Alberto Peral. III Premio de Escultura Fundación Bosch Aymerich

#MAKMAArte
‘Splashing Mies’, de Alberto Peral
Pabellón Mies van der Rohe de Barcelona, 2024
III Premio de Escultura Fundación Bosch Aymerich

La razones de la arquitectura han encontrado respuesta lírica en la obra de Alberto Peral (Santurce, 1966). El artista vasco cumplió, en 2024, con el desafió de intervenir el Pabellón Mies van der Rohe de Barcelona con la pieza ‘Splashing Mies‘, una obra que le ha reportado el III Premio de Escultura Fundación Bosch Aymerich, dotado con 30.000 € (el más relevante a nivel nacional en su categoría).

Una intervención site-specific, comisariada por David Mesa Cedillo, que, además de conversar con el edificio, “ha sido un punto de inflexión” en su devenir profesional, empleando el agua no solo como espejo –donde la forma sólida “se desvanece”–, sino como fuente de movimiento y, por ende, de vida.

Un juego donde lo tangible y lo ilusorio permiten doblegar la solidez escultórica para dar paso a la fluidez en forma de diálogo artístico con el Pabellón, en el que “la circularidad y el reflejo ejercen una relación de ida y vuelta”.

“Un flujo” que transmuta en una aventura acerca de cuyo proceso y valor simbólico conversamos con Alberto Peral en la siguiente entrevista para MAKMA, tras recibir el galardón de la Fundació Bosch Aymerich el pasado 14 de octubre, en un acto celebrado en la sede de la Fundació Enric Miralles de Barcelona.

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¿Cómo consigue ‘Splashing Mies’ trascender la simple reacción al Pabellón de Mies para lograr el diálogo colaborativo ideal que propone entre escultura y arquitectura?

No lo sé, creo ha sido a partir de intentar entender lo mejor posible el pabellón, asimilar su espacio, recorrerlo a diferentes horas, entender sus proporciones, los materiales, tener toda la información posible, percibirlo desde todos los enfoques, tanto sensoriales como de contexto histórico.

En el contexto del Pabellón de Mies, ¿de qué modo articula ‘Splashing Mies’ la temporalidad y la inmaterialidad (el espejismo), y qué relación existe entre el uso funcional del agua/tubos y su valor simbólico?

El agua funciona a dos niveles: por un lado está ese aspecto de espejo-reflejo, utilizando la línea de flotación del agua como un eje de simetría, duplicando la pieza. Creo que cuando las cosas, los cilindros en este caso, se duplican, pierden algo de su fisicidad, no son uno; se desvanece el objeto, diluyéndose en el agua.

Por otro lado, ese mismo agua funciona como fuente dando movimiento al Pabellón; golpea el estanque haciendo desaparecer su quietud.

¿Esta obra representa una evolución o un punto de inflexión en su trayectoria, acercándola más a la instalación o al arte ambiental?

Creo que sí, ha sido un punto de inflexión. Ha necesitado un trabajo previo muy preciso al que no estoy acostumbrado. He trabajado como un arquitecto, proyectando cada elemento; ha habido muchos temas en los que hemos necesitado cálculo de estructuras. A la vez, ha habido decisiones de última hora, pero todo necesitaba ser muy programado.

La improvisación era muy difícil. No todo funciona como uno espera y hay que dejar la posibilidad de un margen. Muchas veces, lo que esperas que funcione no funciona y viceversa, y en realidad ese es el encanto de todo; es una aventura.

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¿Cómo maneja la tensión entre la solidez escultórica y la naturaleza efímera de la fluidez?

Como indicaba anteriormente, la obra, al reflejarse en el agua, se desvanece. Para elevar la pieza hasta la línea del agua coloco una pieza exactamente igual, por lo que la confusión entre el reflejo y la pieza sumergida se confunde extrañamente. Además, el agua, al estar en movimiento, hace desaparecer el reflejo, lo desvirtúa rompiendo la imagen.

¿Conecta este concepto de circularidad con el equilibrio y la reflexión que guían su trabajo?

La circularidad y el reflejo ejercen una relación de ida y vuelta, un flujo… No sé si considerarlo como un equilibrio; pero, sí, en cierto modo es un equilibrio.

¿Qué influencia sigue teniendo su formación en Arteleku en su aproximación a la arquitectura y los materiales en ‘Splashing Mies’?

Arteleku sigue ejerciendo una influencia, porque era una actitud; no tiene que ver tanto con materiales, aunque era un lugar en el cual había talleres y una preocupación implícita por los materiales al estilo Bauhaus. Pero, sobre todo era un espíritu; un proyecto nacido con una gran vitalidad. Nació de una necesidad, era muy orgánico, nada rígido. Diría que fue un milagro en el panorama nacional.

¿Qué supone para su obra y trayectoria la consecución del III Premio de Escultura de la Fundación Bosch Aymerich?

Para mí, supone un empujón, una sensación de estar apoyado, de no estar solo. También supone un colofón a un proyecto como el del Pabellón, que ha sido muy trabajado y complejo; su realización ha sido la unión de muchas fuerzas. Este premio anima a seguir trabajando.

Tras el premio y la proyección internacional, ¿cómo ve el futuro de la escultura española contemporánea y el posible diálogo interdisciplinar a nivel global?

Creo que la proyección internacional del arte contemporáneo español depende de muchos factores: una mezcla de buenas políticas públicas, de promoción y otros factores más intangibles. El arte es algo que hay que cultivar, pero es singular… Tiene que ver con la energía.

En cuanto a si, por interdisciplinar, quiere decir entre escultura y arquitectura, en este sentido, creo que este premio puede ayudar a esta relación; creo que hay un interés mutuo. En realidad, creo que unos y otros estamos interesados en el campo del otro. Seguro que surgirán proyectos comunes, aunque reconozco que, en este momento, no hay tantas conexiones reales como nos gustaría a ambos.