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‘Andar’, de Thomas Bernhard
Traductora: Virginia Maza
Editorial Contraseña, 2025
La publicación en la escena de la literatura española de un texto inédito de Thomas Bernhard, o, en todo caso, poco difundido u oculto, es, a mi parecer, un verdadero acontecimiento. Editorial Contraseña recupera y da un nuevo sentido en el corpus artístico del austriaco a un escrito excepcional y temerario con su emancipación.
En efecto, recordemos, ‘Andar’ se imprime en 1987 como parte de una antología de cuentos preparada por Alianza. Dicha recopilación no es la propuesta por la empresa algunos años después, se trata de un trabajo hoy casi invisible y poco recordado. Por eso, la restauración de un pasaje sobresaliente y su divulgación individual es un hallazgo admirable.
La operación de Contraseña plantea un emocionante surfeo entre tiempos. Me explico. Por una parte, descifra las especificidades del pasado identificando los valores creativos de una pequeña novela escrita por su autor en un momento de auténtica efervescencia artística.
‘Andar’, tal cual menciona la contraportada del nuevo ejemplar, aparece en Austria en 1971, un año más tarde de la publicación de ‘La calera’. Para entonces, también han llegado a las librerías expresiones esenciales de lo bernhardiano como ‘Amras’ o ‘Trastorno’, donde un médico y su hijo, hundidos en los pasajes de un viaje interminable, en una caminata sin fin, visitan a los habitantes de un valle clausurado y recogen las conmociones físicas y morales de sus afecciones.
A diferencia de ensayos análogos, armados por diferentes autores en etapas de iluminación creativa, el presente escrito conserva los portentosos ánimos que singulariza a los hermanos mayores.

Ahora bien, ¿‘Andar’ realmente mantiene los aciertos admirados o consigue, con su desesperada suficiencia, transformarlos y llevarlos a un punto insólito y de no retorno, al borde del abismo, al parecer? Este es el caso, pienso, y lo que cambia el sentido del regreso al pasado.
El texto recobrado es una de las obras maestras más poderosas de Bernhard. Poco importa su extensión, apenas unas cien páginas: he aquí una de las manifestaciones más puras y especiales de su temperamento inconfundible, y también la exposición descarnada de una de las operaciones de presión de la estilística más graves que recuerdo.
Sobre la base de un paseo de evocación (supervivencia) de unos hechos terribles por dos figuras desconocidas, el escritor presiona sin compasión su escritura hasta casi destruirla. Sobre las ruinas de rara supervivencia compone, a continuación, una obsesiva canción de pérdida y desconsuelo con el recuerdo de un terrible desencuentro entre un personaje genial y roto con unos tenederos en un comercio de pantalones, deconstruido y expuesto, una y otra vez, en el tramo más largo y emocionante del proyecto.
La reseña compulsiva de la lucha en la tienda es, sin lugar a dudas, el centro de un libro activado, naturalmente, desde el llamamiento introspectivo de las ideas fijas del artista, es decir, la locura, la proximidad de la muerte, el desplome existencial y físico individual con relación a una degeneración de diferentes evidencias, y, por supuesto, el amor-odio por una patria asfixiante y depredadora.
Todas estas cuestiones conforman las repetidas visiones de una melodía hermética y emocionada, interpretada por varias voces desde un cercado sistema de combinaciones y memorias. El desaliento de unas palabras combinadas según una cadencia musical característica, y su detalle, sobrecogen por una esencialidad innovadora, solo prorrogada, luego, por su propio responsable, y por esa voluntad utópica de dar con un rayo de sincera precisión en el hundimiento.
‘Andar’ sueña con algo tan imposible como hermoso: devolver a la manifestación escrita una quimérica castidad en un tiempo de fantasmas, desmemorias, vulgaridades, culpas y sangre. La imposibilidad total de renovar la experiencia Bernhard sin adulterarla o caricaturizarla coloca, forzosamente, su alfabeto en un plano pretérito y, por lo tanto, no peligroso. ¿Esto es así de verdad? Bajo un determinado punto de vista, sí. Por muy convincente y sorprendente que pueda resultar a los nuevos lectores, o a quienes lo hemos leído y admirado durante años, ‘Andar’ sigue formando parte del ayer, y, así pues, no es demasiado difícil desactivarla.

Ahora bien, al principio del segundo párrafo me refería a su surfeo entre tiempos. Hasta el momento solo hemos hablado del pasado. ¿Qué ocurre con el presente y sobre todo el futuro? ¿Acaso Thomas Bernhard ha conseguido mirar e influir en el mañana desde el otro lado, treinta y seis años después de su fallecimiento?
Puede ser, desde luego. Fuera de los encajonamientos temporales, su escritura mantiene intactas, de veras, sus posibilidades de incidencia determinante en la lectura. Sin embargo, no creo que esta cualidad, compartida por otros muchos autores desaparecidos, sea la esencia de la ojeada a lo posterior.
En mi opinión, la principal habilidad de ‘Andar’ para referirse a nuevos planos es local y ajena a su autor. Desde siempre, el nombre de Bernhard va unido en España al de Miguel Sáenz, ese impecable traductor que además publica entrevistas largas y una eficaz biografía. Es absurdo separar a los dos hombres, y eso, lo mismo que en otras asociaciones íntimas de lo artístico, plantea dudas emocionantes a propósito del talante de los brillos en las letras traducidas.
En España no hemos leído, naturalmente, al austriaco. Acá poseemos la visión escrupulosa, pero subjetiva, del traductor. La exactitud ambigua de este vínculo casi sagrado supedita nuestra apreciación de ‘Maestros antiguos’ o ‘Extinción. Ahora, sin embargo, Editorial Contraseña rompe la baraja y arroja el escrito hacia lo desconocido sumando un nuevo agente a la delicada cuestión de la transformación del lenguaje, Virginia Maza.
La nueva traductora suma al volumen una esclarecedora nota de intenciones y formas. No obstante, creo que ese documento no explica, precisa y apropiadamente, los enigmas de las nuevas energías inyectadas a lo bernhardiano. No hay injerencias o impropias invasiones sentimentales en el escrito publicado.
Laten unos modernos y delicados entusiasmos que permiten a ‘Andar’ dirigirse hacia el mañana y, al menos en el ámbito local, colocar al autor en un emplazamiento nuevo y sorprendido. Todo esto es una tonalidad hipotética e indeterminada. Es bonito ponerse nervioso todavía con los misterios.
