Antonio Ortuño. Sala Sant Miquel. Fundació Caixa Castelló

#MAKMAArte
‘La otra cara. La estética del alimento: deseo y artificio’, de Antonio Ortuño
Sala Sant Miquel
Fundació Caixa Castelló
Enmedio 17, Castellón
19 de julio de 2025

Hoy, un centro de arte contemporáneo no puede limitarse a ser un contenedor de objetos ni a reproducir el modelo tradicional de la contemplación silenciosa. Es, ante todo, un espacio vivo de hibridación, donde confluyen múltiples lenguajes –visuales, sonoros, performativos, tecnológicos y sociales– en un ecosistema dinámico de producción cultural. La Sala Sant Miquel de la Fundació Caixa Castelló encarna esta vocación: abrirse a nuevas formas de creación, pensamiento y experiencia.

La jornada performativa ‘La otra cara. La estética del alimento: deseo y artificio‘, celebrada el pasado 19 de julio, ejemplifica con claridad esta orientación. La propuesta del artista y chef Antonio Ortuño transformó el acto de comer en una experiencia crítica, estética y emocional, alejándose tanto de los marcos convencionales de la gastronomía como del arte expositivo tradicional.

Antonio Ortuño. Fundació Caixa Castelló
El artista y chef Antonio Ortuño durante ‘La otra cara. La estética del alimento: deseo y artificio’. Imagen cortesía de la Fundació Caixa Castelló.

Durante tres horas, el público se sumergió en una performance curatorial que combinó alimentos, piezas visuales, objetos escultóricos y gestos culinarios en una narrativa sensorial cargada de simbolismo y reflexión.

Ortuño, nacido en Elche en 1970 y con una trayectoria que transita entre Nueva York y Madrid, despliega un lenguaje propio que cruza el videoarte, la cocina contemporánea, la performance y el diseño de experiencias gastronómicas privadas.

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En esta intervención en Castellón, el alimento dejó de ser mera materia comestible para convertirse en signo visual, dispositivo narrativo y campo de tensión simbólica. Lejos de la lógica espectacular, su propuesta apeló a una estética del cruce, entrelazando disciplinas como la cerámica, la animación 3D, la repostería arquitectónica, el arte pop o el diseño especulativo.

La acción incluyó referencias a artistas como Chloe Wise, Dinara Kasko, Teresa Tomás, Vanessa McKeown o Min Su Kim, cuyas obras exploran la comida como metáfora de clase, deseo, artificio y consumo. A través de citas, imágenes, objetos y evocaciones escénicas, se generó un diálogo expandido sobre la forma en que comemos, representamos y significamos el alimento en nuestras vidas contemporáneas.

La experiencia fue también un laboratorio de pensamiento visual sobre sostenibilidad, comercio de proximidad o saberes culinarios en riesgo de desaparición. En palabras del propio Ortuño: “No quise ofrecer un menú, sino activar una reflexión crítica sobre cómo comemos y cómo se nos representa lo gastronómico desde un marco artístico que convierte el alimento en objeto de deseo, fetiche y sofisticación”.

Antonio Ortuño. Sala Sant Miquel. Fundació Caixa Castelló
Un instante de la jornada performativa y gastronómica en la Sala Sant Miquel. Imagen cortesía de la Fundació Caixa Castelló.

El acto de alimentarse fue presentado como un gesto poético y político, interpelando los automatismos del comensal y proponiendo una mirada más consciente, más deseante, más crítica. La intervención se cerró con un taller de cocina de aprovechamiento, donde los asistentes prepararon sus propios bocados y reflexionaron sobre el valor de lo que solemos considerar desecho.

Como se expresa desde la Fundación Caja Castellón: “Esta propuesta continúa la trayectoria de la Sala Sant Miquel con el deseo de alejarse de la idea tradicional del centro artístico como simple exhibidor de obras. Sant Miquel debe propiciar el cruce entre prácticas artísticas y pensamiento crítico, entre investigación y acción colectiva, entre estética y comunidad. Se configura hoy como una plataforma abierta, permeable a lo que ocurre fuera de sus muros, capaz de escuchar e intervenir en las transformaciones del presente”.

La intervención de Antonio Ortuño no solo reafirmó la vocación experimental de la Sala Sant Miquel, sino que dejó una huella profunda en quienes la vivieron. Porque, en su universo, comer no es solo nutrirse: es también recordar, desear, narrar y resistir.