Concha Piquer

#MAKMALibros
‘Retrato de una mujer moderna’, de Manuel Vicent
Editorial Alfaguara
‘En tierra extraña’, de José Luis Rubio
‘Doña Concha: la rosa y la espina’, de Carla Berrocal
Reservoir books

Hay personajes tipo meteorito, estrellas fugaces que brillan y deslumbran durante un tiempo, pero cuyo fulgor se desvanece una vez concluido su trayecto vital, o incluso antes de su muerte. Otros, unos pocos elegidos por los dioses, son tipo asteroide y giran en torno al sol haciéndose ver en el firmamento de vez en cuando, según ciertos ciclos y patrones.

Desde Proust a Marilyn Monroe, por poner dos ejemplos de nombres célebres que, por su centenario y la película ‘Blonde’, han saltado al primer plano de la actualidad. En esa ilustre lista de personajes retornados hay que incluir por pleno derecho a la valenciana doña Concha Piquer –“paisaje sonoro de la posguerra española”, Manuel Vicent dixit-, que en la segunda década del siglo XXI se ha convertido en icono cultural por obra y gracia del mismo Vicent, el dramaturgo Juan Carlos Rubio y la ilustradora Carla Berrocal.

El escritor Manuel Vicent. Foto: Cristóbal Manuel. Ediciones El País.

La biografía imaginaria del escritor valenciano, ‘Retrato de una mujer moderna’ (Alfaguara), la obra teatral ‘En tierra extraña’, de Rubio, y el cómic ‘Doña Concha: La rosa y la espina’ (Reservoir books), de Berrocal, muestran en distintos formatos fragmentos de la vida íntima y pública de una mujer excepcional. Ahora, solo falta una película o serie que rememore su vida. No sería fácil encontrar una actriz que la encarnara, pero la magia del cine hace milagros. 

¿A qué se debe la pervivencia de la tonadillera en nuestro tiempo, esa fascinación que despierta su figura? Que fuera una cantante famosa no es suficiente explicación, pues también lo fueron sus eternas rivales, como Pastora Imperio, la Argentinita, Imperio Argentina, Goya…

Es evidente que la clave se encuentra en su vida de fuertes claroscuros, en la que el éxito artístico y profesional contrasta con los dramas que sufrió por la pérdida de dos bebés, sus amores prohibidos y la tensión continua por seguir en el candelero. Y ahí reside especialmente su caracter de mujer adelantada a su tiempo.

Si alguien hubiera escrito como real la historia de una chica de origen muy humilde de la huerta valenciana que, a principios del siglo XX y con solo trece años, triunfa cantando y bailando en los teatros de Broadway sin saber ni siquiera hablar inglés, hubiera sido el hazmerreír. Pero ya sabemos que la realidad supera a la ficción.

Y fundiendo ambas, Manuel Vicent responde en el título de su último libro la a cuestión planteada sobre el porqué de la vigencia de la Piquer: ‘Retrato de una mujer moderna’ (Alfaguara). Porque ella fue una mujer moderna y adelantada a su época, que se desenvolvió con destreza en una sociedad profundamente machista.

Paradójicamente, le benefició el hecho ser de familia humilde, pues de haber nacido en un entorno burgués, sus padres no le hubieran permitido iniciar tan joven su carrera. A ese origen se unía un caracter fuerte y arriscado, la única cantante del gremio que osaba desafiar al régimen y cantar ‘Ojos verdes’ sin censura, aunque cada vez tuviera que pagar la multa correspondiente.

Viñetas de ‘Doña Concha’, de Carla Berrocal.

Combinando historia, leyenda, memoria personal e imaginación, Vicent se adentra en las luces y sombras de la intensa peripecia de una mujer simpar, cuya imagen juvenil cubierta por un mantón de Manila ilustra la portada.

