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‘Áurea. Nada áureo puede permanecer’
Artistas: Isabel Muñoz, Luis González Palma, Castro Prieto, Cecilia Paredes y Bohnchang Koo
Galería Blanca Berlín
Del Limón 28, Madrid
Hasta el 7 de marzo de 2026
En la exposición colectiva ‘Áurea. Nada áureo puede permanecer‘, en Blanca Berlín, la presencia de Isabel Muñoz adquiere una resonancia especial. Su relación con la galería, cultivada durante años, y la selección de obras presentadas –recientes y otras elegidas de su trayectoria– permiten percibir la coherencia de una investigación que trasciende la técnica y el tema. Lo que guía su mirada es lo esencial: lo humano, lo espiritual y la energía que atraviesa la materia.
En su reciente trabajo sobre la Alhambra, Isabel Muñoz explora la arquitectura islámica andalusí mediante el fotopolímero con tintas de oro, una técnica procedente del grabado. Lejos de ser un procedimiento gratuito, este proceso aporta densidad y profundidad a la imagen, permitiendo que la materia y la luz transmitan la intensidad y el sentido espiritual que la artista busca en su obra.

El oro, recurrente en varias de sus obras, actúa como puente entre cuerpo y espíritu. No es adorno, sino umbral; su presencia convierte la imagen en espacio de meditación. La relación de Muñoz con estos materiales profundos, derivados de la tierra, refleja su modo de pensar la fotografía: un proceso de excavación, de penetración en capas de significado, donde cada gesto y cada imagen pueden tocar lo humano, lo íntimo y lo sagrado.
Los caballos españoles son otra manifestación de esa misma búsqueda. Su fuerza y nobleza se vuelven metáfora de la dignidad y la energía vital que atraviesa todo ser. Cada retrato, lejos de la mera representación, es un encuentro silencioso: un diálogo entre la artista, el cuerpo y la memoria que contiene.

La fuerza que emana de estos animales se refleja en otras obras, como ‘Shibari’, donde las mujeres japonesas revelan un ritual que oscila entre dolor y placer, disciplina y liberación. Muñoz capta allí la intensidad del cuerpo y del espíritu, recordándonos que la belleza es un vehículo de comprensión y de conexión.
Una gran fotografía del guardián de la serie ‘Origen’, tomada en un yacimiento neolítico de Anatolia, completa este recorrido. Su figura, serena y firme, condensa siglos de memoria y actúa como puente entre culturas, territorios y tiempos.
Esta selección de obras también evoca la manera en que Muñoz se sumerge en sus temas: no solo literal, como en sus series bajo el agua, sino simbólicamente, penetrando en lo invisible, en lo íntimo y en lo espiritual, para captar la memoria, la energía y la verdad que fluye más allá de lo visible.
Su obra mantiene una coherencia que trasciende lo tangible: cada cuerpo, cada piedra, cada ritual se convierte en un portal hacia lo invisible y lo profundo. La belleza que genera es herramienta de conocimiento y esperanza. Nos recuerda que lo esencial persiste bajo la superficie: en la luz, en el gesto, en la materia.
Su trabajo nos invita a mirar más hondo, a reconocer la espiritualidad que habita en lo cotidiano y a confiar en la capacidad del arte para transformar y reunir. Tras este recorrido, la mirada del visitante se transforma: siente una intensidad y una profundidad que trascienden la belleza, un impacto silencioso que recuerda la experiencia de contemplar un templo o un lugar de culto.
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