#MAKMAArte
Entrevista a Volkan Diyaroglu
Ganador del segundo premio de la IV Bienal Mª Isabel Comenge
Obra: “Dentro de las ondas’
Expuesta junto a los finalistas en el Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC)
Museu 2, València
Hasta el 18 de enero de 2026
Se entiende por hiperrealismo la necesidad que tienen algunos artistas de captar la realidad –es decir, aquello que entendemos como plenamente consolidado–, en sus más mínimos detalles, con absoluta precisión. De manera que el ojo percibe esa realidad de forma nítida, por cuanto la hace suya al primer vistazo, aunque luego esa realidad, de tan fielmente reproducida, pueda llegar a producir cierta extrañeza.
En este sentido, el hiperrealismo se asocia a la imagen figurativa por antonomasia, aunque esa figuración –ya decimos– se torne en ocasiones chocante. En el caso de Volkan Diyaroglu, la cosa cambia, porque su abstracción diríase ajena a todo ello y, sin embargo… “Te voy a decir una cosa curiosa, porque, en verdad, esta obra –‘Dentro de las ondas’, con la que ha ganado el segundo premio de la IV Bienal Mª Isabel Comenge– es hiperrealista”.
Lo dice, efectivamente, sabedor de la paradoja que supone entender como hiperrealista una pieza que huye de la realidad representada nítidamente. Y, sin embargo… ”Me fascina la idea de pintar un cuadro de otro cuadro”, apunta el artista, para enseguida lanzar la siguiente cuestión: “¿Qué pasaría si yo pintase una obra abstracta realísticamente? ¿Sería abstracta o realista?”.

Para entender lo que plantea se hace necesario seguirle pausadamente en su razonamiento. “Cuando pinto, quiero que se anule al pintor y que la obra se vuelva consciente por sí misma, de manera que sea el espectador el que piense acerca de quién está mirando a quién: ¿yo al cuadro o el cuadro a mí? Y entonces empiezo el cuadro con esta idea, aunque, con el tiempo, haya empezado a hacerlo a partir de mis propias obras, pero destrozadas a mano”.
Una vez destrozadas, esto es, hechas añicos para huir de la realidad previamente construida en esas obras rotas, va emergiendo una pieza nueva realizada con los distintos pedazos. “Entonces, ahí estaban las ondas –aludiendo al título de la obra premiada–, en esas obras que corto y destrozo creando un collage”.
Y añade: “Cojo toda esa destrucción y lo que veo ya es un cuadro que está ahí. Es como un fallo del lenguaje que llamaríamos abstracto. Así es como yo pinto lo destrozado hiperrealísticamente en otro cuadro, recreando el acto autodestructivo. De manera que el resultado, en verdad, es un cuadro abstracto que no lo es, porque parte de una obra mía anterior. Por eso visualmente mis obras varían mucho, porque son obras anteriores destrozadas realísticamente con empeño de ser fiel a esa destrucción”.
‘Dentro de las ondas’ –“es uno de los cuadros que más he trabajado, por tiempo y esfuerzo; es una obra muy detallada”, resalta Diyaroglu– juega con esa paradoja del realismo que supone el acto material de destrozar un cuadro que, al volver a crearlo con sus propios retazos, adquiere ese hiperrealismo por acumulación de tan exacerbado realismo.
“A mí me gustan las paradojas, porque es como una confusión que invita a reflexionar. Estoy con Hegel cuando dice que el futuro afecta al pasado. Es otra paradoja, porque está diciendo cómo el futuro ya lleva el pasado dentro, y cómo el futuro, a su vez, afecta al pasado”, afirma el artista, que dice haber elegido de forma “un poco impulsiva” esta pieza para presentarse a la Bienal, porque “a veces también hay que creer en las intuiciones”.
Esa idea de la destrucción de su propia obra con fines creativos recuerda al famoso dicho de que para hacer una tortilla se hace necesario romper antes los huevos. “Es que somos seres autodestructivos que, a partir de esa destrucción, es como empezamos a crear. Como sucede con las civilizaciones. Y es curioso porque yo muchas veces pienso que nosotros, cuando comunicamos, hacemos muchos fallos de lenguaje, y eso ya es una obra abstracta”.
Volkan Diyaroglu dice darle mucha importancia al proceso, durante el cual suelen surgir los títulos de sus obras: “Sí, en este caso, me vino mientras producía la obra”. Y vuelve al tema de las paradojas, una de las mayores, encerrada en la propia definición del arte, cuando se dice que es una mentira que permite acceder a la verdad.
“Mientras hago la obra, ya está dentro de la naturaleza. Es como un edificio: lo pintas y quien lo está creando se podría decir que es abstracto también, porque está dentro del paisaje en el momento que se hace. Entonces, se convierte en una nueva realidad. Por eso nunca creo en términos como abstracto o figurativo, porque toda obra es realista”.
Por eso insiste una y otra vez Diyaroglu en la fragilidad de la frontera que separa lo abstracto de lo figurativo: “Imagínate una pantalla en un paisaje, ¿no? Estás mirando a algo o a alguien y ese alguien te está mirando a su vez a la pantalla. Y esto es tan real como abstracto, ¿sabes? Me gusta esta paradoja, la que conlleva el hecho de no poder ver una obra en sí”.
‘Dentro de las ondas’ también puede representar cierto espejo roto a modo de fractales, tal y como los prefiguró Mandelbrot: patrones geométricos repetitivos que se hallan por toda la naturaleza en régimen de autosimilitud –partes que se parecen al todo en diferentes escalas–.
A juicio de Diyaroglu, “todos estamos perdidos en unas pantallas en las que se producen realidades como simulacros de muchos yoes. En mi obra, también pinto los mismos cuadros desde diferentes perspectivas y distancias con respecto al propio cuadro”, agregando que ahora “la pantalla ha reemplazado al espejo; ahora la imagen nos mira a nosotros, o sea, es la pantalla la que nos mira. Y es como el señor que saca el perro a la calle: piensa que lo ha sacado a pasear, cuando, en verdad, es el perro el que está paseando al señor. Es lo mismo: nosotros pensamos que miramos a la pantalla, pero en verdad es la pantalla la que nos mira”.

Esa suerte de vértigo se adivina, igualmente, en la pieza presentada a la IV Bienal Mª Isabel Comenge: el vértigo de la espiral que va concitando en su centro los pedazos con los que ha sido hecha: “Sí, pero pienso que ahí hay una perspectiva al revés, porque el cuadro va hacia dentro, o sea, como dices, como en espiral, pero la espiral está delante, aunque cuando miras parezca ir hacia el interior también. Esa era un poco mi intención, volviendo de nuevo al tema de las paradojas”.
Como paradójico es que para ganar un premio se haga necesario que otros no lo consigan: “Sí, evidentemente, estos premios ayudan mucho, aunque me sabe mal, porque cuando alguien gana otros no lo hacen, y había muy buenas obras en la exposición”. Lo dice tras subrayar lo duro que es “trabajar a solas en tu estudio”.
“De ahí que, para nosotros, el reconocimiento que supone ganar un premio sea tan importante: son muy necesarios; ojalá que hubiese más, al igual que ayudas estatales”, destaca quien se alegra, además, “de que esto ocurra en València, porque hay pintores con mucha calidad, mayor de la que percibo con respecto a Alemania, donde ahora estoy más cerca”. Y si los premios ayudan, el que otorga la Fundación Juan José Castellano Comenge, concluye Volkan Diyaroglu, “muy especialmente, porque se presentan artistas con mucho nivel”.
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