Ángel Cajal

#MAKMAExposiciones
‘Cronotopo’, de Ángel Cajal
Fundación Antonio Pérez. Centro de Arte Contemporáneo
Convento de las Carmelitas
Rda. Julián Romero 20, Cuenca
Hasta el 3 de abril de 2022

Acercarme a la Fundación Antonio Pérez supone, como diría un futbolero, jugar el partido en casa. Son demasiados años perdiéndome entre sus rincones y múltiples vericuetos acompañado muchas veces por el propio Antonio, figura imprescindible del arte español de las últimas décadas.

En esta ocasión, mi aterrizaje en el antiguo convento de las Carmelitas es para acudir al encuentro con el artista visual Ángel Cajal, conocedor de la casa ya que, en 2016, participó en la muestra ‘Objeto libro Objeto’, ejerciendo, además, de comisario.

A mi llegada, Ángel me recibe en compañía de uno de sus encuadernadores y amigo, Julio Casquero. El artista, que ha vuelto a Cuenca pocos días después de la inauguración, pertenece a la escuela de aquellos que piensan que las exposiciones hay que defenderlas presencialmente mientras están en cartel, por lo que tiene previsto acudir religiosamente (nunca mejor dicho) al encuentro de los visitantes que se vayan acercando.

La exposición ha sido bautizada como ‘Cronotopo, que es una categoría formal y conceptual que manifiesta el carácter indisoluble del espacio y el tiempo, apreciable desde un punto de vista artístico.

Ángel Cajal
‘Indicios’, libro de artista de Ángel Cajal presente en la exposición. Foto de David Culebras cortesía de la Fundación Antonio Pérez de Cuenca.

La selección de las piezas se ha llevado a cabo entre sus más de 30 ediciones de la última década, eligiendo 19 libros de artista para ser contemplados en las vitrinas que se reparten alrededor del corredor acristalado del atrio, intercalándose entre las piezas de la colección permanente, algunas de ellas icónicas del lugar, como el óleo de grandes dimensiones de Bonifacio Alfonso (realizado desde la mezcla de pintura con aguarrás) o la impresionante intervención de Alfredo Alcain, participante en el escaparate de El Corte Inglés de Preciados durante el certamen ‘Nuevas Imágenes’, de 2017.

Como recoge acertadamente la artista visual Victoria Santesmases, esta fundación es el lugar idóneo para presentar libros de artista ya que consta de un museo, en la localidad conquense de San Clemente, dedicado solo a la obra gráfica, y el mismo Pérez fue el creador de una editorial propia denominada Antojos donde participaron pintores de la talla de Antonio Saura, Rafael Canogar, Luis Gordillo, etc.

Centrándonos en la muestra, la distribución ha seguido un criterio de color y forma, no cronológico, aconsejado por el artista visual y comisario José Emilio Antón, referencia en el mundo del libro de artista y que definiera a este como “un objeto creado con voluntad de ser obra de arte desde su gestación a su edición”.

‘Display’, libro de artista de Ángel Cajal presente en la exposición. Foto de David Culebras cortesía de la Fundación Antonio Pérez de Cuenca.

El inicio del recorrido se establece desde el libro ‘Neogeo’ (2010), que pertenece a una época geométrica. La idea de la estampación parte de unos azulejos elaborados por personas de capacidades especiales en Portugal; el artista los dibujó verticalmente, eligiendo un conjunto de hojas calcografiadas en aguatinta y aguafuerte y cosidas en encuadernación japonesa.

A partir de ahí, podemos encontrar otras piezas como el libro ’55’ (2012), cuyo nombre es un guiño a la edad que tenía el artista durante su diseño, incluyendo dos librillos con estampación calcográfica colocados escultóricamente utilizando metacrilato para su mejor visionado.

Precisamente, parte de su investigación tiene que ver con ofrecer posibilidades al espectador para establecer una relación viva con el libro objeto, a fin de poder manipularlo a su antojo y establecer un juego con él.

Esa idea se puede apreciar en ‘Erizo’ (2014), un libro cuadrante que se ha tomado como imagen de la portada del catálogo y que al abrirlo sugiere la presencia de pequeños erizos; o, por ejemplo, en ‘Display’ (2016), libro escultórico manipulable que representa la figura de un tetraedro reversible y que retoma la idea recurrente del tiempo y el espacio.

También podemos encontrar la espiral como elemento innovador creador de fuerza en ‘Hilohilo’ (2021) y ‘Ludus’ (2021). Resulta llamativa la importancia que cobran los estuches en el trabajo de Cajal, consciente de la necesidad que brota en los coleccionistas de garantizar la protección de sus delicadas ediciones.

En la exhibición hallamos también colaboraciones con poetas como la valenciana Elisa Torreira en el libro ‘La espera’, de la colecciónPoemario Breve’ (2015). Con una tirada de 15 ejemplares, rompe con la línea dominante en la exposición de encontrarnos ante proyectos de ejemplares únicos.

‘Emisión’, libro de artista de Ángel Cajal presente en la exposición. Foto de David Culebras cortesía de la Fundación Antonio Pérez de Cuenca.

Esa labor de investigación del artista se puede seguir muy bien en la obra ‘Defensión’ (2012), con texto de Juan de la Encina. Una pieza que encierra fortalezas y castillos y que, por razones de espacio, no ha podido desplegarse completamente en la exposición. Por esta razón se han colocado planchas de cobre con esos motivos que permiten contemplar en toda su dimensión la pulcritud y precisión del artista grabador.

Ángel Cajal, además de buen artista, es un gran conversador que, sin adornos ni pedanterías, denota un profundo conocimiento de las diversas técnicas de trabajo y las posibles combinaciones entre ellas. Es por ello que, aunque dice no renegar de la deriva tecnológica que viene introduciéndose en el mundo del arte, destaca la felicidad que le supone sumergirse en el laboratorio alquimista de su estudio.

En cuanto a próximos proyectos, a Cajal le hace especial ilusión una exposición en su tierra asturiana, concretamente en la Cueva de la Peña de Candamo. Pensada en un primer momento para el verano de 2020, las circunstancias sanitarias la fueron reprogramando hasta encontrar acomodo en agosto de 2022.

Un lugar, la gruta como espacio expositivo, que junto a las pinturas paleolíticas como depósito del paso del tiempo se revela, precisamente, en un decisivo leitmotiv de la trayectoria del artista, volviendo, por esos caprichos del destino, al territorio donde jugaba de niño, ajeno todavía a los avatares de la vida.