La belleza como propósito. Su búsqueda como método | Marga Martínez
MAKMA ISSUE #05 | Diseño
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2022
“¿Qué importa así del cielo vengas o del infierno,
Belleza, monstruo enorme, ingenuo y atrevido,
si tu mirar, tu pie, tu faz me abren la puerta
de un infinito que amo y nunca he conocido?”
Charles Baudelaire
Aunque la cita que encabeza este texto se pueda antojar dramática o hiperbólica para hablar sobre diseño de joyería, enuncia de forma bastante certera el concepto central que resume lo que es para mí diseñar joyas: la búsqueda, constante y nunca completada del todo, de la belleza. Una guía en apariencia sencilla, pero que a la hora de seguirla obliga a un viaje enrevesado.
Digo que la belleza es central en mi idea de diseño por una razón sencilla: la joyería no tiene función. No nos protege del frío o de los elementos, no nos quita el hambre, ni construye nuestras casas. La joyería solo tiene como objeto de ser uno de los propósitos más inútiles e indispensables para el ser humano: la belleza.
Evidentemente, este enfoque obliga a una pregunta fundamental: ¿qué es la belleza? ¿Se trata de algo que podemos medir? ¿Algo que puede ser evaluado mediante parámetros consensuados y universalmente comprendidos? A pesar de nuestros intentos como especie de operar en este sentido, mi experiencia me señala que no. La belleza es algo mucho más voluble, es algo que se asoma entre las millones de palabras que se han escrito intentando definirla, que se intuye entre las miles de miradas que interpretan de forma única el mismo objeto.
Personalmente, encuentro la belleza en la aleatoria perfección de la naturaleza, en la curva de la uña de mi gato o las suaves ondulaciones de la corteza de un madroño. Encuentro la belleza en lo sencillo, en unas líneas simples que puedan ser vistas a diario sin aburrir o desaparecer bajo el velo de la costumbre, en la idea de la forma como expresión del alma de una cosa, como interpretación de su intención. Por eso creo en un diseño que privilegie el que la pieza sea llevable, antes que la admiración museística. En que el ego del diseñador sea secundario a la comodidad de quien vaya a llevar la joya.
Pero la idea debe ser interpretada, la joya tiene que tomar cuerpo y, para hacerlo, conozco solo un camino que me convence completamente: el de los materiales preciosos y el trabajo artesano manual. Aunque una joya es, finalmente, un objeto cuyo propósito es simplemente existir, el ser en sí mismo, es también mucho más que eso. Si hemos decidido que la joya tiene un valor es por su belleza, pero también por su proceso, por su constitución.
Cuando admiramos las curvas de una pulsera, el engaste de un solitario o las filigranas de unos pendientes no solo estamos admirando el objeto, también admiramos el preciso y paciente trabajo de las manos expertas y los metales y las piedras preciosas arrancadas a las entrañas de la tierra.
Por eso creo que para que la belleza de una joya sea completa, deben concurrir todos los factores mencionados; un diseño que busque el placer de lo bello, pero que esté al servicio de la comodidad, del poder ser llevado casi sin notarlo; una manufactura artesanal que respete tiempos y procesos para asegurar la longevidad transgeneracional que se le supone a la joyería auténtica; y unos materiales nobles que le permitan expresar su verdadero propósito.
Finalmente, es una reunión de todos estos componentes lo que a mis ojos consigue la síntesis de la belleza por la belleza, de un objeto sin más propósito que simplemente ser bello. Simplemente ser.
Este proceso, sin embargo, está lejos de ser sencillo. Como decía al principio, la búsqueda de lo bello, a pesar de ser un mandato claro y en apariencia sencillo, es un camino enrevesado y lleno de recovecos y bifurcaciones. La joyería existe en un espacio intermedio entre el arte y el lujo más comercial, y encontrar el equilibrio entre la expresión personal y las modas y tendencias puede resultar un ejercicio más que complicado.
Frente a esta disyuntiva he optado por buscar la belleza a través de lo atemporal, a través de un lenguaje visual que remita a la inspiración natural y orgánica, pero de manera contenida y depurada. Líneas limpias y pensadas para ser llevadas con comodidad. Diseños sencillos, pero que evoquen toda la historia que atesoran.
Evidentemente, sé que el camino que utilizo es solo uno de los millones que sirven para llegar al mismo destino, no tengo, de ninguna manera, la ilusión de que mi forma de enfrentar el diseño de joyas sea la correcta o la única válida. Muchos de los grandes genios que admiro son lo opuesto a lo que practico, al menos en lo formal, pero creo que al final es lo que hace maravilloso el poder expresarse a través de la creación de objetos, que una misma idea pueda ser enunciada en tantos lenguajes distintos y, sin embargo, sea entendida a la perfección por una multitud de miradas totalmente diferentes.
Porque al final, aunque los seres humanos parezcamos irremediablemente predestinados a pelearnos y ahondar en nuestras diferencias, a todos nos une un fino hilo de electricidad que, en ocasiones, nos encandila al unísono: la búsqueda permanente de la belleza y la fascinación al encontrarla. Y, finalmente, es eso, esa delicada sensación de corriente, de abismo ante lo absoluto, que nos mueve a seguir buscándolo y nos lleva a desear objetos que no tienen más objetivo que el existir, que el ser ese catalizador que enciende la chispa que nos sacude y que, por un breve instante, es capaz de unirnos en un relámpago de asombro.
Marga Martínez
Diseñadora de True Love Joyas
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #05 | Diseño (junio de 2022).