Alberto Morais

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‘La terra negra’, de Alberto Morais
Reparto: Laia Marull, Sergi López, Andrés Gertrúdix, Abdelatif Hwidar y Rosana Pastor, entre otros
Guion: Alberto Morais y Samuel del Amor
Fotografía: Roberto San Eugenio
100′, España, 2025

‘La terra negra’ es el último trabajo de Alberto Morais, director vallisoletano formado en València, que ha optado por rodar su película en valenciano y en un paisaje de resonancias atávicas que recuerda la sequedad de los pueblos castellanos: “Los valencianos no están proyectados en mi película; su placer por la vida es brutal. Son los más dionisíacos y lisérgicos de este país”.

Morais presenta una historia de personajes extraños y extrañados, pero que enseguida atrapan al espectador. Personajes sometidos a una contención emocional y a un registro interpretativo austero, pero que no resultan ajenos ni fríos.

Se trata de seres dañados, sometidos a pasiones poderosas, o a desengaños de orígenes remotos. Quizás por ello, ‘La terra negra’ puede verse como un western extraño en el que el héroe no es un pistolero, sino una especie de ser bondadoso; alguien que explícitamente renuncia a cualquier uso de la violencia.

“Miguel es un personaje que se transmuta en una especie de arcángel, es casi un santo”. La referencia no es casual. Morais inicia su película con los acordes de Bach y la imagen de un cuadro de Zurbarán que muestra un cordero sacrificial. Hay unas claras resonancias religiosas en su película, que tiende a presentar el sacrificio como un elemento transformador.

Podría decirse que los sacrificios de Miguel y María desatan el cambio y quiebran un entorno social rígido y asfixiante que atrapa a los personajes. “Le he robado a la cultura católica un elemento sacro en favor de los desclasados”, asegura Alberto Morais. Algo que conecta bien con uno de sus realizadores favoritos, Pier Paolo Pasolini: “Él es mi referencia desde un punto de vista moral”.

“Quería una película liberadora y que tuviera bondad. Creo que hay mucha maldad en el mundo y no la entiendo. En mi caso, la injusticia me desactiva, y mi forma de afrontarla es el cine”, explica Morais, quien, en todo caso, admite que, “al final, haces lo que puedes” y que las condiciones materiales, de limitación presupuestaria, condicionan las elecciones que puedes tomar.

Fotograma de ‘La terra negra’, de Alberto Morais.

En un contexto dominado por el cine de las plataformas de streaming, obligado a buscar un impacto constante, Morais reivindica el reposo. “Me gusta la sencillez de un cine detenido que permite la reflexión. Esa imagen de las mujeres de los pueblos castellanos que sacan una silla a la calle para hablar con sus vecinas refleja bien lo que me interesa”, explica el director vallisoletano, que la semana pasada presentó su película en los Cines Casablanca –que dirige el también cineasta Arturo Dueñas–. “No me interesa el cine frenético, aunque debo admitir que tampoco lo sabría hacer”.

Ese tono contenido se traduce en un trabajo interpretativo nada confortable para el actor. “Les digo: sois una voz y un rostro. Eso encorseta mucho, y puede quedar frío, pero los actores de envergadura dan alma a los personajes, pese a las limitaciones”.

“No busco estilismos, sino no caer en cosas que considero errores del cine actual. Trabajo mucho la puesta en escena, la expresión corporal, los elementos narrativos… para decantar el resultado final. Solo así siento que la película es mía”. La suya es “una puesta en escena alejada de consensos sobre lo que debe ser una película o una interpretación”, pero que tampoco busca diferenciarse porque sí, sino porque busca una expresión distinta.

El director Alberto Morais, en el centro, durante la presentación de ‘La terra negra’ en los Cines Casablanca de Valladolid.

En la forma interpretativa convencional, Morais ve a un actor interpretando un personaje: “No veo al personaje y no me lo creo”. En su caso, trabaja “desde el defecto”. “Necesito irme a otro lugar para que los actores desaparezcan en favor de aquellos a los que interpretan”.

A algunos de los intérpretes de ‘La terra negra’ –actores valencianos con mucha experiencia teatral– les costó mucho adaptarse a este modelo interpretativo. No así a Laia Marull, la intérprete de María, que es la tercera vez que trabaja con Morais y que ya le conoce bien. Por su parte, Sergi López, que interpreta a Miguel, “terminó haciendo lo que le dio la gana y aportando cosas increíbles”, pero sin salirse del registro.

Especialmente difícil lo tuvo Andrés Gertrúdix, no tanto por el tono como por el hecho de que la película se rodara en valenciano, un idioma que desconocía y que le obligó a trabajar para familiarizarse con él.

“Para mí fue un hándicap no ser valencianoparlante. Me obligó a estar cinco meses con un profesor”, reconoció Gertrúdix durante la presentación de ‘La terra negra’ en Valladolid. “Se me olvidó decírselo” [que era en valenciano], bromeó Alberto Morais.

El realizador vallisoletano-valenciano hizo referencia al modo peculiar en que las historias que narra se apoderan de él y toman forma como películas. “No escojo una película. Las historias me eligen a mí”, explicó en los Cines Casablanca, un escenario de vocación cinéfila que propicia encuentros entre artistas y público. La presentación en Valladolid contó, en esta ocasión, con la colaboración de la Semana Internacional de Cine (Seminci).

En el caso de ‘La terra negra’, el origen de la historia es un viaje a Asturias con una amiga valenciana de origen asturiano que le llevó a trabajar en un molino industrial. “Un verano me fui con ella y había que trabajar cargando los sacos de pienso”.

El personaje de María se inspira en su amiga real, al igual que Miguel se inspira en otra persona que conoció en el molino y que tenía afición por los centros florales, como el personaje que interpreta Sergi López. A todo ello, añádase la experiencia carcelaria de otro conocido, que inspiró también la de Miguel, y el resultado es una película “que tiene más que ver conmigo que ninguna”.