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‘España oculta’, de Cristina García Rodero
Comisariado: Cristina García Rodero
Coordinación: Sandra Moros
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 4 de diciembre de 2025 al 8 de febrero de 2026

Decía Voltaire que él, como Don Quijote, se inventaba pasiones para ejercitarse. Las que posee Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) no son inventadas, sino fruto de un trabajo que, apegado a la más estricta realidad, diríase poseído por la misma pasión de la que se nutre: la pasión de las gentes que ha retratado pateando fiestas, ceremonias, tradiciones y ritos de numerosos pueblos de España.

De manera que la artista manchega, Premio Nacional de Fotografía en 1996, no se inventa pasión alguna para ejercitarse, sino que ha sido mediante el ejercicio de su profesión, que es tanto como decir de su vida, como esta mujer menuda –¡menuda mujer!– ha ido dando rienda suelta a su imaginación tomada prestada de la propia realidad, esta sí desbordante, dado su fértil imaginario popular.

Por eso no es de extrañar que lo primero que hizo, cuando la Fundación Juan March le concedió una beca de creación artística en 1973, fuera comprarse una cámara Pentax de 35 mm, con la que ha ido revelando todo ese mundo de la ‘España oculta’ recogido en su libro compendio de 15 largos años de trabajo. Un libro ya icónico de la historia de la fotografía, cuyas 157 imágenes están recogidas en la exposición del IVAM comisariada por la propia artista.

“Lo más importante para hacer fotos es que ames lo que estás haciendo, porque eso te va a dar dedicación y, después, que tengas mucha paciencia para que sucedan cosas, porque van a suceder y muy por encima de tu imaginación; la realidad te va a traer escenas que no te las puedes ni creer”, dice quien, ante cualquier pregunta, parece no disponer de suficiente carretera para correr.

Cristina García Rodero, junto a una de sus fotografías, en la exposición ‘España oculta’, en el IVAM. Foto: Miguel Lorenzo.

Es como si la realidad –esa misma que fotografía–, estando llena de pueblos con sus sencillas gentes, en el fondo no fuera de esta tierra, sino de la que destila su propia cámara cada vez que pone su mirada al servicio de cuanto la rodea. Siguiendo la máxima de Paul Éluard –“hay otros mundos, pero están en este”–, Cristina García Rodero diríase atraída por la existencia terrenal de tal modo, que, sin necesidad de sustancias psicotrópicas, llega a captar los misterios insondables de la vida.

“Bueno, eso es lo que yo he querido hacer. Creo que el misterio está en todas las cosas y esa poesía hay que encontrarla; existe y hay que saber encontrarla. Se trata de encontrar el misterio en esos momentos que pasan desapercibidos, que no duran nada, pero que tú los tienes ahí, siempre y cuando sepas mirar”, señala, mientras va derrapando con la mirada en busca de las palabras que ciñan todo cuanto piensa.

Porque a García Rodero –se vio en la rueda de prensa y en la posterior visita a la exposición en la Galería 5 del IVAM–, una sola pregunta basta para que su pasión por la fotografía haga el resto. Como basta que pise un pueblo de su órbita de interés, para que su cámara eche humo y su figura menuda desaparezca como barrida por las gentes que protagonizan sus imágenes: “En las fiestas paso desapercibida, porque somos muchos y yo soy pequeña. Si midiera 1,90, pues seguro que se fijaban en mí, pero es que, siendo tan pequeña, tienen que buscarme para verme”.

Incluso ella misma, una vez galopa con su cámara, diríase perdida en busca de esa fotografía singular. Y es que, como subraya la propia artista, con la fotografía “no solo descubres el mundo, sino las emociones y angustias de uno mismo”. Para ello, se hace necesario entender el arte como un espacio de interrogación, en lugar del espacio seguro mediante el cual uno dirige la mirada en busca de lo que previamente espera encontrar.

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“Hay en mí un afán de ir más allá; no puedo navegar sobre la superficie de las cosas”, dice con exactitud meridiana quien se sabe frágil, por cuestiones anatómicas, pero inmensamente fuerte, al sentirse poseída de una energía que excede toda lógica. “A veces me he preguntado cómo una mujer tímida y sola ha podido sacar fuerzas de no se sabe dónde”.

Su ‘España oculta’ bebe de esa energía, a ratos frágil y a ratos vigorosa, que retrata, en el fondo, el amplio muestrario de la vida a través de sus fiestas y tradiciones. Por eso, su alusión al libro ‘El carnaval’, de Julio Caro Baroja, por el que dijo sentir “mucho cariño”, no deja de ser pertinente, ya que podría decirse que su fotografía posee los rasgos del propio carnaval, donde se pone el mundo al revés para extraerle el misterio que la más anodina realidad encubre.

