Plaza de Toros de Valencia
Jueves 1 de septiembre de 2016
Enrique Bunbury ha mutado. Y ha mutado no sólo porque su gira se llame Mutaciones Tour, sino porque ha conseguido pasar página y naturalizar sus canciones de Héroes dentro de su cancionero en directo. Es como si una pequeña porción de la banda aragonesa se materializara en forma corpórea en cada nueva actuación. La última vez que asistí a un concierto de Enrique, Kike para los amigos, venía acompañado de sus jinetes heroicos. Era el 2007 y la crisis todavía no nos había golpeado de un modo tan cruel como hiciera poco después, parecía como si con ese concierto y su correspondiente atasco de 17 km, se fueran apagando las luces de neón que nos iluminaban el camino de oropel. Como el final de una era de macroconciertos y de espectáculos masivos.
Enrique regresaba a Valencia con un buen puñado de sus canciones más emblemáticas, esas que han marcado su carrera en solitario y con Héroes. Es el momento de echar la vista atrás, de recoger lo sembrado y volver a servirlo en otros platos, con otros aderezos, con otros sabores. Me sorprendió ver una plaza de toros algo desangelada, no parecía existir ese rumor de ilusión y algo de fanatismo entre su público, sino más bien reverencia y tranquilidad. La organización nos comentó que tuvieron una asistencia de 5.600 personas, una cifra nada desdeñable para esta ciudad.
Unos minutos después de las 22.00 horas saltaron a las tablas Ramón García, Álvaro Suite, Jorge Rebenaque, Jordi Mena (soberbio en todo el concierto), Quino Béjar y Robert Castellanos. Y detrás de ellos la estrella de la noche, estrella con gafas de aviador, chupa y pantalones de cuero, toda una estrella del rock. ‘Iberia Sumergida’ sonó algo fría, descafeinada en su composición y en la garra que el tema precisa, es cierto que Bunbury ha creado nuevos arreglos para sus temas con Héroes, pero aquella falta de fuelle, de gasolina explotando, me dejó algo descolocado. La gente no reaccionó de un modo entusiasta, sino más bien entretenido. Expectante por lo que podía venir después.
‘Club de los Imposibles’ tuvo mejor acogida, se notaba desde el segundo uno que la gente que había en la Plaza había venido a ver esa segunda etapa de Enrique y no tanto sus primeros años. Al terminar el tema la luz se fue y dejó fuera de onda al cantante que no sabía qué hacer, fueron unos minutos para corear su nombre, comprar algo de bebida y comentar el inicio del bolo. Enrique estaba algo distante, de hecho estuvo distante en la mayoría del concierto, poco asertivo con su banda, poco comunicador con el público y tejiendo un setlist que nos hacía ir de lo más “fuerte” a lo más suave canción tras canción.
‘Sirena Varada’ fue increíble, más por la letra que la música, pero el público no reaccionó tan efusivamente como cabía esperar. ¿En qué momento saltaría la chispa del concierto, esa que detona la emoción por parte de la gente y los músicos? Muy aplaudida fue ‘Que tengas suertecita’ y ‘Alicia’, un tema que no solía tocar en sus directos, pero que está tan enraizada en el colectivo sentimiento de desvinculación de una etapa y la entrada en otra, que suena a punto de inflexión, es la canción por la que muchos se engancharon al zaragozano y por la que muchos lo abandonaron, quizás regresando más adelante.
‘Radical Sonora’ es el álbum que rompió un ciclo y comenzó otro, la que lo alejó del rock y lo acercó a buscar en su interior qué quería hacer, no es el disco que lo consolidó, ni mucho menos, pero fue el que abrió una puerta hacía el alma de Enrique, ese alma que ha intentado mostrar en cada trabajo. Sin ‘Radical..’ no hubiera llegado nunca esa joya llamada ‘Flamingos’.
‘El Extranjero’ fue la que prendió la mecha, la que inundó de felicidad a la gente, la que nos levantó a todos. Sonó igual que en el original, no la había hecho mutar, y eso, personalmente, creo que se agradece. ‘Maldito Duende’ sonó extraña pero genial, el público se creció, quizás azuzado por la canción precedente. Sea como fuere, fue la primera de su etapa primigenia que despertó las gargantas del respetable.
Enrique se bajó al foso y cantó la canción con el público, con su público, en el primer y último momento que se le vio cercano. La banda se marcha y nos quedamos con ganas de algún bis potente, ya que el concierto estaba siendo un ir y venir de auténticos clásicos. ‘La Chispa Adecuada’ es otra de las perlas que tenían reservadas y que contagiaban energía y pasión entre la gente. El segundo bis fue flojo, algo soporífero, no porque estuviera mal, que sin duda no lo estaba, sino por la caña que nos había dado en todo el concierto y el empecinamiento en terminar de un modo tan relajado. Terminamos con ‘Y al final’, y con una despedida al nivel de lo presenciado, algo distante.
Enrique se fue y dejó a su grupo solo para despedirse, ellos hicieron piña y se amontonaron en el centro del escenario para dedicarnos una despedida entre aplausos. Enrique no salió más, tal vez dándoles ese punto de importancia a sus músicos, dejándoles paladear ese instante de fervor y de comunión. Es una lástima ver cómo los temas de su época con Héroes no acaban en encajar en el conjunto de su setlist, no porque sean malos (¿cómo van a ser malas las canciones de Héroes?) sino porque parece que no acaban de gustar a su público, o al menos no terminan de ser parte del bagaje musical de su segunda etapa.
Bajarle las revoluciones a ‘Iberia…’ o a ‘Avalancha’ puede despojarlas de su verdadero atractivo. No tuvieron el impacto deseado, quizás porque habían perdido el corazón y el rock o porque tantos cambios no gustan en verdaderos clásicos. El concierto tuvo un nivel muy alto y Enrique demostró que su estado de forma, tanto vocal como físico, es inmejorable, además de hacernos entender que esto del rock es un gran circo donde sin la parte de espectáculo se pierde una pata. Esperemos que vuelva pronto a la ciudad de Valencia y que siga apostando por el rock & roll.
Javier Caro
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