.
Lo que queremos es tan simple y tan evidente que no comprendo que haya que estar siempre enfatizando que no se trata de una lucha entre hombres y mujeres, sino que tanto unos como otras, si son personas inteligentes, encuentran absolutamente natural que no existan diferencias. No tiene ningún sentido que se trate de modo distinto a un bebé masculino y a un bebé femenino hasta convencerlos de que son casi especies diferentes.
¿Hay que poner cristales especiales en las gafas para escribir ficción destinada a niños y jóvenes?
No, en absoluto. Se escribe para personas que tienen menos experiencia de la vida porque tienen menos años, eso es todo; pero no se escribe ni para aleccionar, ni de arriba a abajo.
En mi caso, cuando escribo para jóvenes adultos, yo suelo ser un poco más optimista y esperanzadora, sobre todo en los finales, porque quiero animar a mis lectoras y lectores jóvenes a pensar en positivo, pero nunca miento haciendo ver que todo tiene arreglo o que, si uno desea algo de verdad, siempre lo va a conseguir, como hace el cine estadounidense. Eso solo crea frustración, porque no es cierto que todo sea cuestión de desearlo, sin más. A veces uso un recurso fantástico o mágico, eso sí.
Con más de 30 títulos publicados su trayectoria demuestra que en algunos casos la creatividad no tiene fecha de caducidad.
Así es. Yo produzco ideas como el champán burbujas. No todas son buenas ni llegan a verse entre dos tapas, pero siempre estoy imaginando historias sin tener que esforzarme particularmente. Escribir es mi manera de ser y estar en la vida. Me da placer, me ayuda a reflexionar, me sirve de refugio, me pone en contacto con los demás. Leer y escribir son básicos en mi existencia, y estoy enormemente agradecida por poder disfrutar de esas dos actividades.
Las autoras infunden savia nueva a la ciencia ficción contemporánea. Usted fue una de las pioneras en España. ¿Qué aporta al género la óptica femenina?
Muchísimo. Las mujeres añaden temas que hasta ahora nunca se habían visto en ciencia ficción, otros enfoques, incluso otra manera de formular y de usar la lengua…, y dan también paso a personajes con diferentes identidades de género. Nos estamos enriqueciendo día tras día y, como muestra, no hay más que ver que los premios, tanto en España como en otros países, recaen con cada vez mayor frecuencia en obras escritas por mujeres.
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