Así lo expresó Mijail Bajtín: “El carnaval libera la conciencia del dominio de la concepción oficial, permitiendo lanzar una nueva mirada sobre el mundo; una mirada desprovista de pureza, de piedad, perfectamente crítica, pero al mismo tiempo positiva y no nihilista”. Pareciera que Bajtín hablara de la fotografía de Cristina García Rodero, también ella lanzando con su ‘España oculta’ una nueva mirada sobre el mundo, allí donde el principio de realidad deja paso al principio de un placer a veces prístino y otras turbio.

Vista de la exposición ‘España oculta’, de Cristina García Rodero, en el IVAM. Foto: Miguel Lorenzo.

“Yo, más que darle esa vuelta a la realidad –no le doy vuelta alguna–, lo que hago es presentarla de modo que esa realidad que tú escoges, en cierto momento parece surrealista, como si te la hubieras inventado, pero es solo cuestión de esperar y de estar atento; de saber ver la foto”, aclara García Rodero, que dice haber empezado “queriendo mostrar las fiestas”, para luego decidir “que no, que eran ciertos momentos mágicos los que hablaban de la fiesta”.

Una magia hecha a partes de iguales de diversos ingredientes: “En la fotografía no solamente es la luz, son muchas cosas, aunque la luz también es muy importante. No es lo mismo trabajar a las 12 del mediodía que a las 5 de la tarde; si es invierno o si es verano.”

Y añade: “La calidad de la luz es importantísima en cualquier cosa, pero yo lo sitúo más en la paciencia. Hay que tener paciencia para encontrar ese momento. Lo que pasa es que muchas fiestas en España son de 12 a 2, la mayoría de ellas, que es el momento de la procesión. Hay pocas procesiones por la tarde en comparación con las que hay por la mañana y esa luz es horrenda”.

Insiste, una vez cogido carrerilla, que la calidad de la luz “es fundamental en todo, en todo”. Y aquí se deja llevar por el recuerdo de una película: “El otro día volví a ver ‘El piano’ [Jane Campion, 1993]. ¿Qué fotografía tiene? ¿Qué luz? Te quedas embobada viendo la calidad de las imágenes, para contar la historia de un triángulo amoroso, aunque lo que menos importa casi es la historia, sino cómo se cuenta. Es impresionante, con esa luz de anochecer tan intimista, una luz que lo envuelve todo”.

Vista de la exposición ‘España oculta’, de Cristina García Rodero, en el IVAM. Foto: Miguel Lorenzo.

“Mis fotografías”, le recuerda quien esto escribe utilizando sus propias palabras, “son momentos que le arranco a la muerte”. “Ah, sí, sí, claro, porque van a quedar ahí para toda la vida, ¿no? Están congeladas, no solo en ese momento, sino en el tiempo. Las puedes ver dentro de un siglo”. Como le recuerdo lo que decía Robert Capa: “Si una foto no es lo suficientemente buena es porque no te has acercado lo suficiente”.

“Sí, en mi caso lo práctico y, por practicarlo, me he llevado muchas patadas sin querer. Patadas, empujones, achuchones, de todo. Voluntarios e involuntarios. Si tú te adentras en una fiesta que van con cencerros, te cuelas entre las filas y lo haces muy rápido para no molestar, pues lo más fácil es que te pisen o te tiren”.

Y añade, a modo de coda reflexiva sobre el oficio de la fotografía como arte: “Te puede pasar de todo, pero uno tiene que arriesgar: arriesgar en su forma de trabajar, arriesgar en sus proyectos, arriesgar en la toma, arriesgar en la composición, arriesgar siempre. Hay que ser valiente con los trabajos, porque si se hacen con miedo, no sirven para nada”.

Y sobre el “instante decisivo” del que habló Henri Cartier-Bresson, apunta ya a modo de conclusión: “Sabes perfectamente cuándo has captado ese instante decisivo por la acción, por la composición, por el color, por la luz: cuando todo eso coincide y está en su sitio, sabes que es el momento. Como cuando una flor se abre completamente, cuando muestra su mayor belleza, siendo el culmen de la acción. Pues eso mismo pasa con la fotografía”.

Cristina García Rodero, junto a dos de sus fotografías en la exposición ‘España oculta’, en el IVAM. Foto: Miguel Lorenzo.