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‘Cómo cambiar tu vida con Sorolla’, de César Suárez
Editorial Lumen, 2023

Todas las biografías, por rigurosas que sean y bien documentadas que estén, incluyen esquirlas de ficción con las que el autor rellena los vacíos y puntos muertos, pues la memoria, señora del engaño y la manipulación, moldea los recuerdos más al gusto de los deseos que de la realidad. 

Cuando César Suárez (Madrid, 1975), periodista especializado en cultura y redactor jefe hace quince años de la revista Telva, se dispuso a contar la vida del pintor valenciano, cuyo centenario se celebra en ‘Cómo cambiar tu vida con Sorolla’ (Lumen), decidió romper moldes y, guiándose en una obra que le sedujo –’Cómo cambiar tu vida con Proust’, de Alain de Botton (título que ha parafraseado)–, combina el ensayo con la novela y diversos géneros en una estimulante hibridación muy a la orden del día.

Emulando el estilo pictórico de Sorolla, dibuja su retrato a base de manchas que componen un caleidoscópico tapiz en el que el pintor de la luz posa entre el fulgor y las sombras. Y lo hace en el contexto de la época que le toco vivir, a caballo del cambio de siglo, cuando el nacimiento de la modernidad en Europa contrastaba con un España decadente, donde la esperanza de vida era de 35 años y campaba el analfabetismo. Para ello, Suárez se empapó de obras de Pérez Galdós, Pío Baroja o Andrés Trapiello.

Dos multitudinarias exequias ilustres –la de Vicor Hugo, que Sorolla presenció de joven en París, y la de él mismo– enmarcan un relato que descubre las múltiples facetas de un hombre nacido con un don extraordinario que supo aprovechar al máximo, llegando incluso a inmolarse en aras de su pasión por plasmar sobre el lienzo la realidad. Sin orden cronológico, a ritmo vivaz, Suárez recorre su forja como artista, sus amores por Clotilde y el mar, sus éxitos en París, Londres, Nueva York, la inmensa tarea para la Hispanic Society, sus tristes últimos años tras sufrir un ictus.

En un pasaje, fabula sobre un hipotético encuentro de Sorolla con Proust y con un desafiante Picasso en París, se pone en la piel de sus mejores amigos para observarlo desde distintas miradas y resume su relación, a veces espinosa, con los intelectuales del 98. También menciona la cordial relación del artista con el rey Alfonso XIII, del que esperaba, optimistamente, que mejorara la situación de España, aunque eso no lo significara como monárquico, pues Sorolla era ante todo un hombre del pueblo.

En estos tiempos de revisionismo negativo, en los que se impone airear los trapos sucios de las glorias pretéritas, Suárez, sin caer en la hagiografía, recrea la figura del artista de forma artística, valga la redundancia, y ecuánime, equilibrando sus grandes éxitos con sus contradicciones y flaquezas. El periplo vital, entre luces y tinieblas, de un ser consagrado al arte que en su última carta a su gran amigo Pedro Gil-Moreno de Mora muestra en una sola frase su gran humanidad: «Diviértete cuanto puedas haciendo el bien a todo el mundo», le aconsejaba.

¿Por qué Joaquín Sorolla y cuánto tiempo le has dedicado?

Sorolla me resulta emocionante y me fascina la época en la que vivió, así como su personalidad. Su pintura está muy presente, todo el mundo la conoce, pero no así su figura humana. Cuando empecé a investigar más a fondo, a conocer sus éxitos y fracasos, sus logros y dramas, comprendí que había una gran historia. Una historia que se ha contado muchas veces en formato biográfico, pero sin la vivacidad que su personaje merece y requiere. Dediqué un año y pico a la investigación y escritura de este libro.

¿No te preocupa que te tilden de oportunista por publicar el libro en su centenario?

Los centenarios y conmemoraciones están para eso, especialmente en España, donde parece que nos da algún tipo de reparo reivindicar a nuestros grandes hombres, algo que no ocurre en el extranjero. Reivindicar a Sorolla es necesario y más ahora, cuando pasado un siglo de su muerte su pintura mantiene la fuerza y energía original.

Joaquín Sorolla, césar suarez
Una visitante frente a un cuadro en la exposición ‘La edad dichosa. La infancia en la pintura de Sorolla’. Cortesía de Fundación Bancaja.

¿Por qué plagiaste el título ‘Cómo cambiar tu vida con Proust’, de Alain de Botton? Ambos centenarios no pueden ser más diferentes, sin embargo, parece que estableces entre ellos cierta conexión o paralelismo.

Me gustó mucho el libro de de Booton. Su idea de mezclar géneros y reflexiones aporta ritmo y electricidad a la lectura y el título hace un guiño irónico a los manuales de autoayuda. Por otra parte, Sorolla y Proust, aunque no tenían mucho en común, bien podrían haberse cruzado en las calles o salones de París. Creo que ambos compartían cierta cercanía en la mirada a la hora de apreciar la belleza, aunque fuera con distintas gradaciones e intereses.

Llama la atención el contraste entre la buena y mala suerte que tuvo Sorolla. Su temprana orfandad y sus terribles últimos años, por un lado, y la fortuna de encontrar mucha gente que le apoyó –su esposa Clotilde, especialmente–.

En su caso, no creo que influyera la buena o mala suerte, sino su increíble determinación de seguir adelante. Desde niño, cuando trabajaba con su tío y padre adoptivo –de oficio, cerrajero–, quiso ser pintor y de forma inconsciente se puso a ello con toda su alma. Tenaz y trabajador incansable, tuvo la inteligencia emocional de saberse rodear de personas que le echaron un mano, que le permitieron acceder a los círculos sociales con los que deseaba codearse. Se granjeó relaciones y amistades que le fueron útiles, pero él siempre respondió con generosidad. Tenía capacidad para que los demás sacaran lo mejor de él y de esa forma no estancarse.

¿Qué tipo de persona era?

Tremendamente emocional. Arrollador y vehemente. Una persona desbordada por su pasión por la vida, la naturaleza y su ambición de atraparlo todo en sus lienzos como si fuera una cámara fotográfica. Tenía también una faceta antipática y hosca que se manifestaba cuando algo se interponía entre él y la pintura o su familia –lo que más le interesaba en la vida–. En cierta manera, era un adicto al trabajo, no soltaba los pinceles ni durante sus vacaciones en València. Esa entrega total le pasó factura y fue consciente de ello al poco de iniciar su magna obra para la Hispanic Society hacia 1915, cuando empezó a sufrir temblores y dolor en la nuca.

El encuentro imaginario de Sorolla en París con Proust y Picasso es uno de los pasajes más audaces del libro. ¿Cómo concebiste esos diálogos?

Quise hacer un ejercicio literario de encuentros imposibles que, al fin y al cabo, es de lo que trata la literatura. Porque lo que pudo haber sido es tan importante como lo que fue. La obra de Proust la conozco bastante bien, pero sobre Picasso me tuve que documentar expresamente. Más arduo resultó ponerme en la piel de los mejores amigos de Sorolla para describirlo con sus ojos. De Pedro Gil hay un epistolario, pero con Benlliure y el resto tuve que apelar a la imaginación.

El escritor César Suárez. Foto: Uxío Da Vila, cortesía de Penguin Libros.