Duquende

#MAKMAMúsica
Panorama flamenco. Duquende
Duquende (cante), Paco Soto (guitarra) y Juan Carmona (percusión)
Teatro Olympia
San Vicente Mártir 44, València
25 de octubre de 2022

El taxi para justo debajo de la marquesina del Teatro Olympia, donde Juan Rafael Cortés Santiago, Duquende (Sabadell, 1965), arrancará a cantar “flamenco flamenco”, sonidos extraídos de las profundidades de una garganta que parece envuelta en plástico para que no se estropee hasta que llegue el momento. Sobre las tablas ya andan probando sonido el guitarrista Paco Soto y Juan Carmona, al cajón.

Para el catalán lo importante se dice en el escenario. Desde el pico de la silla lanzará un primer quejío que agrietará el silencio espeso de un auditorio aún vacío, una salva afinada, imponente y casi animal como la de las bulerías que abren, con la voz de Duquende, el álbum ‘Cómplices’ de Chicuelo. A pie llano, tiene la habilidad de que todas las frases acaben en pregunta -«¿no?, ¿eh?»-, como esperando confirmación o pidiendo permiso para hacerse audibles.

Duquende fue durante décadas el más aventajado de los discípulos de la escuela camaronera, que en tiempos tuvo sus imitadores y cofrades. Esa encarnadura en el de la Isla, con la herencia del mito corriéndole paralela, empieza por las manos, donde tiene tatuadas la estrella de David y la luna mora, y se mueve como una corriente eléctrica en su biografía. Un día Camarón lo hizo subir a un recital y le acompañó a la guitarra.

Duquende, en un momento de la entrevista. Foto: Sergio Lacedonia.

“Era muy chiquetico, rubio, casi transparente y con mucho miedo”. Donde parecía que empezaba una carrera, se instaló un parón que solo deshizo ya crecido, a finales de los ochenta. Desde entonces Paco de Lucía lo reclamó para sentarlo a su vera y el de Sabadell lo acompañó como fiel escudero hasta el final, hasta el único recinto vedado: el de la muerte y la eternidad. Desde 1988 Duquende ha publicado nueve discos.

Por el cambio de aspecto, de un tiempo a esta parte parece que Duquende tenga un doble. ¿Es por consejo o por iniciativa propia?

Poco a poco uno va creando su personaje, se acomoda en su estilo, con una forma propia de vestir. Ya tengo una edad y muchos momentos vividos, así que intento vestir bien, llevar mi sombrero…

Nos han dicho que llegar y cantar en el Teatro Olympia te imponía, como si no acabaras de creértelo.

El teatro es precioso y actuar aquí es un honor, estoy muy contento. No es que sienta reparo ni vértigo, porque he hecho los mejores teatros del mundo con Paco de Lucía. Pero provoca impresión y al mismo tiempo satisfacción poder sentir al público tan cerca. Fíjate donde está la primera fila (señala). Tener todas esas caras a unos metros da un poco de respeto.

Nada que ver con aquel concierto que diste en una discoteca de un pueblo de Valencia con Chicuelo, con la gente ya no cerca, sino encima, y los dos con cara de perro y ganas de salir corriendo.

En esta vida hay que hacer de todo. Imagínate. Había casi más gente a nuestro lado dando palmas que en la pista mirando. A veces es muy incómodo cantar y tocar en esas condiciones.

Tomatito, Chicuelo, Paco de Lucía y ahora otro Paco, Soto, han sido los guitarristas con los que más tiempo has pasado. ¿Qué has aprendido de cada uno?
Con Paco de Lucía siempre tuve una relación especial, porque me pasé cantando para él toda mi juventud. Veinte años. De él aprendí hasta los andares. Solo con verlo caminar se notaba que era un artista. Todo el tiempo que estuve con él presté muchísima atención a los consejos. Oír cantar a la guitarra de Paco ha enriquecido mucho mi cante. Siempre intentaba estar al cien por cien, como hago ahora, aunque esté malillo, resfriado. El escenario es una responsabilidad y uno tiene que dar todo lo que tiene.

Duquende, durante su actuación en el Teatro Olympia. Foto: Sergio Lacedonia.

¿Y del resto?

Con Tomatito siempre estaré agradecido por el disco que sacamos. De Paco Soto me gusta mucho cómo compone y que es muy fácil trabajar con él. Con Chicuelo, y también Miguel Poveda, hicimos cosas muy interesantes, mezclas con otros estilos del mundo…

Dices que tu madre te enseñó a cantar por granaínas y malagueñas cuando eras pequeño.

Mi madre no se dedicaba al cante, pero era una gran aficionada al flamenco. Sabía mucho porque su padre también cantaba y tocaba la guitarra. En mi casa era una tradición y los que hemos llegado detrás hemos seguido con ella.

Decías que a Paco se le notaba que era artista hasta al andar. ¿Cómo es vivir flamenco?

Más que algo cultural, creo que es una condición que se te da al nacer. Yo nací flamenco y moriré flamenco. No lo puedo cambiar. Puedo grabar temas de Alejandro Sanz, Leonard Cohen o de quien sea, pero desde mi punto de vista. Es un placer mezclar mi forma de hacer el flamenco con otras músicas. Es verdad que cuando me cae un trabajo de estos que no es flamenco al principio me asusto un poco, no sé por dónde cogerlo. Una vez le pongo mi voz y mi corazón lo hago mío. Todo lo que se hace de corazón acaba siendo bello.

Has hecho también unos tangos con Omar Montes.  

Me gusta mucho cómo ha quedado. Hemos hecho cada uno lo que sabe: él cantar reggaetón y yo unos tangos por derecho. A él le gusta mucho el flamenco; a mí el reggaetón no tanto, pero hemos sabido encajar los dos estilos.

Duquende, en un momento de la entrevista. Foto: Sergio Lacedonia.

¿Qué tiene Duquende que no tenga Juan Rafael Cortés Santiago?

Podemos decir que son dos personas diferentes pero que se complementan. El que se presenta en el escenario es más valiente, digamos; en cuanto pongo un pie y abro la boca me concentro en el cante, en la voz, ahí Juan Rafael deja de existir y prácticamente desaparece todo el mundo, me elevo. En la calle soy más tímido, no tengo esa fortaleza y paso más desapercibido.

Te descubrió Camarón y a ti empezaron a llamarte el Camaroncillo. Luego se te reconocía en todas las crónicas como heredero del genio de San Fernando. Tú mismo cuentas que de pequeño ibas al peluquero con un retrato de José para que te dejaran igual que a él. ¿Preferirías que esa influencia estuviera ya naturalizada, que no se incidiera cada vez en ella, o está bien así? 

Es un piropazo que mi forma de cantar recuerde a la del maestro, el mejor que ha habido. Para mí ha sido el mejor y el que más ha hecho. Pero desde el disco ‘Samaruco’ he ido descubriendo mi propio estilo. No se puede negar que vengo de la misma raíz que Camarón, pero cuando abro la boca todo el mundo sabe que soy Duquende, cuál es mi carácter.

Es otra fragua…

Es otra fragua, sí. Pero vamos, no me puede molestar se me relacione con Camarón cada vez que se habla de mí.

Duquende
Duquende, tras la entrevista. Foto: Sergio Lacedonia.