Cristina Gómez. Nana

#MAKMAEscena
‘Nana’, de Cristina Gómez
Dirección artística y coreográfica: Cristina gómez
Coreografía e interpretación: Eugenia Morera, Irene úbeda, Nous toboso, Nelia sierra, María Antón, Marina Valle, Alba Elvira, Verónica Morles (cover)
Composición musical y música en vivo: Gustavo Giménez
Diseño de iluminación: Carlos Molina
Vestuario: Salvador Mateu
Sala Carme Teatre
Gregorio Gea 6, València
Hasta el 21 de enero de 2024

Con ‘Nana’, Cristina Gómez continúa la senda emprendida en su anterior pieza, ‘Anhel’, con la que obtuvo tres galardones del Institut Valencià de Cultura. Los cuerpos que se desdibujan, que se convierten en una materia abstracta y que nos llevan, necesariamente, a lo grotesco y a lo siniestro, ahora se han multiplicado hasta alcanzar el número de siete. El trabajo elevador de Carlos Molina en el diseño de iluminación y el evocador espacio sonoro de Gustavo Giménez, hacen que ‘Nana’ alcance momentos de gran belleza y trascendencia. Se podrá ver hasta el domingo 21 en la Sala Carme Teatre.

Tu nueva pieza ha creado bastante expectación, el público quiere más de tus creaciones, de hecho, las entradas están agotadas para todo el fin de semana. ¿Qué van a encontrar cuando lleguen a la Sala Carme Teatre?

Nana es una pieza de danza contemporánea interpretada por siete bailarinas, con música en directo del músico experimental y poeta zaragozano Gustavo Giménez. Las intérpretes son muy jóvenes, entre 20 y 25 años, casi todas de València. La pieza no es una historia lineal, en mi trabajo casi nunca hay una narración, sino que utilizo el lenguaje de la danza contemporánea y, por tanto, el resultado es abstracto.

Por supuesto, hay un inicio, un desarrollo y un final, pero me gusta pensar en ‘Nana’ como en un viaje lisérgico, una propuesta que puede resultar por momentos surrealista y donde las temáticas no están subrayadas. Las lecturas pueden ser tan numerosas como el número de espectadores que la vean: yo propongo imágenes y es el público el que completa el significado.

Nana. Cristina Gómez
‘Nana’, de Cristina Gómez. Fotografía cortesía de Carme Teatre.

Lo primero que llama la atención es el título. La palabra nana nos lleva necesariamente a infancia.

Del mismo modo que no tengo tan claro cómo explicar de qué va la pieza porque trabajo con imágenes, sensaciones e intuiciones, y más que contar una historia, llevo al público a transitar por lugares, te puedo decir que el origen del título sucedió a raíz de algo muy concreto. Al principio, no encontrábamos título, conversaba con las intérpretes, llevábamos listados y en el último momento, cuando Raúl Lago me pidió la sinopsis de la obra para la web de la Carme Teatre, Daniel Gómez que es el fotógrafo, me mandó algunas de las imágenes que ahora acompañan la promoción.

Es verdad que en la pieza se canta una nana y habíamos buscado en su letra alguna palabra que tuviera que ver con encaje, con rulo o con enredo. De pronto, al tener las fotos, lo vi con claridad. Las enes que forman las intérpretes con sus cuerpos se corresponden con las de la palabra nana y a la vez hay algo en ellas que es muy tierno por su juventud; son mujeres, hay algo de maternidad y sororidad, así que el título se impuso solo.

En la pieza se pueden apreciar reminiscencias muy plásticas y reconocibles de tus referentes, la fotógrafa Chloe Rosser y la coreógrafa Mette Ingvartsen.

La primera gran influencia para este trabajo es mi pieza anterior, ‘Anhel’, en la que hay muchos encajes de cuerpos en un universo surrealista, acercándonos a David Lynch. La segunda referencia es la británica Chloe Rosser, su serie fotográfica ‘Forma y función’, en la que aparecen cuerpos sin cabeza. Una amiga me regaló este libro, que le recordaba a mi anterior espectáculo. De pronto, estos hallazgos son muy inspiradores.

La tercera influencia es la pieza ‘Manual focus’, de la coreógrafa danesa Mette Ingvartsen. Es de 2003, pero de alguna manera ese material nos servía de punto de partida para darle movimiento a todo este universo. Durante el proceso también han surgido otras influencias, como ‘Alicia en el País de las Maravillas’, que luego, en el resultado final, han estado menos presentes.

¿Consideras este trabajo una continuación de ‘Anhel’?

Sí, totalmente. Yo conocí a estas bailarinas en mayo, en un curso de composición en la escuela de Eva Bertomeu, y usamos el material de ‘Anhel’ como base. Aplicamos las mismas pautas de creación y, de pronto, surgieron imágenes muy bizarras. La animalización del cuerpo, la deshumanización y la ausencia de cabezas durante gran parte de la obra nos llevan a ver trozos de carne, miembros sueltos. Hay una abstracción, fragmentación y deformación del cuerpo que nos lleva a algo más monstruoso que ‘Anhel’. Pero, en definitiva, considero esta nueva obra como una extensión de la anterior.

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Normalmente, estás en escena en tus propuestas. Esta vez, decides quedarte fuera. ¿Es una decisión que estaba desde el principio? ¿Es una vía por la que van a discurrir tus nuevas creaciones?

Es verdad que mis siete montajes anteriores han sido muy pequeños, de una o dos personas máximo, y yo siempre las he interpretado. De pronto, pasar a dirigir a siete personas ha sido como sacarme un máster, subir a otro nivel, un verdadero reto. Quedarme fuera fue muy natural porque yo les estaba dando esos materiales y ellas eran las alumnas, no pintaba nada dentro. He disfrutado observar desde este plano, casi dando pinceladas.

Ellas llevaban muchos meses trabajando juntas en la escuela de Eva Bertomeu y ya venían con su formación previa, algunas de clásica, de urbana, otras de español, o de contemporáneo. Entre ellas, había mucha escucha y complicidad. De hecho, pensaba no producir nada nuevo hasta 2025, pero al conocer a estas bailarinas surgió la necesidad de convertir el trabajo en un montaje.

Colaboras con el iluminador Carlos Molina y con el músico Gustavo Giménez. ¿Cuánto de ellos hay en la pieza?

Con Carlos llevo trabajando muchos años y nos comprendemos perfectamente. Hay una comunicación natural. En esta ocasión, hemos intentado hacer algo distinto que en ‘Anhel’, alejarnos un poco de aquella propuesta lumínica.

A Gustavo lo conocí hace un año y nos intercambiamos los números con la posibilidad de trabajar juntos en un futuro. La pieza es muy femenina, pero él, que realiza el espacio sonoro en directo con el único instrumento de su propia voz y sus loops, ha sabido leer perfectamente la obra. Por último, he colaborado también con Salvador Mateu, que nos ha asesorado con el vestuario.

Formas parte del ciclo ‘Carme’n’Dansa’. La Sala Carme Teatre es un pilar fundamental para la danza en València.

El proyecto se ha materializado gracias al IVC, a Espai La Granja y la Sala Carme Teatre, donde siempre estreno mis espectáculos. Me encanta que sea así, es un espacio que apoya la creación contemporánea y su programación siempre trae lo mejor de la danza a la ciudad. La respuesta del público ha sido espectacular, de hecho tenemos la sala llena para todo el fin de semana. Estoy deseando encontrarme con ellos y compartir este último trabajo que se podrá ver hasta el domingo 21.