Bruno Dupont. El Imperio

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‘El Imperio’, de Bruno Dumont
Reparto: Brandon Vlieghe, Lyna Khoudri, Anamaria Vartolomei, Camille Cottin y Fabrice Luchini
Fotografía: David Chambille
110′, Francia, 2024

No es fácil explicar el argumento de una película como ‘El imperio’, última producción del director francés Bruno Dumont. La cinta nos sitúa en un pequeño pueblo de la costa francesa. Allí conocemos a Jony, un humilde pescador cuya vida parece entregada a su trabajo. Pero tras una serie de encuentros descubrimos que, en realidad, Jony es el poderoso protector de un bebé que está destinado a convertirse en líder de su raza, los Cero, y futuro dirigente de la humanidad.

Contra este propósito, los Uno, otra raza alienígena, planea secuestrar al niño con el fin de eliminarlo antes de que llegue a la adolescencia, impidiendo así que cumpla con su misión de esparcir la semilla del mal que alberga dentro de sí por toda la Tierra.

Las distintas escaramuzas llevadas a cabo por ambos bandos harán que el conflicto se traslade de nuestro planeta al espacio exterior, donde lucharán en una batalla definitiva entre sus naves nodrizas, una con forma de la imponente catedral de Notre Dame y otra que se parece demasiado al Palacio de Versalles. Mientras, una pareja de destartalados policías trata de resolver un accidente de coche que se ha llevado por delante la vida de la madre del líder.

Con estos elementos, Bruno Dumont ha realizado una película que quiere ser parodia de muchas cosas. De un lado, la guerra entre Ceros y Unos representa la lucha interna entre las fuerzas que anidan desde siempre en el corazón humano.

El Imperio. Bruno Dumont

Y, por otro, quiere ser una caricatura del género de la space opera encarnada en títulos como ‘Star Wars’, confrontando a su vez, como comenta Dumont en esta entrevista, el modelo del cine del blockbuster americano con otra tradición más realista, que correspondería con el cine de autor europeo, de ahí la mezcla surrealista entre elementos de la realidad social con otros más propios de la ciencia ficción.

‘El imperio’ se alzaba con el Oso de Plata (Premio Especial del Jurado) en el prestigioso Festival de Berlín y tiene su estreno este viernes 7 de noviembre en salas comerciales.

El Imperio
Fotograma de ‘El Imperio’, de Bruno Dumont.

Quería empezar por el título de la película. ¿Por qué ‘El imperio’?

Bueno, el título me llegó muy rápido. Para mí, los títulos tienen mucha importancia porque enseguida te sitúan en un lugar, en un tema. En este caso, nos situaba, además, en ciertos momentos de la historia relacionados con los imperios, como el Imperio romano, por ejemplo.

Es un imaginario antiguo y contemporáneo a la vez que me interesó mucho para hacer una película moderna de ciencia ficción, pero que también evocara momentos de la antigüedad porque, para mí, el progreso es como una antigüedad revisada. Una batalla entre el cielo y la tierra muy antigua que nos recuerda a épocas como las de Napoléon o César, pero, al mismo tiempo, es también una cosa muy moderna.

La película, por su estilo, por una serie de referencias, como el lugar donde suceden los hechos (esa Francia rural anticosmopolita) o algunos personajes, mantiene una continuidad con series tuyas como ‘El pequeño Quinquin’ y ‘Coincoin y los extrahumanos’. ¿Hay aquí una cierta voluntad de ampliar o construir una especie de universo? ¿O responde a una cuestión artística puramente circunstancial?

No, lo que hay es una voluntad de ampliar el universo naturalista europeo de algunas películas mías, como ‘El pequeño Quinquin’, por ejemplo, y confrontarlo con el universo del cine americano de ciencia ficción.

Se trata de plantear una confrontación entre los héroes o los superhéroes americanos con estos antihéroes que son estos personajes naturalistas. La idea es mostrar, a partir de ahí, la confrontación de dos mundos, de dos formas de hacer cine. Es un poco como si mezclaras la pintura italiana y la pintura flamenca.­­­

Fotograma de ‘El Imperio’, de Bruno Dumont.

Tu filmografía combina este humor extravagante de tus últimos trabajos con películas, como has comentado, más serias o realistas. ¿Cómo afrontas cada proyecto? Ese paso de un tono a otro ¿es algo que surge por intuición, es deliberado o responde a algún tipo de doble inquietud?

