Marina Puche

#MAKMAArte
‘Blanc Paguí’, de Marina Puche
Galería Alba Cabrera
Joaquín Costa 4, València
Hasta el 9 de enero de 2026

El arte como conexión con el disfrute y lo cotidiano, una suerte de recorrido por los momentos esenciales de nuestro día a día y por lo festivo como forma de socialización y construcción de afinidades y vínculos. Esto es lo que plantea la artista Marina Puche en su nueva exposición, ‘Blanc Paguí’, en la galería Alba Cabrera, en la que nos abre un portal hacia su característico universo de celebración y color.

“Cuando estaba fuera descubrí el vino blanco París o blanc paguí y empecé a pedirlo en los restaurantes y bares a los que iba, pero nadie sabe de lo que hablo”, cuenta de forma anecdótica la artista acerca del nombre que recibe la exposición.

Las obras son una oda a lo “garrulo”, a aquellos intentos por hacer de lo común algo casi glamuroso, a vivir comprometidos con la fantasía y el interés por lo más mundano y vulgar. Puche consigue otorgarle a lo cotidiano una dimensión mágica a través del humor y el juego como principales herramientas discursivas.

Vista de la exposición ‘Blanc Paguí’, de Marina Puche, en la Galería Alba Cabrera.

Gran parte de las obras nos muestran, con un toque de hilaridad, toda esa serie de rituales y preparativos que ponemos en marcha para acudir a una cita: la elección de la ropa, el uso de un perfume especial, los nervios frente al espejo… Preparativos que pueden resultar absurdos o insignificantes, pero que ocupan mucho tiempo de nuestras vidas, así como nuestro espacio mental.

Las reuniones en bares o en espacios de ocio son esenciales para la artista; es por eso que toda la exposición está repleta de referencias a ellos, ya sea a través de copas de vino, aceitunas o rodajas de naranja. Sitios que no solo constituyen un lugar físico al que ir, sino que se convierten en verdaderos epicentros de socialización e identificación, y en los que, por supuesto, suele primar la diversión.

En obras como ‘A la fresca’, Puche pone en valor esas reuniones al aire libre de vecinos y familias enfrente de sus casas. Una práctica de socialización que ya casi parece extinta en grandes ciudades turísticas como València, donde las calles han dejado de ser de sus habitantes y han pasado a manos de Airbnb, rent a bike y otros muchos modelos de negocio enfocados para el turista. Frente a tanta hostilidad urbanística, estar a la fresca puede incluso convertirse en un acto de resistencia.

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El agua es también una constante en las piezas. Para la artista, esta se relaciona con la tranquilidad y esos momentos de calma. Sumergirse en una bañera o en el mar es otro de los rituales de evasión y disfrute que nos presenta no solo en algunas de las pinturas, sino también en una de las esculturas, ‘La nadadora’.

Al igual que el contenido de la exposición coquetea mucho con el humor y el juego, también lo hace su parte formal. Puche no se limita solo a una técnica ni a un soporte concreto, sino que se preocupa por fusionar lo bidimensional con lo tridimensional, aprovecha la propia estructura de la galería para elaborar un recorrido original y divertido, incluso escribe con rotulador en las paredes.

El resultado se aleja notoriamente del modelo expositivo moderno del cubo blanco –habitación completamente blanca y aislada del exterior– para convertirse en un espacio donde las obras dialogan entre sí, así como el espectador con ellas.

“Quien me conoce, sabe que a mí me gusta una buena conga”, comenta entre risas Marina Puche. La propia exposición recuerda a esas congas o bailes cutres que se dan en algunas bodas y que a ella le fascinan. Un recorrido que implica al espectador a través de la identificación con lo festivo en lo cotidiano.