Oro, de Agustín Díaz Yanes
Estreno en cines
España. 2017
Díaz Yanes llevaba sin rodar una película nueve años, en los cuales no se le ha llorado demasiado. Ahora ha regresado con la fórmula que no tuvo buena acogida, que fue pasto de las críticas y que perdió bastantes millones de por medio, algo sumamente inteligente. ‘Alatriste’ se fundió 25 millones de euros y recuperó, a nivel mundial, 20. Ahora le han dado ocho millones para levantar un texto inédito de Pérez Reverte, pero el concepto se le asemeja.
Una buena aventura, con personajes bien perfilados, pero que se va desdibujando desde los primeros compases, con una historia de amor ridícula. Lo que siempre logra Reverte, que no Díaz Yanes, es radiografiar el extraño cainismo de los españoles, las diferencias culturales y sociales de las diferentes Españas, de los señoritos y los pobres, de la tozudez al sibaritismo.
Raúl Arévalo y Óscar Jaenada vinieron a València, una vez más a los Preestrenos del Festival Antonio Ferrandis, y pudimos hablar con ellos. Sentado en medio de los dos, Jaenada hablaba de los conflictos interregionales que se exponen en el filme. “Cuando uno está encerrado y ves el miedo por todas partes, pues se localiza más y cada vez se hace más pequeño hasta llegar a la autonomía como defensa. Es el miedo, la poca cultura, la situación de estos hombres que, sin tener ninguna cartografía, ningún registro de la fauna y la flora del lugar, pues van a saco a por algo que es lo único que les importa, que es lo único que han ido a hacer allí», cuenta Jaenada. «Y ese miedo de no saber lo que se van a cruzar hace que te salgan cosas muy primigenias, como el yo soy de aquí y tú no, pero es totalmente fruto del miedo y la poca cultura”, sentencia el catalán.
La historia no solo habla de la búsqueda del oro, eso es el MacGuffin del filme, lo relevante, lo que se cuestiona aquí, es el sueño de salir de la pobreza escapando de tu país de origen y viajando a otro lugar, en este caso El Dorado, en busca de la gloria, la fama y la riqueza. Una historia que se repite a lo largo de los siglos en España; ahora lo vemos en los jóvenes, y no tan jóvenes, que emigran, en lo que la ministra de trabajo, Fátima Báñez, denominó “movilidad laboral”.
A este respecto, Raúl Arévalo, que se encontraba a mi diestra, comentó: “Era gente que aquí en España se moría de hambre muy joven, que trabajaba en el campo, que eran ex soldados, que no tenían dónde caerse muertos y que en los escritos de la época decían que allí había oro y ríos de perlas (…) Se iban en busca de fama y sobre todo fortuna y, cuando llegaban allí, se daban cuenta que no había esto”.
El filme podría haber sido un trabajo con un mayor grado de acción, pero las escenas que intentan mostrarnos la brutalidad de las escaramuzas de la época, se pierden en movimientos de cámara rápidos y temblorosos, que se van repitiendo a lo largo de la duración de la historia, y que a base de reincidir en dicho recurso, no solo no aporta nada sino que aburre. Un elemento que se percibe desde el principio es el aparente buen rollo que se desprende en los personajes. El rodaje nos comentaron que se realizó básicamente en Canarias, con algunas escenas sueltas en Sevilla, así que tuvo que ser muy entretenido por los maravillosos (estos sí) decorados y el fantástico vestuario.
“Fue muy divertido. De esos rodajes que son duros pero son los que más recuerdas -sonríe Arévalo-. Una convivencia muy buena entre todos y complicado -aquí tuerce el gesto-. Doce horas de rodaje, llenos de barro, llenos de sudor, mojados todo el día. Cansados y agotados, pero eso ayudaba mucho para trabajar estos personajes, aparte del maquillaje, la peluquería y el vestuario tan maravillosos. La cara de cansados muchas veces era real”, sentencia.
Se pueden sacar de esta película cosas positivas: como por ejemplo, que en España, pese a los batacazos en taquilla, se siga apostando por géneros ajenos a lo más común. Charlamos un rato con los actores de esto y sonríen, sabiendo que lo que tiene éxito en este país (no siempre, por suerte) son las comedias. “Lo interesante es que hayan productores», comenta Jaenada; «televisiones o plataformas que apuesten por historias diferentes, géneros diferentes y formas de contar diferentes”, concluye Arévalo.
Seguimos agradeciendo que Pau Gómez y Eva Montesinos sigan apostando por el cine español y por los preestrenos en esta ciudad, algo más que necesario.
Javier Caro
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