Yo creo que he descubierto el principio del hacer de la fuerza dramática. Es que, a la fuerza, si indagas profundamente en el drama, en un momento dado, te encuentras en el otro lado. Creo que hay una proximidad entre lo trágico y lo cómico. Hubo un momento en el que me interesaba buscar ese lugar donde se pasa de lo uno a lo otro porque creo que el ser humano es así, es una fuerza tragicómica.

Yo no creo mucho en esta separación moral que hacemos entre los géneros. En ese sentido, soy más como los pintores flamencos, como te comentaba, que cuando representaban a Cristo pintaban a un campesino. Es decir, el nombre de Dios es el hombre. Yo pertenezco a una tradición europea, nórdica, que piensa que lo profano y lo sagrado coexisten, por eso lo mezclé en esta película.

Mezclé el bien, mezclé el mal, lo bonito y lo feo. Creo que es una tradición que se ve también cuando estudias la obra de autores como Víctor Hugo, por ejemplo. Es una tradición que no es americana. En América se separa el bien y el mal. Está el mal y el bien, y no son la misma cosa. En Europa no está muy claro. Por eso el antihéroe es un personaje tan interesante.

Fotograma de ‘El Imperio’, de Bruno Dumont.

La película muestra que hay, efectivamente, dos razas, una que representa un lado oscuro y otra al lado luminoso, y que, además, están enfrentadas entre sí. Y en el medio, como víctimas colaterales, están los seres humanos. ¿Qué representa estos dos bandos? ¿Se refiere a los dos lados del alma humana? ¿O es algo que vendría del exterior y que trataría, de alguna forma, de apoderarse de nosotros?

Es todo eso. Es decir, la película quiere contar el origen de las fuerzas que nos gobiernan, positivas y negativas. ¿Por qué estamos a la vez animados por el bien y por qué estamos animados por el mal? En ese sentido, la película contiene una historia extraordinaria y mítica, a la par, sobre el origen de estas fuerzas. Es una representación del misterio de nuestra condición.

¿Por qué queremos el bien? ¿Por qué hacemos el mal? Todas estas cuestiones son muy misteriosas. Es por eso que nos contamos historias extraordinarias y míticas, para poder entender el origen de estas fuerzas. ¿Por qué estamos animados para el mal? No lo sé.

Es una película que contiene en sí misma una especie de contrato para intentar entender esta doble naturaleza que tenemos y que existe desde la noche de los tiempos, y que hace que estemos abrazados por estas fuerzas. Como la fuerza del amor, por ejemplo. ¿Por qué en la película el bien se siente atraído por el mal y el mal se siente atraído por el bien? No tengo ni idea. Es eso.

Le iba a preguntar precisamente por eso. En la película hay dos personajes, Jony y Jane, que representan a una especie de heraldos de cada uno de estos bandos enfrentados. En un momento dado, aunque son enemigos y se profesan desprecio, acaban haciendo el amor. ¿Dirías que, al final, por mucha rivalidad que haya, los cuerpos se imponen a todos los conflictos?

El cuerpo suele ser el origen del problema [risas]. El corazón nos dice cosas, pero el cuerpo no tiene forzosamente la misma intención. Ese es el drama de la existencia; es el problema de la vida. Sabemos que no está bien, pero lo hacemos. Es el drama humano.

La película tiene un humor muy particular; yo diría que es un humor muy francés. No sé si atreverme a decir que Jacques Tati está detrás. ¿Cómo crees que se ve tu cine fuera de Francia? ¿Dirías que el humor tiene un lenguaje universal?

Sí, pero al mismo tiempo que es universal, es local. Cada uno tiene su color local. Hay un humor que es el del ‘Quijote’, que no es el mismo que el de Louis de Funès. Es por eso que me gustan las culturas. Las culturas son de su color particular, pero son, a la vez, la expresión de lo universal.

No hay personas universales. Hay un cine español, pero, al mismo tiempo, es un cine universal. Lo universal se comunica con la cultura y con los colores locales; es lo que me parece genial, esta diversidad. Es una forma de expresar la universalidad. No hay una cosa más bonita que la otra; es una forma de universalidad colorida.