Bi Gan

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70ª Semana de Cine de Valladolid (Seminci)
‘Resurrection, de Bi Gan
Reparto: Shu Qi, Jackson Yee, Mark Chao, Li Gengxi, Hao Lei, Zhang Yi, Dong Zijian, Lee Hong-Chi
Fotografía: Dong Jingsong
165′, China, 2025

El cineasta chino Bi Gan, uno de los más importantes del cine internacional contemporáneo, acaba de presentar en España su último trabajo, ‘Resurrection’, su película más ambiciosa, excesiva y deslumbrante. Una obra que es, al tiempo, tanto un homenaje a la historia del cine como una añoranza de una potencia artística que ahora se ve comprometida por el exceso de recursos tecnológicos y los nuevos rumbos del séptimo arte.

“Creo que tenemos que volver a las cosas tradicionales, antiguas, puras y simples”, declaró en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), donde realizó el estreno nacional de su película.

De algún modo, ese es el reto que afronta él en su película, articulada a lo largo de cinco episodios que recrean distintos estilos de la historia del cine, ambientados, a su vez, en distintos momentos de la historia del siglo XX. Pero, desde luego, si hay un adjetivo que no encaja bien con su película es el de sencilla, porque su propuesta es de una gran complejidad, tanto por la acumulación de asuntos como de recursos formales.

La película arranca con un deslumbrante primer episodio que evoca el cine mudo –con sus carteles y la peculiar gestualidad actoral de la época– en sus diversas manifestaciones. Solo por ese capítulo desfilan referencias que van desde Méliès a los melodramas de la época, con sus peculiares fumaderos de opio, o los recursos característicos del expresionismo alemán.

Fotograma de ‘Resurrection’, de Bi Gan.

El segundo capítulo toma como referencia estilística el cine negro, mientras que el tercero parece estar inspirado en el cine japonés más clásico, con una ambientación que recuerda el ‘Rashomon’ de Akira Kurosawa. El cuarto toma como referencia el cine de timadores estilo ‘Oliver Twist’, mientras que el último se inspira en las innovaciones estilísticas de la nueva ola.

Quizás en la encarnación que el espíritu de la nouvelle vague tuvo en el cine del primer Wong Kar Wai, en obras como ‘Chungking Express’. Aunque, dado que la historia deriva desde una historia de gánsteres hacia el cine de vampiros, también sería oportuna la referencia al Jim Jarmusch de ‘Sólo los amantes sobreviven’.

‘Resurrection’ funciona al tiempo como un homenaje y como una añoranza de unas formas de narrar que pueden seguir siendo útiles, como la propia película demuestra, pues el realizador chino utiliza géneros y estilos de forma muy personal.  

Bi Gan agradeció a los espectadores del festival haber ido a ver una película “tan larga”, y los animó a no rendirse y a aguantar en la butaca. El consejo es pertinente porque ‘Resurrection’ dura 165 minutos y, por momentos, sí se hace larga, por su desmesura y exceso de temas.

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Está, sin embargo, tan llena de ideas y de hallazgos visuales que merece la pena permanecer sentado, sobre todo porque las partes más gratificantes probablemente las encontrará el espectador en su segunda mitad. Los capítulos preferidos de este cronista son el primero, el cuarto y el quinto.

“Cada capítulo se concibe como un género cinematográfico, pero también gira en torno a cada uno de los cinco sentidos, que representan el núcleo de mi película”, explicó Bi Gan. El oído, la vista, el olfato, el tacto… aparecen como elementos centrales de las historias.

Porque, como explicó en la rueda de prensa de presentación de su película en el festival: “Vivimos en un mundo de tecnología muy avanzada; dependemos de ella por completo en nuestros actos cotidianos. Y es normal que haya muchos autores preocupados por el futuro. Pero hemos de recordar que lo que realmente necesitamos es nuestro cuerpo”, explicó.

Los cinco capítulos están engarzados por una línea argumental general que nos presenta un mundo futuro en el que los hombres han descubierto que el secreto de la vida eterna es dejar de soñar. Pero algunos, los Delirantes, se empeñan en seguir haciéndolo, y para ello recurren a las ficciones cinematográficas de la película, que sigue los saltos en el tiempo de uno de ellos, y sus constantes resurrecciones tras morir en los distintos episodios. Una mujer ejerce de anfitriona y va rescatando al personaje de cada una de sus experiencias.

Fotograma de ‘Resurrection’, de Bi Gan.

‘Resurrection’ supone un salto en la cinematografía de Bi Gan, quien logró importantes distinciones –entre ellas la del Festival de Locarno– con su primer largometraje, ‘Kaili Blues’, en 2015. A este siguió ‘Largo viaje hacia la noche’, en 2018.

Ambos estaban ambientados o tomaban como referencia Kaili, la localidad natal del cineasta, así como la región china en la que se inserta, Guizhou. En ‘Resurrection’ –que ha logrado el Premio del Jurado de Cannes–, sin embargo, abandona el territorio familiar de su identidad para situar esta, más bien, en la historia misma del cine.

Los dos primeros largometrajes coincidían en abordar, también, el mundo de los recuerdos y de la memoria, con sus contradicciones y limitaciones. “La diferencia entre el cine y los recuerdos es que las películas son falsas. Pero los recuerdos combinan verdades y mentiras que aparecen y se desvanecen ante tus ojos”, advertía Bi Gan en su segunda película.

‘Largo viaje hacia la noche’ se articulaba como una especie de búsqueda detectivesca de un amor perdido del que no terminamos de saber del todo si fue real o soñado. Lo relevante, en cualquier caso, es que ese largo viaje conduce al hallazgo de un amor real en un final marcadamente romántico. Quizás las mentiras del arte puedan terminar conduciéndonos a alguna verdad. Algo que también se plantea en ‘Resurrection’, si bien por otros caminos.

De algún modo, lo que hace Bi Gan en su última obra es reivindicar los sueños sofisticados del mejor cine, los que nos llevan a emociones o sensaciones complejas que enriquecen nuestra existencia, frente a la creciente simplificación de los relatos audiovisuales, que a menudo esconden su escasa densidad emocional tras una tramoya de efectos, persecuciones, choques, explosiones, sangre y mil fuegos de artificio.

El problema de Bi Gan es que a veces se pierde en su propia complejidad y en su visión lúdica del cine. “El cine es para mí siempre un juego”, reconoció en Valladolid. Ese juego le lleva a menudo a sobredimensionar los aspectos formales de su narrativa (la inventiva visual, la creación de escenarios fascinantes y casi imposibles…) en detrimento de la capacidad de sus personajes para conectar emocionalmente con el espectador.

Por eso, cuando esa conexión se da (como en el episodio cuarto, que nos muestra al Delirante enseñando a un niño ciertas formas de timo, o en el arrebato romántico del quinto capítulo de ‘Resurrection’), todo parece cobrar sentido y densidad. Cuando eso no ocurre, la sensación puede ser la de estar asistiendo a un espectáculo deslumbrante, pero al que solo es posible acercarse desde una cierta pleitesía de admiración por su belleza formal.