‘All the Pretty Little Horses’, de Michalis Konstantatos
Intérpretes: Yota Argyropoulou, Dimitris Lalos, Katerina Didaskalou, Alexandros Karamouzis
Sección Oficial de Largometrajes
Cinema Jove
Del 18 al 26 de junio de 2021
‘All the Pretty Little Horses’ es la segunda película del griego Michalis Konstantatos, que compite en la Sección Oficial de Largometrajes de Cinema Jove. Es, también, el título de una famosa canción de cuna tradicional de los Estados Unidos. Canción que arranca así: “Silencio, adiós, no llores. Vete a dormir, mi pequeño bebé. Cuando despiertes, tendrás todos los bonitos y pequeños caballos”. Esto es, por alusiones, lo que le dice Aliki a su hijo Panagiotis, cuando quiere que duerma en paz, mientras su matrimonio con Petros va haciendo progresivamente agua.
De hecho, el agua de la piscina, donde en cierto momento se baña la pareja, ya denota los claroscuros del matrimonio: primero juegan y se besan, para enseguida hacerle el marido unas aguadillas que violentan a su mujer, saliendo enojada y conmovida de la piscina. Esa tensión, palpable desde el primer momento, gracias a la posición inquietante de la cámara de Konstantatos, irá siendo despejada muy poco a poco, sin necesidad de grandes explicaciones, apenas vislumbrada mediante sutiles imágenes.
Sabremos, hacia la mitad del metraje, que Aliki y Petros (de ahí que en la web de Cinema Jove se hable de “la respuesta griega a ‘Parásitos’”) alternen su modesta casa con otra lujosa con piscina, de la que se apropian durante las ausencias de su propietaria, aprovechando que Petros realiza trabajos de mantenimiento en ella. También sabremos, de forma apenas sugerida, que el matrimonio vive en ese pequeño pueblo, tras haber dejado Atenas, donde vivían lujosamente, por un incidente relacionado con el trabajo de cirujana de Aliki.
Ese pasado, que gravita en todo momento sobre la vida de ambos, es el que provoca la tensión, subrayada por la música de Liesa Van der Aa, que atraviesa la película de principio a fin. El lujo al que aspira la pareja protagonista proviene, precisamente, de ese pasado que quiere dejar atrás, pero que, como bien apuntan los psicoanalistas por las enseñanzas de Freud y Lacan, vuelve inexorablemente en forma de síntoma que se echa por la puerta y vuelve a entrar por la ventana.
El síntoma, en este caso, se refiere al estatus social adquirido en cierto momento y que la pareja quiere seguir manteniendo, ahora bajo la capa del fingimiento. Ella trabaja ofreciendo cuidados a un viejo enfermo y él haciéndose pasar por un analista financiero que, en realidad, hace chapuzas en casa de la rica propietaria de la mansión que, literalmente, ocupan. Que el filme arranque, como lo hace ‘El silencio de los corderos’, con Aliki (en la película de Jonathan Demme, con la detective Clarice Starling) haciendo footing por un bosque, con la respiración entrecortada, ya da pistas de la agitada historia que nos aguarda.
Esa agitación, pronto manifestada mediante impulsivos actos sexuales que irán derivando en agresividad torpemente canalizada, apenas encuentra remansos de paz que la contiene, merced a la presencia del hijo que demanda juegos y cuidados. La doble vida, reflejada en la oposición entre la casa pobre y la casa rica que habitan, es a su vez reflejo de la sociedad germinada bajo el boom económico y su posterior crisis. Aliki y Petros, acostumbrados a vivir en la Atenas pudiente, quieren emprender un nuevo rumbo, con la sombra siempre detrás del oropel que ansían.
‘All the Pretty Little Horses’ es una película que puede también leerse en clave de ácida canción de cuna. Una acidez provocada por la digestión pesada que supone fingir un estatus de vida que no se tiene, con la correspondiente tensión derivada de esa doble existencia, vinculada con ese imaginario infantil de prometer preciosos caballos en un mundo agreste que lo contradice. Sin necesidad de desvelar el final, bastará decir que el filme de Konstantatos se mueve en la frágil línea que conduce o bien al abismo, por la fuerza de las pasiones más desatadas, o a cierta caída amortiguada por la presencia de esos bonitos caballos, en forma de fábula simbólica.
Salva Torres
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