Berlanga
¡Visca Berlanga! Una història de cine
Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM)
Quevedo 10, València
Del 4 de marzo al 19 de septiembre de 2021

Más que el texto, el contexto. O mejor aún: por medio del contexto, hablar del texto. He ahí el espíritu de la exposición que el MuVIM dedica al director Luis García Berlanga en el centenario de su nacimiento, que ha dado ocasión a considerar 2021 el Año Berlanga. La muestra, a modo de sucesivas instalaciones o escenografías, comisariada por Joan Carles Martí, pretende evocar el cine del autor de ‘Plácido’ o ‘El verdugo’, a través de la puesta en escena de sus películas, mediante elementos característicos de sus filmes, fragmentos audiovisuales, carteles y tipografías.

“Es una exposición muy evocativa y reivindicativa”, destacó Martí. Evoca, qué duda cabe, su universo fílmico con objetos que aluden al espíritu de sus historias, reivindicando a su vez la perennidad de ese espíritu burlón, cáustico, cachondo (Francisco Umbral dixit), en tanto sus trabajos conservan, pasado el tiempo, la carga de profundidad asociada al arte como espacio de interrogación acerca de los deseos y frustraciones humanas.

Vista de la exposición ‘¡Visca Berlanga!, en el MuVIM, con el cohete de la película ‘Calabuch’ en primer término.

Tanto Martí como el director del MuVIM, Rafael Company, resaltaron tanto esa escenografía evocadora, en la que destacan carteles de sus películas en las diferentes lenguas extranjeras de los países donde se estrenaron sus filmes (“Berlanga se exportaba a sí mismo cuando no había Netflix”, apuntó Company), como las citas, literalmente entresacadas de los dosieres oficiales, relacionadas con los motivos dados por los censores para prohibir determinadas secuencias.

Así, por ejemplo, ésta con respecto al guion de ‘El verdugo’: “Página 149. Suprimir la sombra del maletín sobre unos fenomenales cuerpos de mujer tomando el sol en bikini”. El adjetivo “fenomenales” expresa el grado de atracción que generaba la propia escena entre los censores. “Eran más fetichistas los censores que el propio Berlanga”, señaló Company. Fetichismo que tiene igualmente su apartado en la exposición ‘Visca Berlanga’, cuyo título, recordó Martí, alude al grito que lanzó Pedro Almodóvar durante el entierro del director valenciano el 13 de noviembre de 2010. En este sentido, aparece una reproducción de la muñeca con la que Michel Piccoli tiene una perversa relación en ‘Tamaño natural’.

Apartado dedicado el fetichismo en la exposición ‘¡Visca Berlanga!’ del MuVIM.

El contexto, pulcramente radiografiado en diferentes escenografías, evoca ese carácter político implícito en las películas de Berlanga. Sin ir más lejos, “el verdugo”, además de aludir en el filme a la profesión de Amadeo (José Isbert) y, luego, a la de José Luis (Nino Manfredi), también se refiere al sobrenombre con el que se conocía a Franco en muchos países, por la aplicación de la pena de muerte durante su régimen. Justo por aquel entonces, el dirigente comunista Julián Grimau había sido ejecutado con la grotesca forma del garrote vil.

Sin embargo, más allá del contexto puesto en escena en el MuVIM, si el cine de Berlanga perdura se debe al tratamiento de cuestiones intrínsecas al ser humano, más allá de un periodo histórico concreto. “15 de sus 17 películas son de absoluta actualidad”, remarcó Martí, lo que le convierte en “un artista inmortal”. La imposibilidad de realizar el deseo, generalmente por parte de sus personajes masculinos, atraviesa su cine. Deseos coartados por cierta represión, en su momento franquista, que luego se hará extensible a la igualmente perniciosa corrupción ya en democracia.

Política y sexualidad, corrupción y deseos siempre insatisfechos, caracterizan el universo berlanguiano (expresión ésta recientemente admitida en la RAE), como reflejo de la visión agridulce que el autor de ‘Bienvenido Míster Marshall’ tenía de la existencia. El humor berlanguiano comparece, así, como antídoto hilarante contra la amargura que subyace en su cine: frente a la represión del franquismo, el cachondeo; frente a la sexual, el fetichismo.