Empieza en blanco y negro o en blanco y rojo, con la imagen de una jovencísima artista que, en vísperas de la Navidad de 1924, en plena Ley Seca, camina con paso decidido y enérgico por las calles nevadas de Nueva York en busca de un farmacia para comprar vino con el que celebrar una fiesta.

Y en el siguiente capítulo vemos a esa misma joven defendiéndose valientemente de un caricato reprimido que la intenta violar. ¿Lo mató de un golpe en la cabeza o solo quedó inconsciente?

Contar la vida de Concha Piquer le sirve a Vicent de pretexto para intercalar vibrantes escenas de la Valencia huertana de principios de siglo XX, de la Madrid republicana y luego de la de posguerra, el hambre, la alpargata y el aceite de ricino.

“Todo el mundo brazo en alto mostrando el golondrino”. El escritor envaina su habitual ironía para mostrar la ternura de un niño enamorado de una estrella inalcanzable, la de un anciano ante una nieta que baila y canta con donaire.

Y al final nos deleita con una anécdota ocurrida, en 1987,  cuando él y otros jurados del Premio Príncipe de Asturias de las Artes -Pilar Miró, Serrat, Antonio López, Adolfo Marsillach y Manolo Gutiérrez Aragón- se confabularon durante una cena para proponer el nombre de Concha Piquer como símbolo de las fuentes del arte. Fue un acto fallido pero lleno de simbología.

Por el libro desfilan otros muchos personajes: Blasco Ibáñez, el maestro Penella, su mentor y primer amante, los boxeadores Benny Leonard y Paulino Uzcullun, con los que tuvo sendas aventuras, pues como mujer acostumbrada a lidiar con la vida sentía debilidad por los hombres que se exponen por ganarse la suya.

Toreros incluidos, como su amado matador rubio, Antonio Márquez El Carbonerito. Y Federico García Lorca, que defendía su arte a capa y espada ante sus escépticos amigos Dalí y Buñuel, y que tiene una aparición casi fantasmal en la novela.

Cartel de ‘En tierra extraña’, de Juan Carlos Rubio.

Precisamente un encuentro hipotético entre Concha Piquer, el poeta granadido y el compositor Rafael de León en el escenario del Teatro Español en vísperas de la Guerra Civil, es el argumento de ‘En tierra extraña’,  título de una de sus canciones, escrita y dirigida por Juan Carlos Rubio.

Una pieza musical estrenada con gran éxito en noviembre de 2021 en el Teatro Español de Madrid, que estuvo en otros muchos auditorios incluido el Teatro Olympia de Valencia,  interpretada por  Diana Navarro, Alejandro Vera y Avelino Piedad, con dirección musical de Julio Awad.

En la ficción escénica, doña Concha le pide a su letrista, Rafael de León, que le presente a Federico del que es amigo, pues la cantante famosa quiere conocer al poeta no menos célebre y encargarle una canción para su nutrido repertorio. Además de la curiosidad personal y profesional, quiere advertirle del peligro que corre ante los ánimos caldeados y ofrecerle su ayuda para escapar del seísmo que se avecina. 

Portada de ‘Doña Concha’, de Carla Berrocal.

Por un lógico motivo generacional, la ilustradora Concha Berrocal nunca había oído a Concha Piquer, hasta que le pusieron sus canciones a su abuela que padece Alzheimer. Fascinada por las letras desgarradas de la tonadillera empezó a investigar su figura y quedó deslumbrada.

Así surgió ‘Doña Concha: la rosa y la espina’ (2021), un cómic biográfico que, a través de distintas fuentes narrativas, analiza las circunstancias vitales, históricas y culturales que marcaron a la artista, según la autora comparable en poderío a Edith Piaf.  Su libro recorre la vida de la valenciana desde sus inicios hasta su éxito, a la vez que entrevista a diversos expertos sobre la copla y su relación con el fascismo, el empoderamiento femenino y lo LGBT.

Concluye aquí un repaso a la huella de doña Concha en tres dimensiones, muestra de su continuo renacer como uno de esos asteroides que no se cansan de viajar por el cielo.