Ignacio Sánchez Mejías

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‘Sobre la tauromaquia’
Ignacio Sánchez Mejías
Editorial Berenice, 2021

Ya ha pasado casi un siglo. Y ahí sigue, intacta, la polémica que Ignacio Sánchez Mejías (1891-1934) supo llevar a sus escritos con mano izquierda. De modo natural, vamos. Soltó capotazos a diestro y siniestro, dijo lo que pensaba, se enfrentó a colegas toreros y a colegas periodistas, porque Sánchez Mejías fue ambas cosas y muchas más: autor teatral, promotor de la generación del 27, empresario, piloto de aviación, actor, jugador de fútbol y presidente del Betis y de la Cruz Roja en Sevilla.

Pero, por encima de todo, fue valiente, dentro y fuera de los ruedos. Murió en la plaza de Manzanares y García Lorca le inmortalizó en su poema ‘Llanto por la muerte de Sánchez Mejías’. La editorial Berenice ha recopilado sus escritos periodísticos, muchos desconocidos y algunos inéditos, en el libro ‘Sobre tauromaquia’.

Destaca, lógicamente, su defensa de las corridas de toros. Pero destaca, sobre todo, por sus conocimientos expresados con una prosa brillante. A favor o en contra, a Sánchez Mejías no se le puede negar inteligencia. Inteligencia para rebatir argumentos antitaurinos e inteligencia para echarse él mismo al ruedo de las deliberaciones contra su obra.

En esto fue un caso único: enjuició la labor de sus compañeros de cartel, al tiempo que firmaba su autocrítica en la página siguiente del diario La Unión donde aparecía la crítica oficial. Aunque en otro contexto, sus propias palabras servirían para zanjar esta cuestión: “El que no quiere que lo cojan que se meta a obispo”.

“Ese indio que por no matar una mosca deja que coma de su carne, es la negación del toreo”

Sánchez Mejías se metió y mucho con lo que él llamó la “sensiblería de los nuevos sentimentales”. El ejemplo del buenismo oriental queda explicitado en la cita anterior rematada con esta otra: “Es en la vieja India donde los hombres y mujeres dan de comer a las moscas en sus propias llagas”, señalando ahí el “camino de la muerte”. Por el contrario, la ciencia del toreo es “ciencia de la vida”, donde el torero se enfrenta a la muerte asumiéndola, pero burlando la bala de acero que representa el toro y que “viene a partirnos el corazón”.

“Cuando la humanidad esté en un grado tal de civilización que no quede ninguna crueldad… sería cosa de hablar de suprimir las corridas de toros”

Sánchez Mejías está dispuesto a hablar y discutir sobre la guerra, sobre la caza, sobre el boxeo y sobre otras muchas cosas que “la cortesía”, dice, le impide enumerar, para poner a las corridas de toros en su sitio y “en su turno”. Mientras tanto, hablar de supresión “no es injusto, ni agresivo, ni imprudente, es pueril, ridículo, extemporáneo”. Y se sirve de la animalidad del toro, de su fiereza, para ubicar la tauromaquia entre las ciencias de la vida por oposición a la muerte que representa el morlaco.

“El toro (única víctima segura de este espectáculo) es una fiera. Esto no lo sabe nadie de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas”

Sánchez Mejías narra el caso de la señora esposa de una personalidad en el mundo de los negocios, que ponía a su disposición 200.000 dólares para fundar un periódico en España y emprender así una campaña contra las corridas de toros.

Explica el diestro: “Creen que el toro es un animalito pacífico a quien se le obliga a embestir, quitándole de las labores agrícolas”. Agregando después: “Esa teoría de utilidad restada a las faenas agrícolas es una tontería que sólo cabe en la cabeza de unos de esos nuevos sentimentales”.

“Se me olvidaba consignar que los gatos… son necesarios en el toreo”

Sánchez Mejías también habla en sus escritos de la superstición entre los toreros. Superstición de todo aquel que tiene su vida en peligro. “Y una de nuestras supersticiones es la de que los gatos nos libran de toda acechanza por parte de nuestros enemigos”.

‘Llanto por la muerte de Sánchez Mejías’, de Federico García Lorca.

Por eso dice que “resulta rarísimo” el ganadero, empresario, cronista taurino, apoderado, representante o torero “que no tenga sus gatos”. Al igual que hay diestros con sus horas fijas para las grandes faenas. Se lo descubrió el cronista Gregorio Corrochano, en un atardecer de la feria valenciana. Belmonte tenía su hora: “La hora del crepúsculo, cuando la luz se marchaba de la plaza de toros”.

“Hay ganaderías que embisten por afición y otras embisten a la fuerza, por obligación”

Sánchez Mejías arremetió contra toreros y toros mansos, contra antitaurinos que equiparan al hombre con el animal y no dudan en ponerse del lado de la fiera (ahora incluso con sus derechos, pero sin obligaciones), contra el “servilismo periodístico” que subraya en la introducción de ‘Sobre tauromaquia’ el profesor Juan Carlos Gil, y contra los mismísimos ganaderos. “Así como hay toreros que gozan al torear, sin tener en cuenta si ganan dinero o no lo ganan, hay otros que torean a la fuerza”. Lo mismo sucede con las ganaderías, gozosas unas y obligadas por fuerza a embestir las otras.

“Si los intelectuales españoles, unánimemente, combatiesen las corridas de toros no tendrían éstas defensa posible”

Si Sánchez Mejías levantara la cabeza vería el mismo panorama casi 100 años después. Igual no tenemos remedio. Como no tiene remedio la vida sin oposición a la muerte. “Es la lucha por nuestra propia vida la que nos obliga a torear”.

El polifacético diestro sevillano se murió pensando que el mundo entero es como una enorme plaza de toros. Y ante las embestidas, nada como un buen capote. El que nos echó Sánchez Mejías y la editorial Berenice con la recopilación de sus escritos.