Domestizar. 15M

#MAKMAArquitectura
Domestizar: acción de obtener, diseñar o constuir un espacio “mestizo” de intercambio, conexión, de mezclas culturales y a la vez “doméstico”, amable, seguro, limpio y cómodo

La percepción del espacio público por parte de sus usuarios ha ido cambiando al paso de los acontecimientos sociales y la evolución de la sensibilidad hacia nuestro entorno físico. Un punto de inflexión que significó un paso significativo fue el movimiento 15M.

Muchas personas de diferente pensamiento, edad y clase ocuparon durante largos periodos de tiempo las plazas principales de sus ciudades como escenario en donde hacer visible la reivindicación de sus derechos frente a una situación de crisis y proliferación de casos de corrupción política. El objetivo era expresar su voluntad de participación y decisión en la vida pública. Esto supuso un primer paso en la toma de conciencia del valor que nos ofrece nuestro entorno urbano.

‘Fragility’, de Marta Negre. Proyecto seleccionado en la convocatoria de 2020 ‘#CMCVaCasa’ del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana.

Más recientemente, la repercusión social que ha supuesto la pandemia de la COVID-19 ha dirigido nuestra atención sobre la utilización y percepción del espacio privado propio de nuestras casas, pero también sobre el espacio público. Se ha entendido como un aliado necesario, como lugar para ser habitado, disfrutado. Todo ello ha supuesto un gran cambio, ya que durante mucho tiempo el espacio público se ha diseñado en nuestras ciudades como mero espacio funcional o utilitario, priorizando la circulación con el coche. Este acabó convirtiéndose en el protagonista privilegiado que relegaba a un papel secundario al ciudadano peatón.

De otro modo y en otros lugares, la reivindicación del espacio como lugar de encuentro y participación de usos abiertos ya se estaba produciendo. Tenemos ejemplos claros en una ciudad tan inabarcable como Nueva York, junto a otras más amables y pioneras como Copenhague o Melbourne. En esta manera de entender el espacio público coinciden dos términos: público y doméstico. Público como espacio de relación, intercambio y participación; y doméstico como espacio para el descanso, seguro, amable, acogedor. Se trata de conseguir espacios de confianza y de encuentro en donde se establecen vínculos que promuevan la cohesión social mediante la relación con los otros.

No ha sido posible encontrar un verbo en castellano, tampoco en inglés, para definir este nuevo fenómeno social. Un término que defina la acción de transformar un objeto o cosa para que adquiera un carácter doméstico. En lo que se refiere a lo urbano, un verbo que defina la acción de transformar un lugar para que posibilite el desarrollo de actividades colectivas, que potencie las relaciones humanas y que los enriquezcan al eximirlos de su función de meros espacios de paso o de circulación.

Vista aérea del Highline Park de Nueva York.

El resultado de esa acción sería la de conseguir entornos de carácter doméstico, acogedor, donde a la gente tenga la posibilidad de realizar diferentes actividades de carácter social, desde dejarse llevar para relajarse o descansar, hasta acudir a un evento o realizar una actividad.

En un primer paso en la búsqueda de un término que nos ayude a definir lo apuntado anteriormente, es inevitable consultar el diccionario de la RAE. Para ‘domesticar‘, las dos acepciones que recoge su texto son: “De ‘doméstico’. Reducir, acostumbrar a la vista y compañía del hombre al animal fiero y salvaje” o “Hacer tratable a alguien que no lo es, moderar la aspereza de carácter”.

Como se puede comprobar, domesticar es solo aplicable a animales o incluso a personas. Quizás se debería ampliar sus acepciones diciendo “hacer tratable alguna cosa o lugar que no lo es”. Mientras quedamos a la espera de que se produzca ese cambio que amplíe el alcance del término, permítanme tomar la iniciativa para realizar una propuesta. Si domesticidad es “calidad de doméstico”, podríamos emplear un nuevo verbo que combine dos palabras, doméstico y mestizo. Otra vez, consultado el diccionario, mestizo viene de mixticius, mixto, mezclado.

En su tercera acepción, vemos que, referido a la cultura, es un hecho proveniente de la mezcla de culturas distintas. Así pues, la acción de obtener, diseñar o constuir un espacio “mestizo” de intercambio, conexión, de mezclas culturales y a la vez “doméstico”, amable, seguro, limpio y cómodo, se puede sintetizar con un nuevo termino, ‘domestizar’, que define la transformación de un espacio urbano al que se le dota con las cualidades de lo doméstico y lo mestizo.

‘La ciudad manipulada’, de Xavier Monsalvatje.

El espacio público doméstico no responde a un programa cerrado, depende de la apropiación de él que hagan sus usuarios. Su utilización puede ser amplia, lúdica, festiva, informal, cultural, reivindicativa. La acción ciudadana puede estar promovida por asociaciones, la Administración o de manera espontánea por vecinos o transeúntes. En definitiva, se trata de incorporar dinámicas existentes y otras de nueva creación al proceso de “domestización”, para dar contenido a esos espacios. Incluso para su utilización como extensión de un espacio interior de un edificio público o institución privada.

Para ello es importante la implicación de la Administración como agente que posibilite estas transformaciones. Los espacios maltratados, abandonados, mal conservados, se convierten en lugares hostiles a los ciudadanos y, como consecuencia de ello, se verán abocados a un proceso de degeneración con unas condiciones insalubres que derivará en su uso marginal y en foco de inseguridad.

Hemos de pensar en la inversión que supone para la Administración y, por consiguiente, al contribuyente, la edificación de equipamientos culturales especializados como teatros, cines, auditorios, centros sociales. Por otra parte, la ventaja que supone tener un buen clima la mayor parte del año permite hacer actividades al aire libre que son propias de esos costosos edificios.

Esto significa que disponemos de numerosos espacios que pueden funcionar como equipamientos asequibles y de fácil mantenimiento al desdibujarse la línea de separación el interior del exterior que acotaba la diferenciación de usos. Estos espacios de oportunidad totalmente accesibles son las calles, plazas, solares inactivos, porches, interiores de manzana, o bien mixtos, combinados y conectados entre sí, facilitando nuevas relaciones y oportunidades.

Público asistente a un cine de verano en los años 60.

Podemos encontrar numerosos ejemplos en el pasado, como aquellos cines al aire libre que utilizaban una medianera de un edificio como pantalla. Más cercano es la utilización de las plazas principales de pueblos y ciudades en sus fiestas principales. Esto es algo que se puede derivar hacia otros espacios menos significativos, repartidos por la ciudad, pero con una programación regular o simplemente dedicarles una atención que permita su disfrute. Es un ejemplo que se puede hacer extensible a espacios sin uso o que lo van a estar temporalmente.

Pero esto no acaba a ras del suelo; en otros niveles podemos disfrutar de actividades en terrazas, cubiertas privadas o públicas. La clave de estos nuevos espacios, o a los que propongo mirar con ojos nuevos, es que también son espacios diversos, abiertos, reprogramables, que se pueden dedicar tanto al ocio como tener un sentido social y participativo, con vocación de integración que ayuden a la convivencia y a la cultura activa. Así pues, ¡disfrutémoslos!