La huella del mal, de Manuel Ríos San Martín
Editorial Planeta
España. 2019
¿Cómo lograron sobrevivir los primeros humanos en condiciones límites y adversas? ¿Practicaban con frecuencia el canibalismo? ¿Qué significaba para ellos el sexo y la muerte? A la hora de imaginar, unos proyecta la mente hacia un futuro más o menos lejano, más o menos utópico o distópico. Otros, en cambio prefieren viajar al origen de la Humanidad para, a través de esas profundas raíces comprender mejor el presente.
Es el caso del escritor y guionista madrileño Manuel Ríos San Martín que plasma su pasión por la prehistoria en La huella del mal (Planeta) un thriller ambientado en Atapuerca y en la cueva de El Sidrón (Asturias), que combina el entretenimiento con información sobre algunos aspectos de la vida de nuestros antepasado más remotos.
“Siempre me ha fascinado la prehistoria pero más allá de los huesos u otros hallazgos me interesa la conducta humana así como la animal, y su evolución, lo que podría llamarse etología evolutiva”, dice Ríos San Martín. “Para armar esta novela conté con el asesoramiento de José María Bermudez de Castro, uno de los codirectores de Atapuerca. Tuvimos varias conversaciones e intercambiamos muchos emails y, a medida que profundizaba en el conocimiento del pasado con más datos iba dando forma a la historia. De esta manera lo real se amolda perfectamente a la ficción”.
La semilla de La huella del mal se plantó en su cabeza hace seis años durante una visita con sus hijos a Atapuerca. “Uno de ellos quiso tocar una de las figuras que representan a los neandertales y pensé, ¿y si en vez de un muñeco fuera un ser de carne y hueso?”, cuenta. Precisamente así arranca el relato, cuando un grupo de chavales intentan hacerse un selfie con lo que creen que es la representación de una joven hembra, que resulta ser el cadáver de Eva Santos, una joven del pueblo vecino. La puesta en escena del crimen es similar a otro ocurrido seis años antes en la cueva de El Sidrón, con una víctima también femenina.
A partir de ahí arranca la investigación dirigida por Silvia Guzmán, la inspectora que llevó el anterior caso que nunca se llegó a resolver, y el novato Rodrigo Ajuria junto a Daniel Velarde, expolicía y director de seguridad de una importante empresa petrolera que colabora en la investigación. Silvia y Daniel trabajaron en equipo en el primer asesinato y se ven atrapados por los flecos de una relación sentimental fallida, cuyos ecos rebrotan al reencontrarse.
Tras los acontecimientos se encuentra un grupo de jóvenes frikis que, como si de una versión extrema de Supervivientes se tratara, intentan recrear las condiciones de vida primitiva y practicar en vivo y directo la caza, el sexo grupal y otros intensos estímulos.
Ríos San Martín acopia una larga trayectoria como productor y guionista de diversas series televisivas: Médico de familia, Menudo es mi padre, Rescatando a Sara o Sin identidad, entre otras y en la actualidad trabaja en el biopic sobre Joaquín Sabina que se verá el año próximo. También ha coordinado y escrito parte del manual, El guión para series de televisión, además de una novela, Círculos.
Con este bagaje y un gran dominio de los diálogos ha resuelto con soltura su segundo proyecto literario en el que invirtió un par de años y muchas visitas a Atapuerca. “Los guiones son un trabajo en equipo que me encanta y disfruto”, comenta. “En cambio la novela es una tarea solitaria más de enfrentarse a uno mismo”. Por otra parte, un curso para detectives que realizó con la policía le permite describir con verosimilitud las vicisitudes de la investigación que se lleva a cabo.
¿Qué es lo que nos hace humanos? ¿Qué nos diferencia de nuestros primos primates? ¿Dónde está la raíz del mal? Son algunas preguntas clave que planean sobre el texto. “La crueldad y el sentido del humor es la consecuencia de nuestro cerebro más complejo, el precio que pagamos por nuestra inteligencia superior?, reflexiona uno de los personaje, trasunto de Bermúdez de Castro. Los primitivos eran fieros y brutales para poder sobrevivir, pero como demuestran los huesos hallados, también solidarios con sus semejantes si caían enfermos o sufrían alguna lesión grave o discapacidad.
“Hoy día se nos presenta una versión naïf de la naturaleza que es totalmente falsa”, afirma Rós San Martín. “También se dice que vivimos tiempos tecnológicos, y es verdad, pero la tecnología siempre ha estado presente en la vida del hombre y ha evolucionado con él”, concluye el novelista madrileño.
La huella del mal es, en resumen una buena compañera de viaje para estas vacaciones pero sorprende la imagen de la portada en la que aparece la víctima vestida con enaguas rosas cuando en el relato la encuentran desnuda. Una especie de censura propia de estos tiempos de neopuritanismo.
Bel Carrasco
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