Escenografía alusiva a ‘El verdugo’, en la exposición ‘¡Visca Berlanga!’ del MuVIM.

“Uno tiene más o menos esbozada una ‘Teoría del cachondeo’, por la cual resulta que los tres grandes cachondos nacionales de la dictadura (cuando el cachondeo era una forma de resistencia pasiva) fueron Cela en la novela, Fernán Gómez en el teatro y Berlanga en el cine”, asegura Francisco Umbral en la presentación del libro ‘Conversaciones con Berlanga’, de Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les.

Cachondeo, frente a la política, y fetichismo, ante la sexualidad. “[José Luis, en ‘El verdugo’] es el arquetipo, muy querido en los textos tanto de Azcona como de Berlanga, del macho castrado y dominado. Amadeo, su suegro, le dirá continuamente que no se está comportando como un hombre, que parece una mujer; confusión en la diferencia sexual emblemática de la erotomanía berlanguiana, bastante perversa”, apunta Luis Martín Arias en ‘Escritos-127’, dedicado al cineasta valenciano, concluyendo: “Él mismo ha declarado con humor que, como le gustan tanto las mujeres, se siente como un ‘homosexual lésbico’”.

El tractor de ‘Bienvenido Míster Marshall’, en la exposición ‘¡Visca Berlanga!’ del MuVIM.

El MuVIM, que con la exposición ‘Visca Berlanga’ abre el “disparadero” (Company) del Año Berlanga, recrea con carteles de sus 17 películas y un alarde escenográfico que incluye el monumento fallero que se le dedicó con ocasión de la XXX Mostra de València, el mundo singular del director de quien, como se recoge en un apartado de la muestra, dijo Franco que no es que fuera “un comunista; es algo peor, es un mal español”.

El cachondeo de Luis García Berlanga, por seguir la senda abierta por Umbral, podía hacerse cargo de tanta estrechez de miras políticas, al tiempo de poner en cuestión cualquier otra adscripción que limitara sus anhelos creativos. ¿Berlanga un ilustrado, como propuso Company? Si por tal se entiende ese cuestionamiento de las cosas “de manera pacífica”, según precisó el director del MuVIM, entonces cabe tamaña adscripción, aunque su razón ilustrada vaya más allá del iluminismo, dada la frecuencia con la que llenaba igualmente de sombras sus trabajos.

El motocarro de ‘Plácido’, el tractor de ‘Bienvenido Míster Marshall’ o la más reciente bicicleta con la que Michel Piccoli pretendía ir de París a Tombuctú, en el que sería último largometraje de Berlanga en 1999, y en cuyo último plano dejó escrito ‘Tengo miedo. L.”, forman parte igualmente del gran decorado fílmico que evoca el universo berlanguiano, en el año de su centenario. Un año que ya viene regado de un buen puñado de libros sobre su cine y su figura, al que la Cátedra Berlanga de la Universidad CEU Cardenal Herrera le pondrá el marco reflexivo, allá por noviembre, con el Congreso Internacional ‘Mediterráneo, fiesta y carnaval. En homenaje a Luis García Berlanga’.

El MuVIM, haciendo acopio del coleccionismo privado, especialmente del de Santiago Castillo París, y con el diseño de sala de Raúl González Monaj, evoca al Berlanga ilustrado, dejando constancia, sin querer, de lo problemático que resulta encerrar a un espíritu libertario en tan ilustre categoría.

De hecho, en la sinopsis argumental de la muestra, el propio museo recoge estas paradójicas palabras del mismo cineasta: “[…] nunca he creído mucho en la solidaridad. Tened en cuenta que ‘¡Bienvenido…!’ está escrita en colaboración con Bardem, que es un hombre que cree en la generosidad, en la concienciación colectiva, en la solidaridad. Yo creo poco, aunque me gustaría creer”. De nuevo el deseo como imposibilidad, a modo de sombra de esa supuesta ilustración berlanguiana. Pero eso es ya otra historia. En todo caso, ¡Visca Berlanga!

Vista de la exposición ‘¡Visca Berlanga!’, en el MuVIM.

Salva Torres