Cinco lobitos

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‘Cinco lobitos’, de Alauda Ruiz de Azúa
Intérpretes: Laia Costa, Susi Sánchez, Ramón Barea y Mikel Bustamente
104′, España, 2022 | Encanta Films, Sayaka Producciones Audiovisuales, Buena Pinta Media, RTVE

Tiene todo el sentido que la magnífica ópera prima de la directora Alauda Ruiz de Azúa se titule ‘Cinco lobitos’, título homónimo de la popular canción infantil: “Cinco lobitos tiene la loba, cinco lobitos, detrás de la escoba. (…) y a los cinco lobitos tetita les dio”.

Canción que todas las madres han cantado amorosamente alguna vez a sus hijos acompasada con el sigiloso movimiento de las manos. Esas manos, como señala el psicoanalista Massimo Recalcati en su libro ‘Las manos de la madre’, que no solo alimentan, protegen, sino que agarran la vida para darle un sentido.  

Fotograma de ‘Cinco lobitos’, de Alauda Ruiz de Azúa.

En ‘Cinco lobitos’ no solo el título tiene sentido –en realidad, el sentido–, como sentimiento (primera acepción del diccionario de la RAE) atraviesa todos los aspectos del relato. Ese sentimiento subjetivo, por único e intransferible, que une con lazos vehementes a la madre con el hijo y, sobre todo, con una emoción virulenta a la madre con la hija.  

Ruiz de Azúa transmite con una auténtica intensidad emocional la compleja relación madre e hija, y viceversa. Una relación marcada por el compromiso y por la aceptación de cada una de las protagonistas –Begoña y Amaia, interpretadas soberbiamente por Susi Sánchez y Laia Costa–, de su condición de madre e hija. 

Un relato, el de esa madre y esa hija, que no se ve abocado al estrago ni a la asfixia, porque la honesta mirada de la directora hace presente la existencia del padre –Koldo y Javi, protagonizados espléndidamente por Pedro Barea y Mikel Bustamante–, tal y como la madre reconoce a la hija: «Amaia, no hables así a tu padre. Fue un buen padre, aunque un marido nefasto».

‘Cinco lobitos’ es un canto a la vida y a la familia a través de las manos de la madre, enmarcadas sutilmente en la composición de los planos, como en el cartel de la película.  

Unas manos, como señala Recalcati, que “salvan del precipicio de la falta de sentido”, porque la vida, “en cuanto vida humana, siente la necesidad de encontrar esas manos”.